domingo, 28 de diciembre de 2014

EL ANÁLISIS: Los crímenes de la calle Morgue, de Poe

The analytical power should not be confounded with ample ingenuity; for while the analyst is necessarily ingenious, the ingenious man is often remarkably incapable of analysis. The constructive or combining power, by which ingenuity is usually manifested, and to which the phrenologists (I believe erroneously) have assigned a separate organ, supposing it a primitive faculty, has been so frequently seen in those whose intellect bordered otherwise upon idiocy, as to have attracted general observation among writers on morals. Between ingenuity and the analytic ability there exists a difference far greater, indeed, than that between the fancy and the imagination, but of a character very strictly analogous. It will be found, in fact, that the ingenious are always fanciful, and the truly imaginative never otherwise than analytic.
The narrative which follows will appear to the reader somewhat in the light of a commentary upon the propositions just advanced.

Edgar Allan Poe: The Murders in the Rue Morgue (1841)

Obsérvese que este texto (aquí sólo el final) no es un prólogo para el relato de los crímenes, como a veces parece indicarse. Es al revés: la historieta de los asesinatos es un ejemplo plástico para ilustrar esta disertación.
Lo que dice del ingenio es realmente terrible. Resumiendo, podríamos decir que Poe equipara el pensamiento "ingenioso" con un uso hábil de la combinatoria. Así, vemos como las potentes computadoras pueden parecernos ingeniosas, en sus juegos. ¿En esto se quedaría también el pensamiento humano? Lo terrible es que cuando repasamos las conversaciones y los textos de la gente (en estos tiempos floridos de tertulianos y comentarisatas -como yo-), acabamos comprobando que las opiniones se repiten. A distintos niveles, los textos se repiten: se sueltan trozos de discurso entero aquí y allá. Un niño parece que piensa y es ingenioso, cuando apenas propone respuestas imitadas que a veces encajan y a veces no (¡cuánta su alegría cuando comprueba que son bien recibidas, hasta oculta con cara vergonzosa su entusiasmo y el goce que le produce el entusiasmo de los demás -¿será esto auténtica vergüenza o es una respuesta aprendida?-!). Igual los adultos, con la finura y amplitud de su repertorio (un más o menos paciente análisis acabará dando cuenta de lo acotado de ese repertorio), como bien observamos en la pesadas obsesiones de la vejez.
Lo maquinal del discurso (y el pensamiento) humano, ¿quién está dispuesto a admitirlo? Cuanto de cierto tenga el conductismo.
Lo que dice Poe sobre el análisis (con los contextos que propone: las damas, el whist, Dupin) parece  que sólo puede aplicarse a la observación y la escucha. La acción resultante ya es otra cosa. Podríamos resumir el análisis como la prolija atención al detalle: las minúsculas asociaciones entre significantes. El analista, construyéndose en consecuencia con ese paisaje, obrará con un efecto que él mismo no puede (ni necesita) controlar. El acto ya no es análisis. El significado, la estructura, la predicción que alguien quisiera ver en su análisis, eso es otra cosa distinta, tal vez un gesto de ingenio.
Por otro lado, el ingenio queda reducido en el planteamiento de Poe al conocimiento de la mecánica del juego. Cualquiera con paciencia suficiente podría aprenderse las reglas y desarrollar el juego con destreza suficiente. El analísta atiende a la persona, al jugador. ¿Qué reglas pueden construir a un jugador que probablemente se vea afectado por el analista mismo? La persona va cambiando y construyéndose. Si la persona no es una máquina, siempre va a guardar algo de impredecible (o no; es difícil saberlo). Ese punto de saber fracasado impregna la mirada analítica. Nada que ver con la seguridad del que alardea de su inapeblabilidad técnica. 
Aquel que está convencido agacha la cabeza (irónicamente por su actitud altiva) a la etimología: "vencido con eso". A lo largo del relato, Poe hace varias veces incapié en ese falsete de Dupin explicando su razonamiento. Este es el Dupin ingenioso, que tantos se admiran de oír (es curioso cómo en castellano, confunden los términos al traducir "resolvent" por "analista"). El otro Dupin, callado, no misterioso sino simplemente callado, observador, atento, ese es el Dupin analista. 
Observing him in these moods, I often dwelt meditatively upon the old philosophy of the Bi-Part Soul, and amused myself with the fancy of a double Dupin—the creative and the resolvent.
Al observarlo en esos casos, me ocurría muchas veces pensar en la antigua filosofía del alma doble, y me divertía con la fantasía de un doble Dupin: el creativo y el solventor. 
Entonces, algo así podríamos decir del Poe mismo escritor. ¿Se esconde alguna ironía en la composición de este relato?, y si fuera así ¿qué tipo de ironía? Su acto, su escritura es una labor de ingenio ante las ideas que ha labrado en su mente. Al genial analista que hay detrás de sus relatos sólo podremos llegar a través de un fino análisis. Pero ese análisis ¿será como el de G*y su equipo o como el de Dupin en La carta robada?:
Durante una hora por lo menos habíamos permanecido en un profundo silencio; cada uno de nostros, para cualquier casual observador, hubiese parecido intensa y exclusivamente atento a las volutas de humo que adensaban la atmósfera de la habitación. 
En efecto. Muchas veces parece estudiarse a las personas como si no tuvieran pensamiento; y cuando se les atribuye pensamiento, difícilmente se alejan de atribuirles intenciones que más parecerían porpias que del otro. Cada cual pone en el lugar del otro su propio fantasma, que a su vez sea copia del fantasma de otro. Siendo así, ¿qué obras consideraríamos producto de esa "auténtica imaginación"?

El poder analítico no debiera confundirse con el mero ingenio, ya que si el analista es por necesidad ingenioso, con frecuencia el hombre ingenioso se muestra notablemente incapacitado para el análisis. La facultad constructiva o combinatoria por la cual se manifiesta habitualmente el ingenio, y a la que los frenólogos (erróneamente, a mi juicio) han asignado un órgano aparte, considerándola una facultad primordial, ha sido observada con tanta frecuencia en personas cuyo intelecto lindaba con la idiotez, que ha provocado las observaciones de los estudiosos del carácter. Entre el ingenio y la habilidad analítica existe una diferencia mucho mayor que entre la fantasía y la imaginación, pero de naturaleza estrictamente análoga. En efecto, cabe observar que los ingeniosos son siempre muy fantasiosos, mientras que el verdaderamente imaginativo no es otra cosa que analista.
El relato siguiente representará para el lector algo así como un comentario de las afirmaciones que anteceden.

Edgar Allan Poe: Los asesinatos de la calle Morgue (1841)

 

lunes, 22 de diciembre de 2014

PENSAMIENTO Y DISCURSO: La vida de Pi, de Yann Martel

Los suricatas se volvieron. Lo hicieron como si fueran una sola persona, girándose todos a la vez para mirar en la misma dirección. Salí para ver qué ocurría. Era Richard Parker. Él confirmó lo que ya había deducido: que estos suricatas llevaban tantas generaciones sin predadores que cualquier noción de la distancia de huida, de miedo, había sido genéticamente eliminada. Lo vi avanzando entre medio de ellos, dejando una estela de muerte y destrucción a su paso, devorando un suricata detrás de otro, con la boca ensangrentada, y ellos, los suricatas, a pesar de estar al ladito de un tigre, estaban dando brincos como si estuvieran gritando: "¡Ahora yo! ¡Me toca a mí!". Iba a presenciar la misma escena decenas de veces. Nada iba a distraer a los suricatas de su vida de mirar estanques y mordisquear algas. Poco importaba que Richard Parker se acercara sigilosamente por detrás y se abalanzara sobre ellos con una tormenta de rugidos o que pasara por su lado con indiferencia; les daba igual. No se contrariaban por nada. Reinaba la docilidad.

Yann Martel: La vida de Pi (2001)
Segunda parte: "El océano Pacífico", capítulo 92.
Traducción de Bianca Southwood 

Permítanme que juegue a catalogar un rato. Hay cinco formas de afrontar nuestra relación con el discurso, más una más que no me atrevo del todo a colocar seguro.
  1. Copia. Es el nivel básico. Todos copiamos. Todo nuestro discurso es una agilísima labor de "copy-paste" continuo. El resultado es un collage que aparentemente da como resultado otra cosa, improvisada, nueva... pero no. Por supuesto, asumo que ahora, al escribir esto, yo mismo copio: palabras de mi diccionario mental de palabras, ideas de mi enciclopedia mental de ideas, trozos enteros de discurso de mi grabadora personal de discursos.
  2. Descripción. Hasta hoy, la mayoría de las labores académicas y educativas se conforman con elaborar descripciones más o menos prolijas. Enumerar las características de un objeto, pasar lista a sus matices; pero previamente considerar cuáles son las características que merecen ser descubiertas y repasadas, cuáles son los matices que hay que buscar. Este texto mío, por su parte, sería un texto descriptivo. Enumerar, catalogar, presentar ordenadamente. Muchos llaman pensameniento a lo que es sólo descripción.
    Sobre este fragmento de Yann Martel, podríamos enumerar los personajes, clasificarlos. Podríamos desentrañar la cadena de sus ideas, su ordenación, su jerarquía. Elementos de la narración: narrador, espacio, lugar... Características propias del género novelístico, de la literatura contemporánea, etc.
  3. Interpretación. Consiste en volcar otro texto en el texto. Y así pensamos. El principal proceso de interpretación es la analogía. En cierto modo es un efecto lateral del proceso de copia y pega. Copiamos palabras, copiamos enunciados, copiamos textos, y todos esos niveles se engarzan llevándose consigo copias aledañas. Un texto sirve de alegoría para el otro, y un tercer texto remata la identificación.
    Aquí podríamos asociar a los suricatas con los efectos de la domesticación, con los medios de comunicación de masas, con el aburguesamiento urbano, con el sistema educativo, con la borrachera de poder del hombre adulto y su oficio... Procesos de automatismos autodestructivos. O es una referencia velada a los peligros (culturales, ecológicos, económicos) de la globalización. Cada cual interpretará según su registro de textos personal.
  4. Análisis. Hoy considero que es un tipo derivado de interpretación; pero no deja de ser un tipo de interpretación. En su momomento puede ser considerado un método distinto. En el análisis, el texto no se toma como un bloque semántico, sino que se desmenuza. Los elementos se subdividen en otros elementos, se describe la relación entre ellos y la interpretación no podrá dejar de tener en cuenta estas relaciones. Se trata de alejarse de los significados de los elementos y atender a su función. Pero, claro, ¿qué significa el concepto función?
    El análisis buscaba conservar la objetividad aséptica de la descripción y alcanzar la sensación de profundidad que produce la interpretación. Componer los textos con el rigor del lenguaje matemático. Pero el rigor de la descripción funcional viene de la aplicación de una estructura teórica; la aplicación de esa estructura teórica vuelve a ser una interpretación: un texto volcado sobre otro texto. ¿Y la teoría de la estructura teórica viene de la descripción objetiva de los textos o es la objetividad de la descripción la que se desprende del rigor teórico? Y esto enfocado tanto a la hemenéutica como a la erótica.
    Obsérvese que este principio de incertidumbre es uno de los puntos de partida de la novela La vida de Pi. Si aquello que llamamos realidad no es sino una ficción más, es difícil saber dónde estamos centrando nuestra descripción: si atendemos al objeto, el marco teórico se vuelve impreciso; si atendemos al marco teórico, el objeto se difumina.
    Afrontar un análisis de este fragmento nos llevaría a considerar cómo funciona cada elemento con respecto a los otros. Así, ¿qué es Richard Parker para los suricatas y viceversa?, pero también ¿qué son para Pi y viceversa? Habría que analizar también el momento de la narración, el contexto. El análisis, como guía de la interpretación correcta, nos llevaría a descartar toda analogía que no guardara la correspondencia con esas funciones, donde x sea a y como a es a b. Por ejemplo, los mecamismos de automatización y domesticación de los que antes hablamos habría que aplicarlos al conflicto entre "discurso científico", "discurso religioso" y "relato novelístico" que va desarrollando todo el libro. Los suricatas serían un modo de posicionamiento ante el discurso, tal y como se posicionan ante el tigre. El tigre sería un posicionamiento ante el discurso, tal y como se posiciona ante los suricatas. ¿O el tigre es el discurso mismo? El análisis riguroso nos debería dar la respuesta como si de un proceso mecanicista se tratara.
  5. Deconstrucción. Aceptemos que el análisis es un método de interpretación. Sin análisis difícilmente puede darse la deconstrucción. En ella, el método se toma como un discurso mismo. La función es una ficción más. Se aplica y se transforma a un tiempo. El texto se construye junto con sus variables interpretativas en un metatexto que siempre se está generando y escapándosenos. Un poco de donde dije digo digo Diego. Las pretendidas funciones se sostienen junto a las pretendidas incongruencias y las posibilidades son tan potencia como acto. No se trata de desestructurar; las estructuras se mantienen, pero se metaestructuran unos métodos con otros, unos modelos con otros, y no de manera análoga, sino por elementos. La deconstrucción tiene mucho de juego y de encuentro.
    ¿Qué sería de Richard Parker si se acostumbrara a la mansedumbre de los suricatas? ¿Qué sería de las sucesivas generaciones de Suricatas expurgadas por Richard Parker? ¿Qué si la isla fuera la eternidad? Multitud de Richard Parker furiosos ante el gran suricata. Y/o Pi (siendo Pi función de x y/o y).
Y falta un proceso más: la imaginación, el proceso creativo (¿es lo mismo imaginación que deconstrucción?). En realidad, el producto textual nuevo, sólo es posible mediante los procesos anteriores. Sin los procesos de copia e interpretación (tal vez los mismos), ningún texto sería reconocido como tal. Sin los procesos de descripción y análisis la deconstrucción es imposible (y por tanto acabaría redundando la copia y la interpretación). Es el funcionamiento constante y simultáneo de todos los procesos lo que da lugar al acto, al texto creativo (¿es el texto un acto, o es el objeto producto del cual?).

domingo, 7 de diciembre de 2014

Derrida: LA DECONSTRUCCIÓN

                                                                         ¿Crees que haya estaciones de escucha? ¿Que alguien abra nuestras cartas? No sé si semejante hipótesis me aterroriza o si la necesito Jonathan y Cynthia permanecían cerca de mí a un lado del escaparate, de la mesa más bien donde extendida, bajo el vidrio, en un féretro transparente, entre centenares de reproducciones ahí expuestas, esa tarjeta había de saltarme a la vista. Ya sólo tenía ojos para ella pero eso no me impedía sentir cómo, muy cerca de mí, Jonathan y Cynthia me observaban de reojo, me miraban ver. Como si acecharan para terminar los efectos de un espectáculo puesto por ambos en escena (acaban más o menos de casarse)
                                                                                                                                No sabía yo dónde meterme. ¿Cómo mirar al fondo de tantos rectángulos entre las piernas de Socrates, si acaso es él? Sigo sin saber ver lo que hay que ver. Da la impresión (mira del otro lado, voltea la tarjeta) de que Plato, si acaso es él, tampoco ve, ni siquiera intenta quizá saber, mirando a otra parte y a la lontananza por encima del hombro del otro, lo que S. está en vías de, sí, en vías de escribir o de raspar sobre un último rectángulo pequeño, un último pequeño en medio de todos los demás (cuéntalos, son al menos 23). Ese último pequeño es el más “interior” de todos, parece virgen. Es el área de escritura de Sócrates y te imaginas la misiva o la carta rectangular, la tarjeta postal de Sócrates. ¿A quién crees que le escriba? Para mí eso resulta siempre más importante que saber qué se escribe; por cierto, creo que da lo mismo, en fin, lo otro. Y plato, mucho más pequeño, se yergue detrás de Socrates, con un pie en el aire como si quisiera ponerse a la altura o como si corriera para tomar un tren en marcha (eso es exactamente lo que hizo, ¿no?). A no ser que en realidad empuje un cochecito de niño, o de anciano, o de inválido (Gängelwagen, para dar el ejemplo, como dirá el gran heredero de la escena). Voltéala muy rápidamente: Plato toma vuelo sobre una patineta (si no te es fácil ver la escena, oculta a Socrates, y multiplica los accesorios para ocultar, ponlos en movimiento, muévelos en todos sentidos, aísla las partes de cada personaje y haz pasar la película), Plato cobrador de tranvía en un país pobre, se halla sobre el estribo y empuja a los jóvenes hacia dentro en el momento de arrancar. Los empuja por la espalda. Plato chofer de tranvía, con el pie sobre un pedal o sobre la palanca de la señal sonora (bastante señala por sí mismo, ¿no te parece?, con ese dedo en alto) y conduce, conduce evitando el descarrilamiento. En lo alto de las escaleras, sobre el último escalón, llama el elevador
                                                                        me acusas siempre, dices que “deliro”, y bien sabes por desgracia lo que eso significa según nuestro código
jamás he delirado tanto
                                           pierdo la voz de tanto llamarte, háblame, dime la verdad.

Jacques Derrida: LA TARJETA POSTAL de Sócrates a Freud y más allá
Parte I: "Envíos". "6 de junio de 1977"

 Sucede que hay textos que nos enseñan a leer. Porque difícilmente podemos encajar esa lectura en un modelo, se escapa de los géneros. Luego hay obras que explican una forma de lectura "literalmente". Y se diferenciaba el texto leído del texto comentado, como si el texto que comenta no fuera a su vez un texto. ¿Quién iba a tratar en serio un comentario sobre un comentario? Pero así viven las academias, las -logías y -grafías. Muchos siglos antes de que se incendiaran los foros, los comentarios al post y sus enzarzadas disputas.
El caso es que redescubrimos que cualquier texto, nuevo o antiguo, puede ser leído de esa forma que acabamos de aprender. 
En este fragmento, podría pensarse que Derrida hace una alegoría del método deconstructivo. Pero qué fragmento de qué texto no sería siempre una alegoría de su propia deconstrucción.
  1. No sé si semejante hipótesis me aterroriza o si la necesito La ilusión de que somos escuchados. ¿Hablamos por eso? Acaso creemos que al menos nos escuchamos a nosotros mismos. Y si somos el lenguaje de papá y mamá (Jonathan y Cyntia), ellos están ahí cada vez que hablamos, oyéndonos. ¿La enunciación es ya escucha? me miraban ver 
  2. Cómo mirar al fondo de tantos rectángulos entre las piernas Todos esos rectángulos podrían llevarnos a la idea de estructura. Podrían llevarnos a los planteamientos del cubismo pictórico u otras estructuras artísticas. El esqueleto estructural es más fundamental que cualquier contenido. ¿Hay que tomar eso en serio? Derridá viene de vuelta de cincuenta años de dominio estructuralista. Y ese trocear, mirar los trozos, que cada trozo cobre fundamental importancia, lejos del pretendido todo. Cada trozo enlaza, libremente, con lo que sea, ¿fuera del texto? ¿Es acaso el texto -rectángulo- una parte independiente del discurso -rectángulo- general que gestiona nuestra mente, lo que somos? multiplica los accesorios para ocultar, ponlos en movimiento, muévelos en todos sentidos, aísla las partes de cada personaje 
  3. ¿A quién crees que le escriba? Para mí eso resulta siempre más importante que saber qué se escribe; Es más importante saber a quién se escribe que lo que se escribe. ¿A quién escribe Derrida? Y volvemos al primer apunte. por cierto, creo que da lo mismo, en fin, lo otro. 
  4. A no ser que en realidad empuje un cochecito La metáfora. A se transfoma en B. Y ahora comentemos el texto B. En nuestro comentario corremos el riesgo de interpretar y que B se convierta en C. Y habrá quien piense que C explica a A o viceversa. Y así sucesivamente hasta acabar con todos los alfabetos imaginables. ¿Entonces? ¿Cualquier cosa es metáfora de cualquier cosa? ¿Qué ley hay ahí? ¿Qué delimita la metáfora? Acaso es el momento de lectura: quién dice y a quién se lo dice (no qué -apunte 3-). Plato cobrador de tranvía en un país pobre 
  5. no ser que en realidad empuje Lo dicho nos empuja a decir. Pero no podemos decir lo ya dicho, o no seríamos (obsérvese el problema de la traducción -¿en francés dice "a no ser"?-). Pero si no nos empujaran no diríamos. pierdo la voz de tanto llamarte, háblame, dime la verdad.
Otro día seguiré con otros apuntes. Nada sobre si Sócrates o Platón (para eso ya están las vueltas y revueltas de Derrida).