lunes, 27 de febrero de 2012

La Salud: HIPÓCRATES, Sobre la dieta

En realidad nada perece de todas las cosas ni nada nace que ya antes no existiera. Sólo varian los seres combinándose y disgregándose. Pero los humanos estiman que lo que crece viene a nacer desde el Hades a la luz, y que lo que mengua desde la luz al Hades perece. Pues dan más crédito a sus ojos que a su entendimiento, cuando no son capaces siquiera de juzgar sobre lo visible. Yo, en cambio, explico estas cosas de acuerdo con la razón. Seres vivos, en efecto, los hay tanto aquí como allí. Y no es posible que algo, si está vivo, muera a no ser junto con todo. Pues, ¿adónde irá a morir? Ni tampoco que lo que no existe se origine, pues ¿de dónde vendría a existir? Lo que sucede es que todo aumenta y disminuye hasta el máximo y el mínimo de sus posibilidades.
Lo que en mi discurso llamo "nacer" o "perecer", lo describo así de acuerdo con la gente, pero aclaro que se trata de que eso se mezcla y se disgrega. Lo que sucede es de este modo: nacer y perecer es lo mismo; mezclarse y disgregarse, lo mismo; aumentar y disminuir, lo mismo; nacer y mezcíarse, lo mismo; morir y separarse, lo mismo; cada ser frente a todos y todos frente a cada uno, lo mismo, y nada de todo ello es lo mismo. Pues la convención es contraria a la naturaleza respecto de todo esto.
Todas las cosas, divinas y humanas, se mueven cambiando arriba y abajo. El día y la noche se mueven hasta un máximo y un mínimo. Como la luna va hasta un máximo y un mínimo, asaltos del fuego y del agua, así también el sol va hasta lo más largo y lo más breve, y todo es lo mismo y no lo mismo. Luz para Zeus, oscuridad para Hades; luz para Hades, oscuridad para Zeus; lo de allí viene aquí, y lo de aquí va allá; en cualquier época, en cualquier lugar contrarrestan aquellas cosas la función de éstas y, a la par, éstas de aquí la de aquéllas.
Pero los hombres no saben lo que hacen, mientras que creen saber lo que no hacen, y desconocen lo que ven. Sin embargo todo les sucede por una divina necesidad, tanto lo que quieren como lo que no quieren.

Hipócrates de Cos (460 - 370 a. C.): Sobre la dieta.

Hipócrates concibe la salud como un sistema de equilibrio (idea muy griega ésta) entre las distintas dinámicas que componen al ser humano; tanto en relación al cuerpo como en relación al alma, tanto en su composición como en su actividad. Así pues, la enfermedad simplemente vendría a ser un proceso de compensación de un desorden. Lo vivo y lo humano sólo sería uno de los muchos puntos de equilibrio posibles en la naturaleza. Mientras los movimientos pendulares de nuestra actividad se mantengan cerca de lo humano y lo vivo, allí estaremos; en la medida en que nos acercamos a extremos, es más difícil permanecer en ese lugar de equilibrio y nos acercamos a la disgregación de nuestro ser, y nuestros elementos buscarán nuevos equilibrios. 
Pero un elemento fundamental en el discurso de Hipócrates es el "saber". Si la dinámica de los elementos, ordenada y caótica, responde a la filosofía de Empédocles, de Heráclito o los pitagóricos; la aparición del saber es una clara influencia de Anaxágoras. El saber no es un mero resultado de la dinámica de elementos, es algo que se sitúa en otro plano; si fuera su consecuencia, también sería su causa; si fuera su observador, también sería su creador. El saber es otra cosa.
Hay, pues, un saber divino, que es el saber que rige el cosmos de cada dinámica: todo lo que es, sabe, y sabe lo que es; su ser es su saber. El ser humano participa de ese saber, en la medida en que es un elemento más de la naturaleza. Sin embargo, por el hombre sabemos que existe un "no-saber". Y ese no-saber tendría que estar presente también en cada elemento de la naturaleza. Si nuestros elementos supieran, no acumularían más energía de la necesaria, ni podrían ejercitarse más allá de su extremo; no se daría lugar a la enfermedad ni al cansancio, ni al cambio ni a la muerte. Si sólo existiera el saber, el universo estaría cuantizado. El no-saber es síntoma o se deduce del caos, y es el camino de un ser a otro. Y aquí entra un nuevo factor: el "querer".   
El ser humano no sabe lo que es. Y aunque lo supiera, el ser humano no sabe lo que quiere. Y aunque lo supiera, lo que quiere no es saber. Y aunque lo quisiera, no sabe lo que es el saber. Y aunque lo supiera, no sabe lo que es el querer. Y si lo supiera, entonces ¿qué lo distinguiría de los dioses?
En definitiva, Hipócrates considera que es el desconocimiento lo que lleva a la enfermedad. El desconocimiento lleva a acciones erróneas, alejadas de su intención; dando por hecho que el objetivo es acercarse siempre al punto de equilibrio (no tiene por qué ser ese su oscuro querer). Pero claro, como lo humano y lo vivo no son los únicos puntos de equilibrio, el ser humano, que no sabe lo qué es, qué hace, ni por qué hace lo que hace, se desvirtúa, y acelera su camino a la muerte o a lo inhumano (pero se acerca a su deseo). Porque cada ser, en sí mismo, es tan complejo como el caótico universo; y el ser humano no lo es menos. 
Así pues, la clave para una vida saludable es el conocimiento. En la medida en la que uno sabe lo que hace, difícilmente se desvirtúa; difícilmente puede ser manejado por el vicio quien está manejado por el saber. Y esto vale para una persona saludable; pero vale también para cualquier organización: para una empresa saludable, para un estado saludable, para una humanidad saludable. Es esto que últimamente se está poniendo de moda con el término "transparencia": saber lo que somos, saber lo que hacemos, saber lo que nos pasa. 
Sólo hay un ámbito en el que esto no funciona así de bien... sí, sabía que todos lo estábais sospechando: la educación. En la dinámica educativa entran en juego los tres valores: el ser, el saber y el querer. Porque el ser necesitado de educación es, por definición, un "ser ignorante". Si ese es su ser, podemos interpretarlo como un ser cuyo deseo es el no-saber, pues ese es su ser, y desea seguir siéndolo. O bien, podemos interpretarlo como un ser cuyo deseo es saber aquello que no sabe, y por tanto ser aquello que no es; también esto es ser ignorante. Pero claro, el ignorante que desea saber, ha de enfermar, pues ha de verse transformado como ser. Y no es tan fácil mantener esos cambios siempre dentro de lo humano. Y, sin duda alguna, como cualquier elemento, cada ser humano es un poco de ambos seres: desea no-saber y desea saber.
Pero todo esto contando con que sabemos lo que es el saber. Porque, hay quien sabe mucho, y se sirve de ese saber precisamente para no saber ya nada más; su saber es, pues, ignorancia. También hay quien sabe mucho, pero es un saber de ignorancias, sabe lo que ignora, y se sirve de su saber precisamente para explorar esas y otras ignorancias; su saber es, pues, ignorante.  En cierto modo, podríamos decir que la verdadera ignorancia es el saber de un no-saber; mientras que el verdadero saber tal vez no sea nada, más que eso. Así pues, ¿cómo educar? ¿Educamos en el saber, o educamos en la ignoracia? Tan enfermizo es un saber que huye de la ignorancia como una ignorancia que huye del saber.
El que sabe y no desea más, tiene su propio punto de equilibrio, aunque ese punto sea en sí mismo una enfermedad. El que ignora y no desea más, tiene su propio punto de equilibrio, aunque ese punto sea en sí mismo una enfermedad. He ahí el mundo enfermizo de las escuelas que enfrenta a profesores y alumnos, acantilados de duras rocas; sea como sea, así no puede haber educación saludable. El maestro sabe que el alumno es como él, un ignorante necesitado de saber; el alumno reconoce que el maestro es como él, un ignorante aún más necesitado de saber. Y así, enfermedad tras enfermedad, cambio tras cambio, crisis tras crisis, ir habitando cuántos puntos de equilibrio se inscriban dentro de lo humano.
Hipócrates puso en juego el saber de la época para explicar al ser humano, su enfermedad y su salud. Explicó cómo funcionaban en el cuerpo y en el alma los principios elementales: lo caliente, lo frío, lo seco, lo húmedo; los procesos básicos: el fuego (combustión) y el agua (nutrición). Situó esa composición dentro de sus variables: la edad, el sexo, la geografía, el clima, la meteorología... Lo puso en relación con las actividades del cuerpo (ejercicios, metabolismos) y del alma (los sueños). Era, pues un saber integral. Hoy día, por mucho que nuestro saber sobre esos aspectos haya evolucionado, y nos parezcan discursos absurdos el discurso médico de Hipócrates, tenemos un saber médico menos saludable, en el sentido de que los saberes están disgregados en disciplinas parciales. Es ahora, creo, en este siglo XXI cuando estamos recuperando ese saber integrador, que no sólo ha de tener en cuenta lo que sabemos y queremos saber, sino también lo que desconocemos y queremos desconocer.
Nuestro saber es un ser en sí mismo, aquejado de procesos de enfermedad y salud, movido por las convulsiones caóticas del deseo. 

Sobre la confusión en la mirada de ser humano:
  • Amable artículo en la Wikipedia, con enlaces a los textos en griego en la Wikisource
  • Textos en pdf no demasiado bien digitalizados de Hipócrates; desde http://www.busateo.es/
  • Antonio Pardo: ¿Qué es la salud? Departamento de Humanidades Biomédicas, Universidad de Navarra. Artículo publicado en Revista de Medicina de la Universidad de Navarra, 1997;41(2):4-9.
  • Diferentes definiciones de salud según distintas perspectivas; desde SaludBio.
  • Edgar Lopategui: El concepto de salud.
  • Rogeli Armengol Millans: Sobre las definiciones de salud: salud mental y salud corporal. Discurso de ingreso en la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya como Académico correspondiente. Barcelona, 27 de Enero de 2009; desde http://www.bioeticanet.info/
  • Luis Guerrero y Aníbal León: "Aproximación al concepto de salud. Revisión histórica". Mérida - Venezuela - ISSN 0798-3069 - Año 18 - Nº 53 - Septiembre - Diciembre 2008 - 610-633; desde http://www.saber.ula.ve/
    FERMENTUM
  • Pedro Luis Castellanos: "Sobre el concepto de salud enfermedad. Descripción y explicación de la situación de salud". Bol. Epidemiológico OPS. 1990; vol. 10, Nº 4. Desde SaludColectiva.
  • Sabiduría y Medicina: Sobre la decencia (extracto). Tratados hipocráticos, tomo I. Editorial Gredos, 1983. Traducción: Mª Dolores Lara Nava. [Filosofía Digital, 26/08/2009]. Desde Galeno Digital.
"Hygeia, la predilecta de los felices; habite yo contigo hasta que abandone la vida y tú permanezcas contenta a mi lado. Pues si hay alguna gracia en la riqueza, o en los hijos, o en el mando real que es para los hombres igual a ser un dios, o en los deseos que intentamos cazar con las redes ocultas de Afrodita, o si existe algún otro placer enviado por los disoses a los hombres o algún descanso en los trabajos, sólo en reunión contigo, oh feliz Hygeia, florece y brilla en el trato con la Gracias. Sin ti no hay concordia de espíritu."

Arifrón de Sición (siglo IV a. C.): Himno a Higía (la Salud)


domingo, 19 de febrero de 2012

LA AMBIGÜEDAD: Bodhisattva Guanyin

Bodhisattva Guanyin
11th/12th century A.D.
Polychromed Wood
95 x 65 inches (241.3 cm)
Chinese
Shanxi Province
Liao Dynasty
(A.D. 907-1125)
Purchase: Nelson Trust [34-10]

The Nelson-Atkins Museum of Art. Kansas City, Missouri

El propio concepto de "bodhisattva" es ambiguo. Por un lado sitúa a un ser en el camino de la iluminación máxima; pero por otro, el "bodhisattva" aún está apegado al mundo. Tal y como yo lo entiendo, sería el grado máximo antes de alcanzar el Nirvana y convertirse así en un Buda (que me perdonen los entendidos que tengan la exclusividad del pensamiento budista). En cierto modo, el Bodhisattva sigue ejecutando una "renuncia" a la iluminación perfecta, sin embargo, debido a su elevado grado de iluminación, es un ejemplo heroico para el mundo. Ciertamente, es paradójico.
Además, el significado de Guanyin (o Quanyin) como "bodhisattva de la compasión" es un término redundante. En la idea misma de "compasión" encontramos esa ambigüedad paradójica del bodhisatva: la "empatía" y el "apego". En cierto modo, nos recuerda al valor del héroe occidental, aunque sus características y su visión sean bien distintas.
Es fasciante recrearse en esta antigua talla china de madera. Encontramos ambiüedades por todas partes. Tiene un aspecto femenino, pero su pose es masculina (o al revés). La pose misma es a la vez tensa y relajada, algo firme y algo indolente. Su expresión podría reflejar tanto serenidad como picardía. Sus detalles son tan sencillos como recargados y el conjunto es tan barroco como clásico. Tal vez sean oposiciones viciadas de nuestra mirada occidental, que la cultura oriental pueda asimilar con más facilidad en estas imágenes (aunque me da que la oposición entre oriente y occidente es un espejismo más de la estupidez occidental).
Claro, podríamos recrearnos con más comodidad si incorporáramos la imagen en esta página. Pero al investigar por internet, sólo he encontrado fotografías celosamente guardadas por sus propietarios. De ahí que al final haya desistido de poner ningún enlace. El que esté interesado que recurra a titánico Google y realice sus propias búsquedas. Ahora bien, este percance me da pie a hablar de otras interesantes ambigüedades. (Al hacerlo me doy cuenta de que, aunque parto desde lo más concreto y material, el espacio, hasta lo más abstracto, la identidad, en realidad mi discurso se mueve desde lo más abstracto, la existencia, hasta lo más concreto y material, la propiedad; quedando el saber como nexo intermedio)
  • La ambigüedad del espacio. ¿En qué consistiría el "aquí", en esta cultura nuestra del enlace? Una página 2.0 que está hecha de links, y elementos prestados de otras páginas... se convierte en un collage de código informático. Los que estamos aquí, ¿dónde estamos? Por no añadir la dimensión espacial pretendidamente "real". Mientras leéis o mientras escribo, ¿dónde estamos, en nuestra habitación o en estas letras?, ¿y en qué momento, en el vuestro o en el mío? ¿Qué lugar es este que pudiera llamar "este lugar", que no esté hecho de lo que ya sé de otros lugares? ¿Cuál es el verdadero límite de los objetos?
  • La ambigüedad del saber. Qué es el saber es una cuestión que no podría resolver ahora. Demos por hecho que sabemos qué es el saber. El saber nos rodea. En realidad sólo tenemos acceso al saber, y no a la realidad misma. Y ese saber procede de fuera, pero también de nosotros mismos. Sin nuestro saber no podríamos reconocer el saber que hay fuera; pero sin el saber que hay fuera no tendríamos saber. Por otro lado, observemos cómo hoy dia, nos rodea más saber que en ningún otro momento de la historia. Con un ligero movimiento de mano o de dedos tenemos a nuestro alcance cientos de imágenes, videos, textos, traductores, música... Y sin embargo, vemos día a día que el hombre se pierde en tres o cuatro elementos y no mejora su saber. Incluso a veces parece que vuelve atrás. Después de milenios de bibliotecas, después de un siglo de medios de comunicación de masas, después de décadas enteras de internet... ¿es el hombre realmente más sabio?
  • La ambigüedad de la propiedad. La relación de propiedad y de pertenencia ya es algo ambigüo y casi cómico en su ironía. Pero hay algo que últimamente ya no me molesta, sino que me hace sonreir: la "propiedad intelectual". ¿Realmente alquien puede sentirse propietario de un saber? ¿No le debemos al saber una profunda pertenencia? En internet se ve claramente: mientras más protegen su propiedad, más trabas le ponen al saber, y, por tanto, también le ponen más trabas al conocimiento de ellos mismos. Véase, por ejemplo, la dificultad de acceder a esta imagen (anónima, para más inri; la propiedad de los fotógrafos impiden el conocimiento más eficaz de la fotografía). Pero, al mismo tiempo, es por el concepto de propiedad que existe este museo y podemos conservar esta obra de arte. Es por el egoísmo de los fotógrafos que podemos acceder a esta imagen quienes estamos impedidos por el espacio. Y, por último, no sé qué será más eficaz para el saber, si mi enlace inmediato y gratuito, o la costosa necesidad de una búsqueda.

Todo esto se enlaza en la idea de bodhisattva. ¿Es más valioso el Buda desapegado o el Bodhisattva compasivo? ¿Es más eficaz la entrega gratuita o la reserva costosa? ¿Es más valioso el saber o la ignorancia? ¿Es más real el espacio del objeto o su concepto? ¿Pertenecemos o somos propietarios de nuestra identidad?

domingo, 12 de febrero de 2012

CANTAR DE MÍO CID

[Tirada 63]

Aguijaba el comde  e penssava de andar,
tornando va la cabeça  e catándos atrás;
miedo iva aviendo  que mio Çid se repintrá,
lo que non ferié el caboso  por cuanto en el mundo ha,
una deslealtança  ca non la fizo alguandre.
Hido es el comde,  tornós el de Bivar,
juntós con sus mesnadas,  conpeçós de alegrar
de la ganancia que ha fecha  maravillosa e grand;
tan ricos son los sos  que no saben qué se an. (vv. 1077-1086)

Así termina el Cantar del destiero. Obsérvense las similitudes o simetrías con el comienzo del cantar (tiradas 1 y 2): la mirada atrás, el aguijar al caballo, la reunión con las mesnadas... Pero la diferencia es básica: esta vez es el señor, el conde don Ramón, el que se vuelve derrotado. Y no al destierro, sino a su propia casa. Efectivamente, en la actuación del Cid con el conde don Ramón (tiradas 62 y 63) es donde vemos cuál es el espíritu del Cantar de mío Cid.
  • El desvío épico. Por encima de las batallas, el esquema social, las lecciones de valor, de honor y todo eso que tanto se busca en la épica, cada relato épico levanta un esquema fundamental, que no es exactamtente el mismo que enuncia su discurso. Así, por ejemplo, la Ilíada no trata tanto del asedio de Troya, sino del pétreo corazón de Aquiles, de altas murallas: conseguir que el divino Aquiles, de pies ligeros, se quiebre y se vuelva humano, pise la tierra.
  • El destierro. El relato del Cid es la historia de un destierro. Pero no por su destierro real, sino por el destierro del Rey. En la Jura de Santa Gadea, todo el mundo comprende que el rey Alfonso no es un verdadero Rey. Y eso no puede quedar así: Dios, debe sentenciar ese desorden legal; pero lo hace, muy a su manera, castigando al justo para darle lecciones al pecador. Lo importante en el destierro del Cid es la pérdida del verdadero Rey.
  • La figura del padre. El relato del Cid es la historia de un hijo, el Cid, que, con su perfección, consigue que el padre, el rey, alcance la perfección que le corresponde y sea realmente Rey. Esta ironía nos la adelanta la Odisea misma. Con la "Telemaquía" inicial de la epopeya homérica, el poeta nos da la clave: el viaje de Ulises es la búsqueda de un padre perdido: los trabajos de Ulises para ser Padre-Rey. El Cid, por su parte, es la continua denuncia de un padre imperfecto, algo intolerable en la mentalidad medieval. ¿Cómo asumir la imperfección del padre cuando todos los hombres son "hijos" de Dios, "súbditos" en el Reino de los Cielos? Es curioso que, un héroe que encierra unos valores tan democráticos (los hijos dando lecciones al padre), haya sido utilizado como emblema de nuestra última dictadura. Pero si alguien necesita pruebas de esto que digo, veamos algunos versos:
"Dios, qué buen vassallo,  si oviesse buen señor" (v. 20)
Este es el verso más paradigmático de todo el Poema. Es la esencia del Cid hijo. Un hijo perfecto exige un padre perfecto. ¿Cómo es posible, Dios, que esto no sea así?
"Pues que por mí ganaredes  quesquier que sea dalgo,
todo lo otro  afelo en vuestra mano" (vv. 504-505)
Toda la tirada 24 es un juego de proporcionalidad según el clásico teorema de Tales. Minaya renuncia a sus ganancias en pro del Cid, como el Cid ha de renunciar a sus ganancias en pro de Alfonso (como el Rey debería renunciar a sus ganancias en pro de Dios, la Ley). Minaya es un ejmplo de hijo para su padre el Cid, como el Cid es un ejemplo de hijo para su padre el rey.
"Comed, comde, deste pan  e beved deste vino.
Si lo que digo fiziéredes,  saldredes de cativo;
si non, en todos vuestros días non veredes cristianismo" (vv. 1025-1027)
¿Qué es esto de que el hijo de de comer al padre? Es el hijo el que ofrece aquí su pacto de alianza, de perdón y de libertad. Pan y vino... pues a fin de cuentras el cristinanismo no es la religión del Padre, sino la religión del Hijo.
"El león quando lo vio,  assí envergonçó,
ante mio Çid la cabeça  premió e el rostro fincó.
Mio Çid don Rodrigo  al cuello lo tomó,
e liévalo adestrando, en la red le metió (vv. 2298-2301)
El león, el rey. No en vano es este un episodio tan famoso. Y no será la última vez que el Cid tenga que poner al rey en su sitio.
"Sed en vuestro escaño  commo rey e señor;
acá posaré  con todos aquestos mios". (vv. 3118-3119)
En pleno inicio del juicio por la afrenta de Corpes, ante toda la corte, aún el Cid ha de decirle al rey "aprende a estar en tu sitio". Tú eres el padre, yo soy el hijo. Actúa como padre en correspondencia con mi actuación como hijo. 
  • Y la paradójica libertad. ¿Qué busca el hijo sino salirse de los brazos de su padre? Ese destierro, ese estar fuera de casa, ese estar en la calle haciendo travesuras, campando a sus anchas, sin más ley que su propia imaginación... ¿no es la libertad soñada de todo hijo? Pero este no es un relato sobre el hijo rebelde, sino el del hijo ejemplar, que lo que quiere es construir al Padre. Es curioso que con el destierro, lo que el Cid tenga que conquistar sea su libertad. Y también en este sentido el poema da su lección sobre lo que es la libertad (que aprendan los falsos hijos y aprendan los falsos padres), nos lo deja muy clarito: "tan ricos son los sos  que no saben qué se an".