domingo, 30 de enero de 2011

Shane Carruth: PRIMER

Después de Calderón, este es el segundo comentario por encargo que coloco en el Blog. Debo decir, que en Córdoba no nos fue fácil acceder a esta película, y hemos tenido que verla por internet (sirva esto como alegato en contra de las restricciones culturales en la red). Desde luego, no es lo mismo ver esta película (como cualquiera) en el despacho (o el salón) de tu casa que en una sala grande de cine: no es lo mismo estar en el “garaje” que estar en la “caja”. Así que en cierto modo, me he perdido una parte importante de la experiencia de ver esta película.

Para los que aún quieran comprender el entramado del argumento, aconsejo que visiten el seguimiento realizado por Jesús Abad Luque en ¡Qué cosas! y sus comentarios, y revisen el esquema que en esos mismos comentarios se aporta. Pero, de todas formas, he de decir que no es necesario comprender todas las líneas temporales para entrar en la película; es más, lo que yo llamo “cuadrar la trama” es, desde mi punto de vista, un error. Si piensas que tienes acotadas todas las variables, te estás perdiendo parte de la película (la que no está escrita). Así que, antes de nada, empezaré por mostrar los elementos que nos inducen a pensar que es imposible “cuadrar la trama”. Así, nos liberamos de esa obsesión por el argumento y empezamos a pensar en cosas más interesantes.

Para acceder al desarrollo más pormenorizado del comentario, pinchen en el siguiente enlace:

1- Por qué no podemos saber todo lo que pasa: En primer lugar, en la película no parece que haya un número concreto de viajes o de líneas temporales, sino que constantemente aportan datos indefinidos. En segundo lugar, la escena del aeropuerto habre muchas posibilidades. Además hay un par de escenas que aparecen en la película a las que el narrador (Aaron) no tiene acceso. No hay un verdadero control de la narración por parte del propio narrador (algo bastante loable en el guión).
2- Aaron vs. Abe: Una comparación entre los valores de los dos personajes, identificándoles con Caín y Abel, ángel y demonio.
3- Simbolismos para la vida cotidiana: ¿Podemos viajar al pasado? ¿Podemos cambiar el pasado? ¿Hay algún límite en nuestro potencial? ¿Ese límite puede ser transgredido?
4- La paradoja del observador: Relación con algunas famosas paradojas. Paradoja del observador. Paradoja del examen sorpresa. Paradoja Einstein-Podolsky-Rosen. Estadío del espejo. Teoremas de incompletitud de Godel.
5-El cuestionamiento ético: Y al fin, después de toda la parafernalia retórica, lógica, literaria... lo importante de la pelicula, lo más sencillo, lo evidente, a lo que hemos de atender es a lo que discuten los personajes. El problema ético. ¿Cómo actuar cuando somos responsables de nosotros mismos?

Y después de todo, aún sigo sin poder interpretar el sentido del título: "Primer".

domingo, 23 de enero de 2011

CALDERÓN: La vida es sueño

(Segismundo)


Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido:
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.


Calderón de la Barca: La vida es sueño, Acto I, escena II.

NACER, ESTAR PRISIONERO.

La metáfora del despertar y la del prisionero suelen ir juntas, y suelen ser mutuamente paradójicas: soñábamos que éramos libres, pero somos en realidad esclavos de ese sueño. Nacemos cuando despertamos a un mundo de leyes implacables y en gran medida incomprensibles. ¿Y cuántas veces volver a descubrir el verdadero significado del "despertar"?

Pero Calderón incluye el matiz que falta, el que de verdad nos tiene a todos perdidos: la culpa, la moral, "el delito de nacer". Ese apósito que es la moral, como no puede comprender la vida entera, acaba convirtiendo la vida misma en un castigo. Este concepto se amolda muy bien a la doctrina basada en el pecado original; pero ¿de dónde surge ese concepto? En el mismo acto de nacer hemos de sostener una culpa: ¿cuál es ese delito contra los Cielos, o contra nosotros mismos?

La metáfora del prisionero la podemos rastrear desde la caverna de Platón hasta la leyenda de Siddhartha Gautama. En nuestra literatura las dos cumbres máximas de este tópico las vemos en esta obra de Calderón y en el famoso romance. Y además, tampoco es la primera vez que aparecen prisioneros en este blog (curioso que las dos grandes arias de Puccini vengan desde una prisión). El significado de esa prisión suele interpretarse de muchas maneras bastante sencillas: somos prisioneros de nuestro cuerpo, prisioneros de nuestro yo, prisioneros de nuestra ignorancia... pero en realidad somos prisioneros de la paradoja: nuestra prisión surge en el mismo momento en que comprendemos la libertad en el Otro.

¿Y el delito? Si la vida es sueño, despertar es morir. Nacer es despertar a la vida; pero entonces, vivir es despertar a la muerte. El ser es una paradoja, el mundo un imposible. Nada debería existir: toda la creación parece una infracción de las leyes que lo empujan todo hacia el vacío. ¿Quién nos manda nacer? ¿Quién te manda decirme que ya he nacido? Antes te crucifico, que creerte (o si no, hacemos las dos cosas, y como si nada). Ser hijo. .


Más fácil. Cuando despertamos, lo primero que sentimos es que quisiéramos permanecer dormidos. Lo segundo, es que siempre tenemos que cargar con eso que nos llama a estar "tumbados": cada dos por tres la llamada del cansancio, la llamada del hambre, la llamada del placer, la llamada del reposo. Estamos atados a este estar despiertos, y estamos atados a ese estar dormidos; es lo que hay. Y lejos, vemos volar las tórtolas.

¿Hemos de seguir prisioneros de nuestro "ser prisionero"? Hasta qué punto estamos prisioneros del Edipo, el mal galardón otorgado por Dios a los ballesteros..


Y ahora, enlaces interesantes sobre La vida es sueño de Calderón:


  • El mito del elegido: Matrix Vs Segismundo y Hamlet. Identidad, realidad y existencia en la época barroca y Neobarroca. Trabajo realizado por Ana Andújar Ruiz, Ana Costa Pérez y Paula Lax Ruiz. La idea de relacionar a los tres personajes ya es excelente. Y el apoyo bibliográfico siempre se agradece. Un gran trabajo: ¡enhorabuena!

  • El comentario de texto del monólogo citado, a cargo de Alberto Hernández. Otro trabajo digamos que impecable (y que me ha ahorrado muchos formalismos, todo hay que decirlo). Gracias.



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      domingo, 16 de enero de 2011

      Molière: EL AVARO

      VALERIO. Ya veis cómo me las compongo y las hábiles complacencias que he debido emplear para introducirme en su servidumbre; bajo qué máscara de simpatía y de sentimientos adecuados me disfrazo para agradarle, y qué personaje represento a diario con él a fin de lograr su afecto. Hago en ello progresos admirables, y veo que, para conquistar a los hombres, no hay mejor camino que adornarse, a sus ojos, con sus inclinaciones, convenir en sus máximas, ensalzar sus defectos y aplaudir cuanto hacen. Por mucho que se exagere la complacencia y por visible que sea la manera de engañarlos, los más ladinos son grandes incautos ante el halago, y no hay nada tan impertinente y tan ridículo que no se haga tragar cuando se lo sazona con alabanzas. La sinceridad padece un poco con el oficio que realizo; mas cuando necesita uno a los hombres, hay que adaptarse a ellos, y ya que no puede conquistárselos más que por ese medio, no es culpa de los que adulan, sino de los que quieren ser adulados.
      Molière: El avaro, acto I (1668)

      El avaro, comedia tomada de la Aulularia de Plauto, parece una derivación también de la fábula de "La zorra y el cuervo" (ya es la segunda vez que nos sale; ¿tendrá esta fábula algo que ver con la literatura en general?). Aquí, Harpagón sería el cuervo, Valerio es la zorra zalamera y el queso sería Elisa, la hija del viejo gruñón, o bien “la caja”, que hábilmente se confunden al final). La caja, ese tesoro que el avaro no quiere soltar, puede representar muchas cosas, y no puede dejar de recordarnos el juego de los tres cofres de El mercader de Venecia (otro gran avaro del teatro). Cualquier legado que el padre ha de dar a sus hijos, como testigo, para que ellos sigan con la gran tarea de la humanidad.
      Pero, curiosamente, en esta obra no es el avaro el que es juzgado, sino el adulador, el hipócrita, el enamorado. ¿Qué sucede cuando no se puede alagar a todos? ¿Qué sucede cuando el objeto de tu alago va en contra de tus propios intereses? ¿Cómo gestionar entonces esos generosos elogios tan alejados de la verdad? Valerio se mete en un buen lío, y sólo podrá salir de él contando su propia historia: inverosímil pero verdadera, dentro de la ficción dramática (bonito juego, ¿verdad?).
      Nosotros somos avaros de nuestra verdad, nos la escondemos y nos la robamos a nosotros mismos. Como dice Harpagón:


      ¡Eh! ¿Qué decís? No hay nadie. Es preciso que quienquiera que sea el que ha dado el golpe haya acechado el momento con mucho cuidado, y han escogido precisamente el rato en que hablaba yo con el traidor de mi hijo. Salgamos. Voy en busca de la Justicia, y haré que den tormento a todos los de mi casa: a sirvientas, a criados, al hijo, a la hija y también a mí. [...] Por favor, si saben noticias de mi ladrón, suplico que me las digan. ¿No está escondido entre vosotros? Todos me miran y se echan a reír. Ya veréis cómo han tomado parte, sin duda, en el robo de que he sido víctima. ¡Vamos, de prisa, comisarios, alguaciles, prebostes, jueces, tormentos, horcas y verdugos! Quiero hacer colgar a todo el mundo, y si no encuentro mi dinero, me ahorcaré yo mismo después.
      Final del acto IV

      Somos tan avaros que nos cuesta siquiera imaginar un mundo apenas diferente al nuestro. Mi punto de vista, el único verdadero, y todos los que miran desde otro lugar (¿todos, no?), son enemigos, que quieren destruir mi mundo, el único verdadero. El adulador, nuestro cerebro, que sabe eso, nos seduce, nos engatusa, nos dice de lo valioso de nuestro tesoro. Pero, como hemos dicho que deja ver esta obra, en el fondo sabes que tu historia, tu verdadera historia, es del todo inverosímil, no la creería nadie.
      En ese sentido, la figura del diablo, como personaje tradicional de las fábulas, parece más honesta: alagando a todos introduce el mal, la tentación en todos, que es, a fin de cuentas, su esencia; pero, consigue unir a la humanidad, al ponerlos a todos de acuerdo contra él.
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      miércoles, 5 de enero de 2011

      MOZART: La flauta mágica


      La fláuta mágica. Acto II.
      (Wolfagang Amadeus Mozart.1791)
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      «¡Socorro! ¡Socorro! O estoy perdido: esa astuta serpiente me ha elegido por víctima». Así empieza una de las historias que más me han influido. Un joven confundido por un cruce de extrañas intenciones. Y antes de que termine el primer acto la historia ha dado la vuelta: el malo resulta ser el bueno. En el segundo acto la victoria sobre el mal no es más que la búsqueda de uno mismo.

      Esta es, para mí, la obra cumbre de Mozart (y algunos la considerarán un juego de niños): un surtido de elegantes y divertidas melodías soportando un compendio de valores espirituales (masónicos, según todas las pistas). Siempre me ha fascinado que este hombre, tan a las puertas de la muerte, pudiera congeniar su Requiem con esta música, a veces infantil y saltarina.

      En este dúo de guardianes, percibimos, en cambio, una música honda, llena de misterio. Paradigma de la música reflexiva, los motivos se enredan y se estiran una y otra vez sobre sí mismos creando extrañas bandas. Y, sí, cualquiera puede sentir el influjo del mejor Bach aquí; y es significativo que Mozart recurra a Bach en este preciso episodio, a las puertas de la prueba trascendente.

      En cuanto a la estructura este episodio, estamos ya en el final y vemos el momento crucial en tres ámbitos distintos: el de los héroes, el de los escuderos y el de los villanos. Tamino y Pamina representan aquí el nivel superior, valientes y honestos; su valor los une para afrontar las pruebas juntos. Papageno y Papagena se sitúan un punto en las pasiones, en la ignorancia, en la inocencia; no es hasta llevar al extremo su condición cuando pueden reconocerse y liberarse. La Reina de la noche y su séquito de maquinaciones y trampas aún permanecerían por siempre enfrascados en sus mezquinas ambiciones. Cada uno lucha a su manera con el peso de la verdad.

      Estas grabaciones que he puesto dejan bastante que desear tanto en audio como en video. Hay otras mejores (por ejemplo las que aparecen en laÓpera.net), pero la estética de ésta es la que más me ha convencido. Por otro lado, cualquier interpretación de Die Zauberflöte que encontréis en Spotify estará bien (yo he elegido este enlace porque da, no a la que crea mejor, sino a la que tengo precisamente en mi casa). Más sobre La Flauta Mágica en Audiciones comentadas.