lunes, 30 de abril de 2012

Alí Babá y los cuarenta ladrones

 "¡Por Alah, ¡ya Alí Babá! he aquí que a tu destino se le pone el rostro blanco, y te transporta desde el lado de tus asnos y de tus haces hasta el centro de un baño de oro como no lo han visto más que el rey Soleimán e Iskandar el de los dos cuernos! Y de improviso aprendes las fórmulas mágicas y te sirves de sus virtudes y te haces abrir las puertas de roca y las cavernas fabulosas, ¡oh leñador bendito! Esa es una gran merced del Retribuidor, que así te hace dueño de las riquezas acumuladas por los crímenes de generaciones de ladrones y de bandidos. ¡Y si ha ocurrido todo eso, claro está que es para que en adelante puedas hallarte con tu familia al abrigo de la necesidad, utilizando de buena manera el oro del robo y del pillaje!"

Las mil y una noches; noche 852.

Y de repente, llega uno de estos textos, que no sólo reivindica la posición del analista, sino que es en sí mismo un comentario literario de la profesión. Si durante estos años me he dedicado a comentar textos literarios, he aquí que varios siglos antes ya hubo quien hizo literatura del comentario de textos (de los que hacemos leña del árbol caído).
¿Qué más voy a decir? ¿Acaso necesitan explicación los símbolos usados, a saber, los asnos, el oro, la abertura de la roca, la cueva, los ladrones? Tampoco tengo por qué hablar más del Destino, del Retribuidor, ni siquiera de la elección de Salomón y Alejandro.
Otras veces he hecho referencia a la complejidad de asumir la autoría de un texto, de una reflexión, de un comentario. Porque, como Alí Babá, cada lector se encuentra ante el tesoro recopilado por cuarenta o cuarenta veces cuarenta lectores, que, ladrones todos de un enorme saber, utilizan a su manera lo valioso del botín que puedan llevarse. Y el escritor, y el pensador, ¿no es un lector?
Autoría, responsabilidad, propiedad, deuda... son conceptos muy borrosos cuando se trata de cultura, y más de lenguaje, cuyas palabras son monedas de alto valor, que circulan sin ningún propietario pero levantan poderosas economías.
¿Y cómo dudar que nuestra economía y nuestra cultura se levantan sobre crímenes? Y sin embargo, eso no quita valor a lo bueno que podamos hacer con ello. Aunque sólo sea modificar la carga de nuestra estupidez.
Benditas las artes que nos enseñan la manera de decir: "ábrete texto".