miércoles, 5 de junio de 2013

GÓNGORA: Recursos retóricos


Salamandria del Sol, vestido estrellas,
latiendo el can del cielo estaba, cuando
(polvo el cabello, húmedas centellas,
si no ardientes aljófares, sudando)
llegó Acis, y de ambas luces bellas
dulce occidente viendo al sueño blando,
su boca dio, y sus ojos cuanto pudo
al sonoro cristal, al cristal mudo.

Luis de Góngora: Fábula de polifemo y Galatea, 1612 
(octava 24; vv. 185-192)

  • Metáfora: "Salamandria del Sol". Este emblema es el opuesto al tópico de la mariposa y la llama. Si ésta perece al alcanzar el fuego de su ambición, la salamandra no sólo es capaz de caminar indemne dentro del fuego, sino que (según el generacionismo clásico) surge de él. Así, la imagen, además de una enunciación poética de la constelación del Perro, es un marco simbólico para el amor de Acis.
  • Metáfora: "vestido estrellas". Como se desarrollará en los versos siguientes, no sólo el Perro está vestido de estrellas, sino el propio Acis con su sudor. Así, se marca que las diferentes metáforas han de leerse engarzadas. Igualmente, el propio poema, con su repetición de metáforas centelleantes, y las figuras retóricas como un trabajo de iluminación, también estaría vestido de estrellas.
  • Metáfora/perífrasis: "el can del cielo". Hace referencia a la canícula, propia del verano, cuando la constelación del Perro coincide en su camino con el Sol. Ahora bien, si entendemos el perro como una metáfora de Acis, leemos que el pastor no sólo llega sudadando, sino también latiendo. Ambas lecturas no son excluyentes, como no lo es, en el sofoco del esfuerzo veraniego, el latir y el sudar. Y en esta conjunción se aúnan varios matices de la creación poética: el latir del corazón se asocia a la pasión y al amor (y no tanto la visión como parecería indicar el final de la estrofa), mientras que el sudor es el residuo del esfuerzo amoroso, convertido en poesía, versos, estrellas.
  • Hipérbatos/paronomasias: "latiendo ... cuando", "viendo ... cuanto". La asociación "-ndo", más armonizada si cabe por el hipérbaton del segundo verso, me llama la atención sobre la simultaneidad de los gerundios. La octava quiere situar casi la acción de llegar, beber y ver en un mismo momento o continuo de acción. El tiempo mismo está latiendo, como captado en la instantánea de una pintura barroca. Es un latido del tiempo.
    Igualmente vueve a soldarme en una sola causa el amor de Acis: la excitación con la que llega a la fuente y la excitación que le provoca lo que en ella encuentra.
  • Bimembración/antítesis: "polvo el cabello, húmedas centellas", conecta inmediatamente con la bimembración del primer verso, y refuerza esta lectura conjunta, en la que las diferentes metáforas, referidas a objetos distintos (Acis, el Perro, el sudor) se funden como metáforas unas de otras (el calor simbólico) sin que ninguna reclame una posición de privilegio sobre las otras. Si entre el polvo y la humedad estuviéramos tentados de aplicar una lógica de exclusión, la solución culmina en el siguiente verso:
  • Metáfora/antítesis: "ardientes aljófares, sudando". Verdaderamente las perlas son el resultado de cierto sudor de las húmedas almejas ante al polvo que penetra en las conchas. Pero además son ardientes, por el propio calor, a pesar del sudor (que el sudor arda es una paradoja más que cotidiana). Y finalmente, el ardor rubrica la asociación centellas-estrellas del sudor.
    Dándole la vuelta a la metáfora, diríamos que la luz es el sudor del cielo, creando esas perlas que son las estrellas. Y derivando el simbolismo: el sol y la estrellas son, pues, el residuo (como dijimos) de la pasión, de la belleza, del conocimiento... en el polvoriento latir de oscuridad celeste. Es necesario apuntar esto, porque esta octava y la anterior es un juego constante con las "luces bellas" y el simbolismo de "ver".
  • Hipérbaton/pseudo-encabalgamiento: "cuando ... llegó Acis". La conjunción temporal rige sobre el verbo "llegó", bien desplazado, siendo los gerundios "latiendo" y "sudando" subordinados, como herederos de aquel ablativo absoluto latino. Sin embargo, rodeando ambas subordinadas la conjunción, y antecediendo tan abruptamente al verbo principal, Acis llega no en un marco temporal, sino en ese marco simbólico que ha producido el juego retórico. Llegó Acis convertido en can del cielo, en salamandra del Sol, llegó vestido estrellas, sudando ardientes aljófares, húmedas centellas.
  • Metáfora: "ambas luces bellas". ¿Cuál es el término "real" de estas dos luces?
    a) La interpretación canónica arrastra la lectura de la octava anterior. Las dos luces son los dos ojos de Galatea, que, como duerme, son un dulce occidente. En este sentido, la visión vendría asociada a las dos luces de la tarde: el Sol y Venus. Queda bien atado, pues, el simbolismo erótico.
    b) Seguimos jugando con la lectura de la octava anterior, que juega con el reflejo jazmín del níveo cuerpo de Galatea junto a la fuente. Así, las dos luces bien pudieran ser las dos imágnes de Galatea dormida ofrecidas por sí misma y el reflejo en el agua.
    c) Otra variante de la lectura anterior, incorporando ya la mención al Sol de esta octava, sería concluir que una luz es Galatea, y la otra el propio sol. El occidente del sol es la tarde y el de Galatea su sueño.
    d) Pero resulta que las últimas luces de las que se viene hablando son las del sudor de Acis. Así pues, igual que el lector, las dos luces que se ven bien pudieran ser las de Galatea por un lado y las de Acis por otro. Ambas reflajadas en la fuente que es el poema. Ambas "hurtadas al sol ardiente" (como dice la octava 23); o equívocamente hurtadas, pues aunque se diga que no, el sol está al decirse. El occidente de Acis sería el descanso de su sed y su calor canicular. El occidente de Galatea sigue siendo su sueño.
    e) Y ya sueltos a la divagación: llegados a la última bimembración, las dos luces pudieran ser los dos cristales. El agua, cristal sonoro para su boca; Galatea, cristal mudo para sus ojos. O no se trataría tanto de Galatea y su reflejo, sino que bien podrían ser dos atributos del agua misma: Acis bebe el agua como agua con la boca -aquí sería un agua muda, sin significante-; pero también bebe en el agua la imagen reflejada de Galatea con los ojos -y esta sería un agua sonora, con significante-.
    f) En todo caso: ojos, Galatea, Sol, agua, reflejo de Galatea, Acis, reflejo de Acis, reflejo del sol... ¿cómo puenden satisfacerse con el dual "ambas"? Paradójicamente, la lectura canónica cuadra racionalmente a la perfección; pero qué lejos está del "sueño blando".
  • Hipérbaton/quiasmo/sinestesia/metáfora/paradoja/aliteración: "dulce occidente viendo al sueño blando". Este verso es un misterio para mí. Y el hecho de que acoja a tantos recursos a la vez me nubla la vista.
    No sabría decir si "al sueño blando" es un objeto de "viendo" o es un complemento circunstancial. "Dulce occidente" es seguramente aposición o complemento de "sueño"; pero ¿y si fuera objeto de "viendo"? ¿A quién le cuadra mejor el complemento "de ambas luces bellas": a "occidente" por cercanía, a "viendo" por sintaxis, a "sueño" por sentido?
    El quiasmo asocia perfectamente a "occidente" con "sueño", dando alas a todas las asociaciones simbólicas que de la metáfora surjan. Asocia perfectamente "dulce" y "blando": clara sensualidad positiva y erótica. Pero descuadra en el centro mismo el "ver" en unas asociaciones sintestésicas ("dulce" para el gusto, "blando" para el tacto, no le pertenecen a la visión).
    La visión de un sueño ajeno es algo "evidentemente" paradójico. El sueño, aquí, es la constatación de otro lugar donde el observado también está presente, pero que al observador le es vedado. Pero es que además, esta manera de llegar que tiene Acis, convertido en salamandra del Sol, más parece un delirio onírico del deseo de la ninfa, que una descripción objetiva del entorno de Acis. Es el lector el que está bebiendo realmente del sueño gongorino.
    Y no debiera pasarse por alto la equilibrada disposición de las consonantes: el juego de dentales y laterales, el juego de dentales y nasales, las interdentales del principio, las bilabiales de la segunda mitad. Apuntan realmente al arroyo como un "sonoro cristal" onírico de agua y visión.
  • Bimembraciones/correlación: "su boca ... sus ojos", "al sonoro cristal, al cristal mudo". El sonoro cristal es el agua, al que entrega su boca. El cristal mudo es Galatea, a quien estrega su mirada. Pero Ya se ha dicho que lo que ve es "el dulce occidente de ambas luces bellas", y esas luces bellas pueden ser muchas cosas y también el agua.
    Por otro lado, como creo que ya he dejado caer, esta fuente de Acis y Galatea es la corriente misma del poema: las palabras. Es el lector quien al leer el poema bebe de una palabra muda una visión parlante. Es el lector quien, excitado por el sueño luminoso del poema, empieza a latir con la pasión del verano. O al revés, el lector apasionado quien consigue ver el sueño luminoso de las luces en la palabra. Acis, el poeta, o el lector, cuando llega latiendo, ve luces de ensueño.
  • Quiasmo/antítesis: "al sonoro cristal, al cristal mudo". Magnífica cadencia apoyada en el quiasmo anterior. Y obsérvese cómo sigue jugando con la sintestesia: "ver" (al que alude el "cristal") con los valores del oído. Pero esta vez el verbo de la visión no está, y los adjetivos se oponen en un sugerente "ser" / "no-ser". Me incita, en todo caso, a volver al verso magnífico del sueño. Me avisa de dos formas de leer: la lógica de oposición-exclusión, y la aglutinación onírica. Góngora (¿o soy yo?) apuesta por no excluir los dos elementos de la oposición: se los otorga los dos a Acis (o a mí), o más bien hace que Acis se entregue a los dos, en un mismo latido, luminoso y onírico.


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