lunes, 31 de diciembre de 2012

ONE DAY MORE


Así terminaba el concierto por el 25º aniversario del musical. Difícil ahora convencerme de que no estuve realmente allí, al lado de los que revivían el primer espectáculo que les emocionó, al lado de los intérpretes mismos tras tantos ensayos. Porque difícilmente puedo distinguir la realidad de los hechos de vuestros sutiles argumentos, de mis propias invenciones o mis sueños. Y las ideas con que defiendo ese sueño concertado, ¿quién sabe de dónde vienen y dónde las volveremos a encontrar?
Cada cual recoge de allí y de allá las máscaras con las que camina por este teatro del mundo. Algunos se saben su papel de memoria, otros improvisan, y hay quienes en mitad de la escena han aprendido a cambiar de guión y saltar de personaje en personaje. Odios y amigos vienen a ser entonces ecos y notas al margen difuso del tiempo. Y lo que no pertenece a nadie, lo que reconocemos como extraño tal vez sea la máscara que un día abandonamos y ahora viste el rostro del olvido; pero eso ¿quién puede asegurarlo?
Habrá quien crea en su propio papel y su ideario y habrá quien no, pero difícilmente puede uno sustraerse al caótico impulso de este teatro. Y por debajo de nuestros pies tecletean las letras moviéndolo todo. Y cuando llegue el momento de bajar el último telón, de apagar el último foco, de aquietar el último gesto, quién me convencerá de que no ha sido ese gesto, a la pasión y a la crueldad de los tiempos, en su máscara, el más sincero de los aplausos.
Dejen marchar el mundo y el tiempo que ha sido hasta ahora y vengan, si quieren, a zambullirnos en un nuevo giro de los sueños:





domingo, 23 de diciembre de 2012

R. Descartes: LAS PASIONES DEL ALMA. El todo y sus partes

Mas, para entender mejor todas estas cosas, es preciso saber que la psique está realmente unida a todo el cuerpo, y que no se puede decir con propiedad que esté en alguna de sus partes, con exclusión de las otras, porque el cuerpo es uno y, de alguna manera, indivisible en razón de la disposición de sus órganos, que están todos tan relacionados entre sí que, cuando alguno de ellos es arrancado, todo el cuerpo se vuelve defectuoso; y porque la psique es de una naturaleza tal que no tiene ninguna relación con la extensión, ni con las dimensiones u otras propiedades de la materia de la que está compuesto el cuerpo, sino sólo con todo el entramado de sus órganos. De lo anterior se deriva que de ningún modo podría concebirse la mitad o un tercio de la psique, ni qué extensión ocupa, y que no se vuelve más pequeña porque se mutile alguna parte del cuerpo, sino que se separa completamente de él cuando se disuelve la trabazón de sus órganos.

René Descartes: Las pasiones del alma.
Primera parte. Artículo 30: "Que el alma está unida
a todas las partes del cuerpo conjuntamente".

Sin duda, la traducción más literal de l'ame sería "el alma". Sin embargo, debido al lastre religioso que arrastra este término en nuestro idioma, he preferido llevármelo a mi terreno. Y tampoco creo más apropropiado traducirlo por "pensamiento", "mente", o incluso "yo". La idea de l'ame cartesiana encaja perfectamente con la idea clásica del ánima: lo que nos mueve, lo que nos anima, en esa visión del ser humano como un complejo mecanismo autómata y pensante. Pero prefiero volver a la idea de psique aún más antigua, como aquello que habilita lo que realmente soy, cuanto estructura estas partes de la realidad en la que me ubico: mi estructura capaz de dar cabida a las pasiones corporales, a las formas de la percepción, de la cultura, del momento. memoria, decisión y de cualquier otro daimon.
Si lo que soy, si mi psique no se ubica aquí o allí, sino en la estructura conjunta y en funcionamiento de todos los elementos de mi cuerpo, entonces he de atender a qué es aquello que he decidido que es mío (mi cuerpo) y qué no. Y digo bien "aquello". Lo que me distingue del resto de los objetos (con sus partes) de la realidad no es una frontera nítida y tajante, como debiéramos deducir de nuestra piel y sus puertas. Como pienso mías mis manos, así mi ropa, mis objetos, mi casa, mi país... ¿en mí se ubican o me ubico en todos ellos? Tal y como Descartes lo describe: la información puesta en juego por mi hígado me hace pensar y ser. El alcohol y la grasa me hacen pensar y ser. El calor y la estufa. El plástico del teclado con que escribo. Y luego nos quejaremos de las filosofías holísticas y del pensamiento colectivo... pero no parece difícil acabar ahí por este camino, por más que aclaremos una y otra vez que la psique no "está" en ese lugar.
Pero el lugar al que nos conduce el otro polo, nuestras partes, es aún más inquietante, tal vez tabú, de ahí el esfuerzo eufemístico por describir el todo. Pero si algo nos enseña el lenguaje es que en la realidad hay partes. Hay objetos distintos y separados unos de otros, y en cada objeto podemos observar también partes distintas y separables. Y en efecto, ¿qué parte de mí podría no separar y no sustituir por un sustituto adecuado? Mi pierna, mi riñón, mi memoria... partes en constante transformación como lo que soy ¿no? Pero ¿cómo conjugar esta disposición con la idea de que siempre soy el mismo? Porque, en efecto, "de ningún modo podría concebirse la mitad o un tercio de la psique". ¿Cómo es esto? ¿Qué me permite decir que siempre estoy enteramente yo en cualquiera de mis partes? Cuando también concluyo que la frontera de mi pais no me sujeta, ni me sujetan las paredes de mi casa, ni mi piel me encierra como sujeto del todo.
Si mi higado me hace pensar y ser, si el texto que tengo delante me hace pensar y ser, si mi ropa o mis recuerdos, pero no soy, no estoy, realmente ninguno, ni en ninguno de ellos por separado... ¿cuál es el lugar exacto de mi ser y mi pensamiento?
Si soy un momento en la estructura del mundo, también soy la decisión que tomo sobre qué partes del mundo se ponen en juego (y en relación a otros momentos) y si se interpretan como propias o ajenas. Y esa decisión vene tomada desde los elementos parciales (físicos, biológicos, psicológicos, verbales) que en ese momento vengan (¿desde el caos?) a intervenir. Incluyendo la noción de "todo" como parte del discurso humano y por tanto como parte de la realidad. Incluyendo aquellos elementos que descartamos como irreales, pero reales en la posición que ocupan en nuestra estructura (psíquica).
Y aún queda por sumar lo que desconozco. No lo que no imagino, sino aquello que siento como incertidumbre, como ignorancia cierta. ¿Eso es sumar? El lenguaje define a los sumandos, y no los conocemos todos ni terminamos de conocer del todo sus límites. Pero los límites son evidentes: delante de mi contemplo cientos miles de no-yo. Lo que soy y lo que pienso ha de terminar en mi piel y ha de terminar en mi muerte.
Pero, ¡ah!, el lenguaje se me escapa. Lo cogí prestado como los elementos de mi cuerpo, y lo dejaré en otro lugar de donde lo tomara igualmente. Difícil llegar a saber qué soy entre tanto. Pero concluyan conmigo, al menos, que sólo soy un trozo de mí mismo.

En cuanto a la opinión de los que piensan que el alma recibe sus pasiones en el corazón, de ningún modo debe ser tenida en cuenta, ya que sólo está basada en que las pasiones hacen sentir en él alguna alteración; y es sencillo observar que si esta alteración se siente como en el corazón es merced a un pequeño nervio que desciende del cerebro hasta él; al igual que el dolor se siente como si se produjese en el pie, y vemos los astros como en el cielo merced a su luz y a los nervios ópticos: de suerte que no es más necesario que nuestra alma ejerza sus funciones en el corazón para sentir en él sus pasiones de lo que es que el alma esté en el cielo para ver los astros.
René Descartes: Las pasiones del alma. Primera parte. 
Artículo 33: "Que el asiento de las pasiones no está en el corazón".

viernes, 7 de diciembre de 2012

François Rebelais: GARGANTÚA, Capítulo IX

Los colores y librea de Gargantúa

Ya os he dicho que los colores de Gargantúa fueron blancos y azul. Con ellos su padre quiso presentarlo como una joya celestial, porque lo blanco significaba para él alegría, placeres, delicias y regocijos, y lo azul, cosas celestiales. Tengo para mí que al leer estas palabras os burlaréis del viejo bebedor, y diréis acaso que esta interpretación de los colores es impropia y antipática, puesto que lo blanco significa fe y lo azul firmeza; pero sin inquietaros, sin alteraros, sin enfadaros ni acaloraros (porque los tiempos son peligrosos), haced el favor de contestarme. De lo contrario, no me atrevería a dirigirme a vosotros; únicamente me atrevería a deciros una palabra de la botella.
¿Quién os amedrenta? ¿Quién os hiere? ¿Quién os dice que blanco significa fe y azul firmeza? Un libro, diréis, muy poco leído, que venden los baratijeros y buhoneros con el título El blasón de los colores ¿Quién lo ha hecho? Quienquiera que haya sido ha tenido la prudencia de no darse nombre. Por lo demás, yo no sé qué admirar más en él, si su atrevimiento o su necedad.
Su atrevimiento, porque sin razón, sin causa y sin apariencia ha osado prescribir por su particular autoridad los significados de los colores; así hacen los tiranos al colocar su arbitrio en el lugar de la razón; pero no los prudentes ni los sabios, que con manifiestas razones satisfacen a sus lectores.
Su necedad, porque ha estimado que sin otras demostraciones ni otros argumentos valederos, el mundo habría de arreglar sus divisas por sus necias imposiciones.
Sin duda (pues, como dice el proverbio, en el culo del disentérico siempre se encuentra mierda), ha encontrado algún grupo de necios del tiempo de los altos bonetes que ha dado fe a sus escritos, pero ellos fueron los que dieron las reglas para tallar los apotegmas y los refranes, para encabestrar las mulas, para vestir los pajes, para aderezar las calzas, bordar los guantes, franquear los lechos, pintar insignias, componer canciones y, lo que es peor, imaginar imposturas y lanzarlas clandestinamente contra las púdicas matronas. En parecidas tinieblas se pierden los cantores de las glorias de la corte y los trastrocadores de nombres, pues cuando quieren en sus divisas significar esperanza, hacen pintar una esfera, penachos y aves para las penas, flores para la melancolía, la luna bicorne para la vida en creciente, un banco quebrado para la bancarrota, un «no» y una armadura de hierro para significar la carencia de duros hábitos, un lecho al descubierto para la licencia. Homonimias todas tan ineptas, tan bárbaras,
tan rústicas y tan insípidas que merece se les cuelgue del cuello una cola de zorro y se les ponga en careta un buche de vaca a todos los que las quieren emplear en Francia, después de la restauración de las buenas letras.
Por tales razones, si razones se les ha de llamar y no pesadillas, debería yo pintar un cesto (panier, en francés) para decir que se me hace penar y un bote de mostaza (moutarde) como lema del que tarda mucho. Un orinal debe ser un oficiante y el fondo de mis calzas debe ser el bajel de mis pedos y mi bragueta la escribanía de mis decretos, etc.
De manera bien distinta procedían antiguamente los sabios de Egipto cuando escribían aquellas letras llamadas jeroglíficas, las que no eran entendidas sino por aquellos que comprendían la virtud, propiedad y naturaleza de las cosas por ellas representadas. Orus Apollon compuso en griego dos libros y Polibio en el suyo, Sueño de amor, expone sobre el mismo tema cosas interesantes. En Francia tenéis algún trasunto de éste en el blasón de Amiral, que quien primero lo usó fue Octavio Augusto.
Pero mi esquife no volverá a darse a la vela en estos golfos ingratos. Vuelvo para hacer escala en el puerto de donde salí.
Sin embargo, tengo esperanza de escribir algún día sobre esto más extensamente y demostrar, tanto por razones filosóficas como por autoridades reconocidas y probadas, de gran antigüedad, cuáles y cuántos colores hay en la naturaleza y lo que por cada uno de ellos puede ser representado, si Dios me conserva la médula del bonete, esto es, el jarro de vino, como le llamaba mi abuela.

François Rebelais: GargantúaCapítulo IX (ver en francés); 1534.


Touché.
Esta falta de rigor (o exceso de libertad) con que el colorista enlaza unos sifnificados con otros, me la puedo achacar a mí mismo y al centenar de comentarios de texto aquí recogidos.
En mi defensa puedo esgrimir dos argumentos:

  1. La sátira de Rebelais me permito leerla con ironía, enunciado por enunciado. No es tanto una crítica a los eruditos a la violeta (como yo), sino un mecanismo para permitirse a él (y amí) decir lo que quiera.
  2. En el comentario de texto no se busca llegar a una verdad definitiva. No se trata de traducir una estructura a un esquema científico. Lo indiscutible es lo más alejado a un comentario de texto que pueda imaginar. El vínculo entre texto (objeto), pensamiento y realidad no va tanto en la significación de los enunciados; sino en su ensamblaje casual (¿o causal?). Se trata de poner el lenguaje y el pensamiento a rodar (¿y la realidad?), con la mayor libertad posible, como se supone que en nuestra mente van circulando los elementos del mundo (-saber). -con la mayor libertad posible quiere decir sin abandonar del todo los convencionalismos de la sociedad o del lenguaje, pero un poco sí-

Dicho esto, merece que nos detengamos en dos ideas presentes (o así se me antoja a mí) en el texto:
  • Cualquiera puede imbuirse de autoridad, bien por adopción de la autoridad de otro, bien por la deducción de no sé qué reglas tomadas como infalibles. Pero lo importante es que, a nivel de discurso (y esto se muestra claramente en el relato de ficción) tanto vale una como la otra. A fin de cuentas esto es así porque yo lo digo(porque el lenguaje lo dice).
  • El desplazamiento de significado no es tan libre o anárquico como pudiera parecer. Cualquier nuevo significado funciona porque interviene algún catalizador del desplazamiento: metáfora, metonimia, sinécdoque, homonimia, paronimia, elipsis... Básicamente, podemos decir que el vínculo entre el referente y el significado del símbolo siempre está mediado por la configuración del significante en un momento dado (momento en la realidad, momento en la estructura rodante del lenguaje). Y una vez pasado por ahí, cualquier cosa puede significar cualquier otra; eso sí, siempre se podrá establecer un vínculo concreto, una estructura concreta que determine la asociación (ciencia para unos, comentario de texto-objeto para otros).