En realidad nada perece de todas las cosas ni nada nace que ya antes no existiera. Sólo varian los seres combinándose y disgregándose. Pero los humanos estiman que lo que crece viene a nacer desde el Hades a la luz, y que lo que mengua desde la luz al Hades perece. Pues dan más crédito a sus ojos que a su entendimiento, cuando no son capaces siquiera de juzgar sobre lo visible. Yo, en cambio, explico estas cosas de acuerdo con la razón. Seres vivos, en efecto, los hay tanto aquí como allí. Y no es posible que algo, si está vivo, muera a no ser junto con todo. Pues, ¿adónde irá a morir? Ni tampoco que lo que no existe se origine, pues ¿de dónde vendría a existir? Lo que sucede es que todo aumenta y disminuye hasta el máximo y el mínimo de sus posibilidades.
Lo que en mi discurso llamo "nacer" o "perecer", lo describo así de acuerdo con la gente, pero aclaro que se trata de que eso se mezcla y se disgrega. Lo que sucede es de este modo: nacer y perecer es lo mismo; mezclarse y disgregarse, lo mismo; aumentar y disminuir, lo mismo; nacer y mezcíarse, lo mismo; morir y separarse, lo mismo; cada ser frente a todos y todos frente a cada uno, lo mismo, y nada de todo ello es lo mismo. Pues la convención es contraria a la naturaleza respecto de todo esto.
Todas las cosas, divinas y humanas, se mueven cambiando arriba y abajo. El día y la noche se mueven hasta un máximo y un mínimo. Como la luna va hasta un máximo y un mínimo, asaltos del fuego y del agua, así también el sol va hasta lo más largo y lo más breve, y todo es lo mismo y no lo mismo. Luz para Zeus, oscuridad para Hades; luz para Hades, oscuridad para Zeus; lo de allí viene aquí, y lo de aquí va allá; en cualquier época, en cualquier lugar contrarrestan aquellas cosas la función de éstas y, a la par, éstas de aquí la de aquéllas.
Pero los hombres no saben lo que hacen, mientras que creen saber lo que no hacen, y desconocen lo que ven. Sin embargo todo les sucede por una divina necesidad, tanto lo que quieren como lo que no quieren.
Hipócrates de Cos (460 - 370 a. C.): Sobre la dieta.
Hipócrates concibe la salud como un sistema de equilibrio (idea muy griega ésta) entre las distintas dinámicas que componen al ser humano; tanto en relación al cuerpo como en relación al alma, tanto en su composición como en su actividad. Así pues, la enfermedad simplemente vendría a ser un proceso de compensación de un desorden. Lo vivo y lo humano sólo sería uno de los muchos puntos de equilibrio posibles en la naturaleza. Mientras los movimientos pendulares de nuestra actividad se mantengan cerca de lo humano y lo vivo, allí estaremos; en la medida en que nos acercamos a extremos, es más difícil permanecer en ese lugar de equilibrio y nos acercamos a la disgregación de nuestro ser, y nuestros elementos buscarán nuevos equilibrios.
Pero un elemento fundamental en el discurso de Hipócrates es el "saber". Si la dinámica de los elementos, ordenada y caótica, responde a la filosofía de Empédocles, de Heráclito o los pitagóricos; la aparición del saber es una clara influencia de Anaxágoras. El saber no es un mero resultado de la dinámica de elementos, es algo que se sitúa en otro plano; si fuera su consecuencia, también sería su causa; si fuera su observador, también sería su creador. El saber es otra cosa.
Hay, pues, un saber divino, que es el saber que rige el cosmos de cada dinámica: todo lo que es, sabe, y sabe lo que es; su ser es su saber. El ser humano participa de ese saber, en la medida en que es un elemento más de la naturaleza. Sin embargo, por el hombre sabemos que existe un "no-saber". Y ese no-saber tendría que estar presente también en cada elemento de la naturaleza. Si nuestros elementos supieran, no acumularían más energía de la necesaria, ni podrían ejercitarse más allá de su extremo; no se daría lugar a la enfermedad ni al cansancio, ni al cambio ni a la muerte. Si sólo existiera el saber, el universo estaría cuantizado. El no-saber es síntoma o se deduce del caos, y es el camino de un ser a otro. Y aquí entra un nuevo factor: el "querer".
El ser humano no sabe lo que es. Y aunque lo supiera, el ser humano no sabe lo que quiere. Y aunque lo supiera, lo que quiere no es saber. Y aunque lo quisiera, no sabe lo que es el saber. Y aunque lo supiera, no sabe lo que es el querer. Y si lo supiera, entonces ¿qué lo distinguiría de los dioses?
En definitiva, Hipócrates considera que es el desconocimiento lo que lleva a la enfermedad. El desconocimiento lleva a acciones erróneas, alejadas de su intención; dando por hecho que el objetivo es acercarse siempre al punto de equilibrio (no tiene por qué ser ese su oscuro querer). Pero claro, como lo humano y lo vivo no son los únicos puntos de equilibrio, el ser humano, que no sabe lo qué es, qué hace, ni por qué hace lo que hace, se desvirtúa, y acelera su camino a la muerte o a lo inhumano (pero se acerca a su deseo). Porque cada ser, en sí mismo, es tan complejo como el caótico universo; y el ser humano no lo es menos.
Así pues, la clave para una vida saludable es el conocimiento. En la medida en la que uno sabe lo que hace, difícilmente se desvirtúa; difícilmente puede ser manejado por el vicio quien está manejado por el saber. Y esto vale para una persona saludable; pero vale también para cualquier organización: para una empresa saludable, para un estado saludable, para una humanidad saludable. Es esto que últimamente se está poniendo de moda con el término "transparencia": saber lo que somos, saber lo que hacemos, saber lo que nos pasa.
Sólo hay un ámbito en el que esto no funciona así de bien... sí, sabía que todos lo estábais sospechando: la educación. En la dinámica educativa entran en juego los tres valores: el ser, el saber y el querer. Porque el ser necesitado de educación es, por definición, un "ser ignorante". Si ese es su ser, podemos interpretarlo como un ser cuyo deseo es el no-saber, pues ese es su ser, y desea seguir siéndolo. O bien, podemos interpretarlo como un ser cuyo deseo es saber aquello que no sabe, y por tanto ser aquello que no es; también esto es ser ignorante. Pero claro, el ignorante que desea saber, ha de enfermar, pues ha de verse transformado como ser. Y no es tan fácil mantener esos cambios siempre dentro de lo humano. Y, sin duda alguna, como cualquier elemento, cada ser humano es un poco de ambos seres: desea no-saber y desea saber.
Pero todo esto contando con que sabemos lo que es el saber. Porque, hay quien sabe mucho, y se sirve de ese saber precisamente para no saber ya nada más; su saber es, pues, ignorancia. También hay quien sabe mucho, pero es un saber de ignorancias, sabe lo que ignora, y se sirve de su saber precisamente para explorar esas y otras ignorancias; su saber es, pues, ignorante. En cierto modo, podríamos decir que la verdadera ignorancia es el saber de un no-saber; mientras que el verdadero saber tal vez no sea nada, más que eso. Así pues, ¿cómo educar? ¿Educamos en el saber, o educamos en la ignoracia? Tan enfermizo es un saber que huye de la ignorancia como una ignorancia que huye del saber.
El que sabe y no desea más, tiene su propio punto de equilibrio, aunque ese punto sea en sí mismo una enfermedad. El que ignora y no desea más, tiene su propio punto de equilibrio, aunque ese punto sea en sí mismo una enfermedad. He ahí el mundo enfermizo de las escuelas que enfrenta a profesores y alumnos, acantilados de duras rocas; sea como sea, así no puede haber educación saludable. El maestro sabe que el alumno es como él, un ignorante necesitado de saber; el alumno reconoce que el maestro es como él, un ignorante aún más necesitado de saber. Y así, enfermedad tras enfermedad, cambio tras cambio, crisis tras crisis, ir habitando cuántos puntos de equilibrio se inscriban dentro de lo humano.
Hipócrates puso en juego el saber de la época para explicar al ser humano, su enfermedad y su salud. Explicó cómo funcionaban en el cuerpo y en el alma los principios elementales: lo caliente, lo frío, lo seco, lo húmedo; los procesos básicos: el fuego (combustión) y el agua (nutrición). Situó esa composición dentro de sus variables: la edad, el sexo, la geografía, el clima, la meteorología... Lo puso en relación con las actividades del cuerpo (ejercicios, metabolismos) y del alma (los sueños). Era, pues un saber integral. Hoy día, por mucho que nuestro saber sobre esos aspectos haya evolucionado, y nos parezcan discursos absurdos el discurso médico de Hipócrates, tenemos un saber médico menos saludable, en el sentido de que los saberes están disgregados en disciplinas parciales. Es ahora, creo, en este siglo XXI cuando estamos recuperando ese saber integrador, que no sólo ha de tener en cuenta lo que sabemos y queremos saber, sino también lo que desconocemos y queremos desconocer.
Nuestro saber es un ser en sí mismo, aquejado de procesos de enfermedad y salud, movido por las convulsiones caóticas del deseo.
Sobre la confusión en la mirada de ser humano:
- Amable artículo en la Wikipedia, con enlaces a los textos en griego en la Wikisource.
- Textos en pdf no demasiado bien digitalizados de Hipócrates; desde http://www.busateo.es/
- Antonio Pardo: ¿Qué es la salud? Departamento de Humanidades Biomédicas, Universidad de Navarra. Artículo publicado en Revista de Medicina de la Universidad de Navarra, 1997;41(2):4-9.
- Diferentes definiciones de salud según distintas perspectivas; desde SaludBio.
- Edgar Lopategui: El concepto de salud.
- Rogeli Armengol Millans: Sobre las definiciones de salud: salud mental y salud corporal. Discurso de ingreso en la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya como Académico correspondiente. Barcelona, 27 de Enero de 2009; desde http://www.bioeticanet.info/
- Luis Guerrero y Aníbal León: "Aproximación al concepto de salud. Revisión histórica". Mérida - Venezuela - ISSN 0798-3069 - Año 18 - Nº 53 - Septiembre - Diciembre 2008 - 610-633; desde http://www.saber.ula.ve/
FERMENTUM - Pedro Luis Castellanos: "Sobre el concepto de salud enfermedad. Descripción y explicación de la situación de salud". Bol. Epidemiológico OPS. 1990; vol. 10, Nº 4. Desde SaludColectiva.
- Sabiduría y Medicina: Sobre la decencia (extracto). Tratados hipocráticos, tomo I. Editorial Gredos, 1983. Traducción: Mª Dolores Lara Nava. [Filosofía Digital, 26/08/2009]. Desde Galeno Digital.
"Hygeia, la predilecta de los felices; habite yo contigo hasta que abandone la vida y tú permanezcas contenta a mi lado. Pues si hay alguna gracia en la riqueza, o en los hijos, o en el mando real que es para los hombres igual a ser un dios, o en los deseos que intentamos cazar con las redes ocultas de Afrodita, o si existe algún otro placer enviado por los disoses a los hombres o algún descanso en los trabajos, sólo en reunión contigo, oh feliz Hygeia, florece y brilla en el trato con la Gracias. Sin ti no hay concordia de espíritu."
Arifrón de Sición (siglo IV a. C.): Himno a Higía (la Salud)
molaaaa;)
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