Es curioso que sea precisamente en la noche más larga del año cuando se celebre la gran festividad del Nacimiento. Luego, será en la noche más corta cuando se idolatre el fuego de la destrucción del pasado:la Noche de San Juan (el joven). Cuando llega el invierno, la esperanza nos adivina una nueva oportunidad para que surja algo distinto, otra noticia, un ser nuevo (que nos redima).
Sin emabargo, ¿quién imagina realmente la dificultad de salir de lo malo conocido? Nuestra sociedad (por hablar en términos suaves) se confabula para que cada cual siga siendo lo que siempre ha sido, lo que se supone que debe ser. Es más, garantizamos que las nuevas criaturas serán tal y como está previsto, como el fondo de nuestro ser desea que sea para nosotros. E insisto: para nosotros.
Generaciones enteras se consideran, una tras otra, libres, llenas de rebeldía, innovadoras. Espejismos que le llevan hacia lo que sus orígenes les han marcado como siguiendo un camino de baldosas amarillas. Sólo unos pocos consiguen salirse de la senda, transitar las regiones inexploradas, la guarida de los dragones.
Y ya sabemos cómo tratamos a quienes miran hacia atrás en la caverna...
¡¡Feliz Navidad!!
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