viernes, 28 de octubre de 2016

AGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO: Vacuo ejercicio de estilo

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[vacuo ejercicio de estilo]: te engañas si piensas
que todo llegó inesperadamente,
con una carta indeseada, con una llamada
que no habrías contestado de no haber llevado el móvil,
con el encuentro a las tantas en un bar,
con la cita a la que no acudiste
y hoy acudirías.

Te engañas, viajero.
La soledad es un hábito adquirido.

Pero cada una de esas pistas falsas
detenta un trozo del secreto que te impide
distinguir estos días que, idénticos,
dibujan en el aire el gesto torpe y aburrido
de ese gigante hipertrofiado al que llamas
                             [te engañas viajero]
viajero.


Agustín Fernández Mallo: Joan Fontaine Odisea [mi deconstrucción], 2001-2002.


En este poemario, Agustín aborda de diferentes maneras el concepto de máscara y la deconstrucción de la identidad. Parte, además, de la referencia a Rebeca, de Hitchcock, con su juego de fantasma y suplantación. Aquí, la máscara se sitúa en la dimensión significante-significado de la enunciación, así como el pensamiento pensante-pensado (el mundo es un pensamiento pensado) en la memoria.
Parte del tópico del homo viator. Lo toma como punto de partida, pero al cabo como elemento de negación (luego, como veremos, llegará a un carpe diem*, pero igualmente de forma negativa, imposibilitada). La referencia al viajero sirve también para engarzar en un juego a la segunda persona, que pasa de ser una elocución conativa a una fórmua para hablarse a sí mismo. La compañía entre emisor y receptor se desvanece y queda la soledad de la autorreferencia. ¿Hay algo aquí más que un juego de palabras? ¿Se habla de un viaje o el viajero ha agotado su referencia tópica y no indica nada?
En el poema, las premisas están en el centro, en los dos versos aislados. En torno a ellas se distribuyen dos enumeraciones simétricas o paralelas que parecieran jugar a los espejos. 
  • La primera, una cadena de ejemplos argumentativos, tal vez hipotéticos, tal vez disyuntivos, tal vez acumulativos, es realmente una enumeración, marcada con la anáfora de "con".
    La segunda, merced al juego de encabalgamientos, remeda la cadencia de la anterior, pero no es una enumeración, sino una suerte de cadena lógica, sintáctica, acaso metonímica**, que deriva desde el significante falso para el receptor ("pistas") al significante falso para el emisor ("llamas"). La cadencia viene articulada por la colocación anafórica de los verbos ("detenta", "distinguir", "dibujan"). 
  • La primera serie se sitúa en el ámbito de lo cotidiano, con expresiones coloquiales como "a las tantas".
    La segunda serie desarrolla un paisaje esencial-existencial con palabras cultas como "hipertrofiado". 
  • La primera está impregnada de sentimiento (sorpresa, deseo -"indeseado"-, arrepentimiento).
    La segunda deja en los verbos citados la relación con el conocimiento, y en los adjetivos una fatal condición: identidad, torpeza y aburrimiento. ¿Hay realmente un juego de especulación para asociar estos conceptos?
Las premisas centrales son, de por sí, engañosas. Por lo pronto, ¿son una o dos? Es decir, ¿hay relación entre ese autoengaño y la condición de la soledad? ¿Acaso se engaña en que la soledad es un hábito adquirido? La relación entre la premisa central y el primer verso, ¿es tal o también es engañosa? Al fin y al cabo "te engañas si piensas".
Cuando la soledad es un hábito (ya) adquirido -narcisismo-, parece ser independiente de los factores externos. Lo que  pretendía ser causa (relación física-psicológica) bien pudiera ser meramente una excusa, un pretexto (relación lingüística-psicológica) ficticio. Así, el yo sería el resultado del engaño. El sujeto del engaño dice no ser el yo.
Pues este galímatías puede girar en torno a algo más sencillo en el que el individuo se vuelve una órbita fantasma (máscara). En este poema parece que la dialéctica sucede realmente entre los sucesos de un hipotético pasado y la realidad de estos días. Que existieran aquellos días está por demostrar. Que este momento no sea únicamente este e indefinidamente este momento, realmente idéntico, que el relato (cuyo engañoso sujeto ¿es el yo? y cuyo engañado resultado ¿es el yo?) se empeña en distinguir de otros (ficticios), ¿es o no un engaño? ¿Viajamos o no, en el tiempo, en el relato?
*carpe diem... La única realidad es el día, y sus habitantes son vacuos ejercicios de estilo.

**acaso metonímica... Si aplicamos a la segunda serie la posibilidad disyuntiva de la primera, separando los versos, la sintaxis resultante ofrece diferentes variantes combinatorias. Por ejemplo: "Cada una de estas pistas falsas distinguen estos días que idénticos", "un trozo del secreto que te impide dibujar en el aire el gesto torpe y aburrido", "estos días que idénticos de este gigante hipertrofiado". Esta variabilidad propone cambios sutiles de mundo, algo que no sucede en la cadena primera (diferentes hechos confirman el mismo mundo). En cierto modo, el paisaje del pasado es engañosamente claro, discernible, irrelevante; el segundo paisaje está en encerrado movimiento de posibilidades.