domingo, 23 de septiembre de 2012

DESCARTES: Sujeto, imagen y realidad.

Pero entre las ideas, (1) unas me parecen que han nacido conmigo, (2) otras me parecen ser extrañas y venir de fuera, y (3) otras ser hechas e inventadas por mí mismo. Porque (-1-) tengo la facultad de concebir lo que se llama en general una cosa, o una verdad, o un pensamiento, y esto no obsta por creer que nada de esto es ajeno a mi propia naturaleza. Pero (-2-) si escucho algún ruido, si veo el sol, si siento el calor, siempre he juzgado que estas sensaciones procedían de algunas cosas que existían fuera de mí. Y, en fin, (-3-) me parece que las sirenas, los hipógrifos, y todas las demás parecidas quimeras, son ficciones e invenciones de mi espíritu.
Pero también acaso puedo persuadirme de que todas las ideas son del género que llamo extrañas y que vienen de fuera (2), o bien de que han nacido todas conmigo (1), o bien de que han sido todas hechas por mí (3); porque aún no he descubierto claramente su verdadero origen. Y lo que tengo principalmente que hacer en este punto es considerar, tocante a las que parecen venir de algunos objetos que están fuera de mí, cuáles son las razones que me obligan a creerlas semejantes a estos objetos.

René Descartes: Meditaciones metafísicas. Meditación tercera.

Alguien dijo que del pensar se deduce el existir; pero no tengo muy claro por qué ha de ser, con esas premisas, uno el que piensa, y no cierta multiplicidad. Porque, con lo expuesto aquí, podrían darse las siguientes posibilidades:
  • Uno son sus propios pensamientos, separados de los pensamientos externos y separado de los de su propia generación.
  • Múltiples pensamientos piensan, unos sobre otros, imaginando por un lado pensamientos anteriores o causas, y por otro imaginando pensamientos generados.
  • Combinaciones varias de uno y múltiple, en cuanto lo propio, lo externo y lo inventado...
Porque concebir el sujeto como un punto, ¿cuánto elimina la posibilidad de que contenga en él la diversidad?
  1. El acto mismo de pensar, el sujeto mismo, como pensamiento, la percepción de uno mismo... ¿no es acaso el resultado de las ideas recogidas (2) y las ideas que sobre sí mismo uno pudiera generar (3)? Porque uno mismo no está libre de historia ni de fantasía. Entonces, no somos uno.
  2. La percepción de los objetos, y las ideas externas, no es natural en cuanto a relación unívoca, sino que está mediada, arbitrada, estipulada por la convención. Una reacción depende del contexto en el que se enmarque: así la proteína desde su arn mensajero entre cuál demanda química, así una célula responde de una manera u otra, así las hormonas responden y activan según qué metabolismo, así cada cual interpreta según la historia que lo enmarca. Así, la relación exterior-interior es difusa, el yo y el objeto se convierte en un objeto constelación con otro, siempre ajeno. Y el yo sólo aparece como invención. Pero es que el objeto también aparece como invención.
  3. Porque hipógrifos y quimeras parecen la verdadera realidad. Si hay sujetos (que es de lo único que, de momento, pudiera estar seguro nuestro gran escéptico), cada sujeto es ajeno a sí mismo, es redeterminado en su relación con otro (idea), y, en esa relación, constántemente inventándose a sí mismo y otros nuevos objetos-sujetos (ideas).

En definitiva, no creo que haya lugar a "Unas me parecen que han nacido conmigo"; sino que todas son extrañas y todas son invento de esa extrañeza; a no ser que seamos ya esa cualquiera cosntelación de ideas en un momento dado.

Y como argumento final, casi como prueba, me remito a la última frase del texto propuesto: "¿qué razones me obligan a creer que las ideas son semejantes a estos objetos?", asumiendo lo extraño de la idea y del objeto. Y encontrada dicha razón o razones, serán nuevas ideas y objetos, sujetos a su vez de nuevas ideas y objetos. Y las nuevas apreciaciones no desbancarán a las antiguas, sino que las integrarán como se dice del palimpsesto, de los monstruos. La ciencia genera discursos, genera objetos, el pensamiento es una gran tecnología. Y cada objeto-idea-sujeto nos lleva a pensar, nos obliga y nos libera, define y nos crea.

[...] y puesto que las ideas me son con frecuencia representadas sin que a ello yo contribuya en manera alguna, y aun a veces contra mi voluntad; es, pues, forzoso necesariamente que esté en alguna sustancia diferente de mí, en la cual toda la realidad que hay objetivamente en las ideas que son producidas por esta facultad, esté contenida formal o eminentemente, como he observado antes; y esta sustancia es un cuerpo, es decir, una naturaleza corporal, en la cual está contenido formalmente y en efecto todo lo que está objetivamente y por representación en las ideas; o bien es Dios mismo, o alguna otra critatura más noble que el cuerpo, en la cual esto mismo está contenido eminentemente.

René Descartes: Meditaciones metafísicas. Meditación sexta.

Y hoy, a esa otra criatura, la llaman Inconsciente (que es lugar -topología-, que es cuerpo, que es Dios, que es Otro).

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domingo, 16 de septiembre de 2012

BLACK MIRROR. La hiperrealidad.

Si aún no has visto Black Mirror y tienes intención de verla, no sigas leyendo. Es mejor enfrentarse a los tres capítulos sin saber nada de ellos. Muchos otros te dirán lo mismo. Es importante no estar condicionado en el visionado de estos capítulos.
Si ya has visto los tres capítulos y has digerido por tu cuenta el brutal puñetazo en el estómago, podemos seguir.



Imaginemos que el espejo de Alicia está hecho trozos y que cada trozo está en la superficie completa de cada objeto. Y así, entremos, como nuestro reflejo, en cualquiera de esos objetos-espejo. Asumamos que el mundo o lo que nos rodea es entonces el producto del reflejo de ese objeto, y el reflejo está condicionado por lo que el objeto es. Por lo pronto, nos sería difícil precisar qué es dicho objeto, o cuáles son sus cualidades para definirlo, pues cada uno de los nítidos objetos que poblarían ese mundo serían a su vez reflejos distorsionados de ese otro mundo que refleja el objeto. Nosotros mismos, ¿cómo definirnos?, seríamos también ese otro objeto reflejando los objetos que son reflejos de objetos. Y, sobre todo, no podríamos distinguir claramente en qué objeto estamos habitando realmente, o si habitamos alguna realidad que no esté dentro de ningún objeto-reflejo.
Esta atmósfera asfixiante es la que se respira en los tres capítulos de Black Mirror. El reflejo fiel no de la irrealidad de un mundo, sino de la imperante hiperrealidad del nuestro. En los tres casos, no es que falte la realidad; sino que la realidad no es mirada, y sólo se vive a través de realidades paralelas, inventadas. En El himno nacional, esa nueva realidad viene de manos de los medios de comunicación; en 15 millones de méritos, interpretan los elementos de su entorno en función de lo que ven en sus canales de pantalla; y, magistralmente, en Tu historia completa se cierra el círculo, donde la viviencia mediada por una memoria débil se sustituye por la vivencia mediada por una memoria exacta, pero igualmente cuestionable.
Porque una de las claves que traspasa los tres capítulos es precisamente que no se trabaja con los hechos, con los objetos o con las personas, sino con el juicio o interpretación que sobre ellos se establece. Un recuerdo se convierte en lo que uno o varios concluyen, por emoción, por discusión, por convención, qué es ese recuerdo; el recuerdo está ahí, tal cual, pero constantemente puede ser cuestionado y redefinido, y ese cuestionamiento también será un recuerdo cuestionable. Lo que cada uno pueda tener de original o auténtico no se percibe, sino en función de los valores deseados: una cancioncilla cantada para que no nos oigan mear puede ser interpretada como una salida de pura belleza hacia la verdad, o es que llamamos belleza a lo que no admitimos de nuestros más bajos instintos sí verdaderos. Porque nadie presta atención a la princesa, a la que se supone que hay que salvar, sino al acto abominable del héroe, cuya abominación, no olvidemos, está cargada de referentes culturales.
Y este mundo distorsionado no creo en absoluto que sea un futuro inminente. Es el reflejo más atronador de la sociedad actual que haya visto últimamente. Ya Platón hablaba de ello con su mito de la caverna. Orson Wells en su radiotransmisión de la Guerra de los Mundos dio prueba de hasta dónde podía llegar la vivencia de la hiperrealidad. Werther de Goethe causó una oleada de romanticismo, suicidios y explosión de sentimientos por toda europa durante décadas, tal vez aún durante siglos. Pero si alguna vez la economía, la política, se movió sobre un atlas imaginario de necesidades y modas, hoy día, la economía se ha desdoblado en demandas de demandas, demanda de deuda, deudas de deuda, números sobre números, valores sobre valores.
Y nuestros sentimientos qué. Y nuestras decisiones qué. Cuánto de reales o hiperreales son. Dependen de los hechos o bien dependen del repertorio de novelas, partidos de fútbol, y tratados de psicología que hemos visionado. Sentimos lo que sentimos, vivimos lo que vivimos, pero sólo accedemos al debate de opinión, al juicio de valor que sometemos desde nuestra memoria, desde nuestras conversaciones o desde los múltiples y variados textos de los medios de comunicación. Pero los sentimientos son reales, y nuestra decisión ha sido un hecho (interpretable, por supuesto).
Podríamos descubrir que realmente vivimos no en nosotros mismos, sino en esos objetos, que no son objetos, sino reflejos de reflejos. Como los muñequitos de Disney, que bien pueden ser ratones, teteras, soles o juguetes. Jugetes, sí, juguetes. Periódicos. Obras de arte. Pomos de cajones. Capa de pintura sintética para el borde de la sonrisa nike de unas zapatillas. Que no podemos dejar de mirar.

Algunos enlaces sonbre Hiperrealidad:
Sobre Black Mirrror:

domingo, 9 de septiembre de 2012

SÉNECA: Razón y opinión.

.....Mientras erremos de acá para allá sin seguir a otro guía que los rumores y los clamores discordantes que nos llaman hacia distintos lugares, se consumirá entre errores nuestra corta vida, aunque trabajemos día y noche para mejorar nuestro espíritu. Hay que decidir, pues, a dónde nos dirijamos y por dónde, no sin ayuda de algún hombre experto que haya explorado el camino por donde avanzamos, ya que aquí la situación no es la misma que en los demás viajes; en éstos hay algún sendero, y los habitantes a quienes se pregunta no permiten extraviarse; pero aquí el camino más frecuentado y más famoso es el que más engaña.
.....Por tanto, nada importa más que no seguir, como ovejas, el rebaño de los que nos preceden, yendo así, no a donde hay que ir, sino a donde se va. Y ciertamente nada nos envuelve en mayores males que acomodarnos al rumor, persuadidos de que lo mejor es lo admitido por el asentimiento de muchos, tener por buenos los ejemplos numerosos y no vivir racionalmente, sino por imitación.
.....De ahí esa aglomeración tan grande de personas que se precipitan unas sobre otras. Lo que ocurre en una gran catástrofe colectiva, cuando la gente misma se aplasta, nadie cae sin arrastrar a otro y los primeros son la perdición de los que siguen, puedes verlo suceder en toda vida; nadie yerra sólo por su cuenta, sino que es causa y autor del error ajeno. Es dañoso, pues, apegarse a los que van delante; y como todos prefieren creer que juzgar, nunca se juzga acerca de la vida, siempre se cree, y nos perturba y pierde el error que pasa de mano en mano. Perecemos por el ejemplo de los demás; nos salvaremos si nos separamos de la masa.
.....Pero ahora la gente se enfrenta con la razón, en defensa de su mal. Y sucede lo mismo que en los comicios, en los cuales los mismos que han nombrado a los pretores, se admiran de que hayan sido nombrados, cuando ha mudado el inconstante favor; aprobamos y condenamos las mismas cosas; éste es el resultado de todo juicio que se falla por el voto de la mayoría.

Lucio Anneo Séneca: Ad Gallionem de vita beata, I. (58 d. C.)

Siempre me ha maravillado la sensación de actualidad que tienen los clásicos. Con ello me justifico mi predilección por los textos antiguos y mi desconsideración a tanto panfleto nuevo. Así podréis intuir claramente cuál es mi perspectiva. Con todo, si ya los sofistas nos dieron a entender este poder caótico del discurso (un mundo de selva ideológica por encima del mundo de caos material), es hoy día, con los mass-media, con la televisión, con internet y sobre todo con foros tan dinámicos y versátiles como twitter, cuando podemos percibir en toda su fuerza el vertiginoso océano del discurso humano.
Visto desde nuestra posición, lo que Séneca propone es paradójico. Porque tal como lo plantea, de todas las dinámicas de discurso posibles, prefiere seguir aquella que tenga un criterio de verdad, o de razón, la verdadera sabiduría. Y él mismo reconoce que ese no es el discurso más transitado. Ahora bien, ese criterio de verdad implica un punto de fe en la idea, en la razón, en el maestro. Ese punto de fe, hoy se consideraría impensable; a esto hemos llegado.
Hoy diríamos, no que Séneca pensaba, sino que era un filósofo de la escuela estoica. Y haríamos hincapié en la fragrante contradicción entre sus libros y su estilo de vida; como si esa apreciación fuera un logro de nuestra perspeciva histórica y no un legado de los cronistas latinos suyos contemporáneos. Hoy no intentaríamos adentrarnos en el pensamiento de Séneca (que a quién le importa si pudiera tener razón o no) sino a conectar sus ideas con cualquier cosa que se nos ocurra, e incluso a hacer los malabarismos necesarios para sujetarlos (bien dicho, sujetar no las ideas, sino los malabarismos mismos) a nuestro interés. O tal vez eso no se haga hoy sino yo.
Y podríamos decir que nuestra civilización occidental ha seguido el curso de ese camino propuesto por Séneca, paciente, de la razón, la ciencia. Habrá quien diga que la tecnología, titánico übermensch, es buena prueba de ello. Pero precisamente, "liberado" por su tecnología, el hombre occidental experimenta hoy la fe democrática en todos los discursos, cada cual el suyo y afín a sus más extravagantes semejantes. Y a lo que guarda una fe estructurada en un sistema más nivelado se le llama Edad Media o lo oriental, o ciencia. Más o menos.
Porque ciertamente, no hay prueba más contundente de lo imprevisiblemente dinámico y convulsivo que se ha vuelto el discurso occidental, que twitter, sus trending topics, sus movilizaciones masivas, su tormenta de ideas, su inusitada competitividad. Y quien pretenda, en política, en moral, en salud, en saber, encontrar un camino de baldosas amarillas, un ascético sendero de ascensión espiritual, un idiológico programa de soluciones... las lleva claras; porque por fin hemos recuperado para la humanidad a Iris multicolor, la mensajera de los dioses, que nos calza cada día a nosotros mortales con sandalias de eternidad. 
Tenemos, por tanto esta otra opción, que es la que abomina Séneca y que es la que creo que viene a llamarse Posmodernidad. Y el último gran paradigma estético de esta opción la observamos en el movimiento Superflat. Una explosión convulsa de todo, de todos los valores, de todas las ideas, de todos los sentimientos, de todos los objetos, atrapados como en el alfiler del ahora.
Se trata de dejarse romper por el castigo mongol de la caótica tensión de discursos. Rápidamente se puede comprobar que eso no es del todo posible. Siempre sobreviven restos de perspectiva. Pero si llegáramos a la utopía de la destrucción, al final encontraríamos el punto esencial donde se sitúa cada sujeto. El yo y su circunstancia; el yo, su circunstancia y su perspectiva. Se trata, pues, de dejarse romper por el caos de perspectivas para que no haya más circunstancias que el momento, ni yo más egoísta que el vacío; o acaso el vacío es imposible.
El que haya ido siguiendo este blog, se habrá dado cuenta de que en cierto modo es un paseo imposible hacia esa utopía sin espacio, por las utopistas que son los comentarios de texto (hermenáutica): dar rienda suelta a las ideas de unos y de otros, a destapar ideas de los objetos, a tratar las obsesiones propias y ajenas como objetos de los que sacar nuevas ideas, en un trabajo siempre parcial, pues en el mejor de los casos inventaríamos nuevas obsesiones que tratar como objetos con que generar nuevos discursos dignos de ser comentados.

domingo, 2 de septiembre de 2012

SCHEHEREZADE

Cuando uno escucha Sheherezade, lo primero que oye es el egoísmo del rey Schahriar.

Hace unas treinta y cinco lunas empecé la lectura de Las mil noches y una noche, y rápidamente quedé fascinado por su ritmo y por la locura inicial del rey Schahriar. Así que yo, considerándome no menos loco que el rey como para no merecer el mismo tratamiento, tomé la determinación de seguir ese mismo ritmo, y leer una sola noche cada noche; de esta forma, si realmente tenían algún efecto curativo las palabras de Schahrazada, producirían efecto similar en mi espíritu.
Dicho y hecho, o como tanto se repite en los cuentos de esta sin par narradora: "escucho y obedezco".
Y hace apenas unos días, se cerró la última de las noches, esa una después de las mil, en la que termina la tierna historia del príncipe Jazmín y de la princesa Almendra, broche estelar a todos los movimientos y deseos engarzados entre cientos de relatos.

 
La suit sinfónica Scheherazade de Nicolai Rimsky-Korsakov fue una de las primeras obras musicales que me atrapó desde mi infancia, y sin duda es la pieza que más veces he escuchado en mi vida. Desde aquellos principios en que la escuchaba sin saber, luego las sucesivas transformacioens que esta música ha ido configurando en mis oídos, hasta ahora que acompañará el recuerdo de las noches pasadas junto a Schariar, la dulce Schahrazada y su inocente hermana la pequeña Doniazada.
Cuando uno escucha esta obra de Rimsky-Korsakov, lo primero que oye son los tonos simples y rotundos del rey Schahriar, que rápidamente se suavizan y dan paso a la hermosa y versátil melodía en la que todos reconocemos las palabras de Schahrazada. Y en seguida, la música se vuelve un mar de transformaciones y viajes, variaciones y combinaciones de motivos. Nos llevará por algunas de las melodías más bellas de la historia de la música. Hasta culminar en uno de los finales más emotivos de todo el repertorio occidental.



Y despés de tanto tiempo acompañado y alentado por sus palabras, ¡qué cruelmente rápido pasan mil noches! Y esta noche única y última de la despedida, la ausencia de Schahrazada deja una herida que no ha de cerrarse. Mi corazón y su herida pasarán dialogando "noches más blancas que el rostro de los días, hasta la llegada de la Separadora de amigos, la Destructora de palacios, la Constructora de tumbas, ¡la Inexorable, la Inevitable!".