domingo, 27 de diciembre de 2009

D. Aronofsky: THE FOUNTAIN


Es muy difícil hablar brevemente sobre esta película, una de las pocas en las que la lírica visual se impone a la narrativa; y donde la narrativa sigue el orden de las ideas, de los símbolos, y no de los hechos. Sin olvidar el empuje energético de la música de Clint Mansell.

Es más fácil explicar por qué la he escogido para estas fechas. La "fuente" explica el final. Sigo con la simbología del invierno y del año que se acaba. Algo acaba, algo empieza. En fin, el surtido de tópicos al respecto es, tal vez, interminable.

Pero además, si admitimos eso de que el tiempo y el espacio son conceptos irreales (como apuntan algunas teorías), nuestro principio y nuestro fin son otros, otra cosa. Hay algo que me limita, pero mi límite está en muchas partes, en muchos momentos, en múltiples leyes que acotan mi singularidad.

Entonces, ¿cuánto a mi alrededor está acabado? Lo que tengo delante lo percibo con unos límites ilusorios. Y entre esos límites he de rastrear algo más verdadero, que me permita entenderlo. De eso creo que trata (entre otras interpretaciones) esta película: cómo asumir lo que en esencia es inacabado o inacabable.


«Haya en el firmamento de los cielos luminarias para separar el día de la noche, y servir de señales a las estaciones, los días y los años; y luzcan en el firmamento de los cielos para iluminar la tierra»

(Génesis, 1, 14-15)

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