domingo, 23 de noviembre de 2014

Julio Cortázar: RAYUELA. La ficción.

Todo es escritura, es decir fábula. ¿Pero de qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser  invención,  es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas. En uno de sus libros Morelli habla del napolitano que se pasó años sentado a la puerta de su casa mirando un tornillo en el suelo. Por la noche lo juntaba y lo ponía debajo del colchón. El tornillo fue primero risa, tomada de pelo, irritación comunal, junta de vecinos, signo de violación de los deberes cívicos, finalmente encogimiento de hombros, la paz, el tornillo fue la paz, nadie podía pasar por la calle sin mirar de reojo el tornillo y sentir que era la paz.

Julio Cortázar: Rayuela (1963)
Tercera parte (de otros lados), capítulo 73

El "todo" y el "ser" los acarreamos como invención, probablemente del propio lenguaje y no nuestra. Pensar que el todo es, pensar que el ser es, y que responde a una realidad cierta y distinta a la circunstancia de la enunciación. Y sorprende con cuánta frecuencia se deriva al todo con demasiada prontitud. Detrás del ser no hay nada, pero esto es una exageración, algo habrá, en cada caso, pero difícilmente el todo.
La utilidad de la verdad. Como si la verdad fuera un ser totalitario, que existiera al margen de su instante. Como si la utilidad fuera una verdad en sí misma, independientemente de los antojos de un sujeto. Que una cuchara no nos sirva en el desierto no implica que la utilidad no sea nada; pero no podemos decir que algo sea útil a priori. Y en la naturaleza, difícilmente encontraremos recursos útiles, es decir: que el desierto sea desierto porque es útil, que árbol es árbol porque es útil, que la mano se hizo mano para ser útil. No se hizo el ojo para ver. De igual modo, ¿situaremos lo verdadero con anterioridad a la comprensión?
El hecho inventado no es menos verdadero, ni más verdadero el hecho experimentado. Ambos son constatados por la imaginación, ambos son tomados y divulgados por el lenguaje. El cerebro reconstruye con la información que le llega y propone su versión al cerebro mismo (hoy me resisto a creer que funciona como un todo, el cerebro, sino como una comunidad de inventores parlantes, de biografías cruzadas y reporteros tendenciosos, la percepción, el pensamiento).
La cultura es real, es cierta, es ficticia, es heredada, es arbitraria. Y después, la memoria de nuestra torpe edad se encargará de hacer lo mismo con nuestros recuerdos, nuestra historia, y la manera en la que nos dice (ilusión, memoria, percepción) cómo hemos de sentir, de apasionarnos, de interesarnos en el siguiente instante. 
El que quiere enmendar el revuelo del otro, la invención incorrecta, en aras de su utilidad ficticia, de su verdad ficticia, ¿no fabula?, ¿no cree como el otro que su fabulación es la realidad porque está compartida?
Pero Cortázar dice "escritura" que tiene un punto como de acto, acción (íntima, unilateral). 
Me encuentro ahora contigo y siento (sin comprender la naturaleza de mi sensación) que eres un sujeto, quiero decir (el término sujeto es inventado acaso por el lenguaje) algo distinto de un objeto cualquiera, que pudiera ser fruto de mi invención. Objeto que se me escapa de las manos, objeto rebelde que sanciona distintas mis leyes, ¿eres tú, sujeto? Quisiera, porque me enamoré tanto de este encuentro, que cada objeto fuera así animado: lo creí una vez, puediera creerlo constantemente. Soy yo el animal sumiso que quisiera devorarte y ser arrebatado por tu efímero encuentro.
 
"Nadie nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette".

domingo, 16 de noviembre de 2014

Pío Baroja: EL ÁRBOL DE LA CIENCA

—Ir a un sentido de justicia universal —prosiguió Iturrioz— es perderse; adaptando el principio de Fritz Müller de que la embriología de un animal reproduce su genealogía, o como dice Haeckel, que la ontogenia es una recapitulación de la filogenia, se puede decir que la psicología humana no es más que una síntesis de la psicología animal. Así se encuentran en el hombre todas las formas de la explotación y de la lucha: la del microbio, la del insecto, la de la fiera... ¡Ese usurero que tú me has descrito, el tío Miserias!, ¡qué de avatares no tiene en la zoología! Ahí están los acinétidos chupadores que absorben la substancia protoplasmática  de otros infusorios; ahí están todas las especies de aspergilos que viven sobre  las substancias en descomposición. Estas antipatías de gente maleante, ¿no están admirablemente representadas en ese antagonismo irreductible del bacilo del pus azul con la bacteridia carbuncosa?
—Sí, es posible —murmuró Andrés.
—Y entre los insectos, ¡qué de tíos Miserias!, ¡qué de Victorios!, ¡qué de Manolos los Chafandines, no hay! Ahí tienes el  “ichneumon”, que mete sus huevos en una lombriz y la inyecta una substancia que obra como el cloroformo; el “sphex”, que coge las arañas pequeñas, las agarrota, las sujeta y envuelve en la tela y las echa vivas en las celdas de sus larvas para que las vayan devorando; ahí están las avispas, que hacen lo mismo arrojando al “spoliarium” que sirve de despensa para sus crías, los pequeños insectos paralizados por un lancetazo que  les dan con el aguijón en los ganglios motores; ahí está el “estafilino” que se lanza a traición sobre otro individuo de su especie, le sujeta, le hiere  y le absorbe los jugos; ahí está el “meloe”, que penetra subrepticiamente en los panales de las abejas, se introduce en el alvéolo en donde la reina pone su larva, se atraca de miel y luego se come a la larva; ahí está...
—Sí, sí, no siga usted más; la vida es una cacería horrible.
—La naturaleza es lo que tiene; cuando trata de reventar a uno, lo revienta a conciencia. La justicia es una ilusión humana; en el fondo todo es destruir, todo es crear. Cazar, guerrear, digerir, respirar, son formas de creación y de destrucción al mismo tiempo.
—Y entonces, ¿qué hacer? —murmuró Andrés—. ¿Ir a la inconsciencia? ¿Digerir, guerrear, cazar, con la serenidad de un salvaje?
—¿Crees tú en la serenidad del salvaje? —preguntó Iturrioz—. ¡Qué ilusión! Eso también es una invención nuestra. El salvaje nunca ha ido sereno.

Pío Baroja: El árbol de la ciencia (1911)
Segunda parte. Capítulo IX: "La crueldad universal"

Esa idea de que los individuos (animales, se entiende ahora) son más felices en la libertad de la naturaleza, que se sienten mejor "en su hábitat", cuántas veces la he rebatido. Como si la naturaleza fuera un hogar dulce y no el intrincado concierto de tensiones que es. Como si el animal tuviera como suyos los tratados de ecología. 
Pero si entendemos por felicidad esa ejecución de las leyes biológicas, implacables como la "voluntad" de Shopenhauer, si entenedemos la felicidad como la aplicación de una estructura mecánica que se ejecuta cual goce, entonces sí que un animal será más feliz lejos de la mirada humana, del juicio humano.
Felicidad, Justicia, Libertad... grandes ficciones que el ser humano gestiona en su particular hábitat cultural como si fueran realidades geológicas, biológicas, metabólicas. ¿Ayudan realmente a comprender la naturaleza y la naturaleza humana?
Aquí vemos cómo de un principio científico (el citado principio de recapitulación de Müller) se transfigura en un postulado metafórico. La psicología humana reproduce la psicología animal (y podríamos seguir biológicamente abajo, geológicamente abajo, química, cuánticamente). A través de la antropología quisiéramos pensar que la psicología actual hereda algo de la psicología ancestral y así. Que hay, por tanto, una evolución también en lo moral, en lo psicológico. Y si mezclamos con esa evolución la idea de progreso... Pues en un sentido o en otro nos encontramos con las grandes fantasías éticas, creacionistas y todotipodeistas que hoy día seguimos soportando, alentando o tolerando. Churras y merinas: el intrincado concierto de los discursos humanos.
Así, yo me permito el lujo de cuestionarme lo que quiera. Por ejemplo:
  • Ningún elemento lucha por la supervivencia de su especie. ¿Qué sabe la zarza del resto de su especie? ¿Qué sabe el lagarto? ¿Qué sabe el ñu de que forma una especie catalogable (cuando van a cruzar el río infestado de cocodrilos acaso suspiran pensando "por la depuración de la especie")? El concepto de especie no sirve tanto a la naturaleza (objeto) como a la biología (discurso científico).
  • Ningún ser lucha por sobrevivir. Que se sepa, el único ser vivo que tiene noticia de su propia muerte es el ser humano. Nosotros interpretamos el miedo animal como un miedo a morir; pero eso es absurdo. Es más, comprendiendo los mecanismos hormonales del miedo, deberíamos replantearnos la naturaleza de nuestros propios miedos, y nuestras diversas fobias.
  • Ningún ser lucha. Esa metáfora social del bellum naturae, esa competición de individuos que ni siquiera tienen percepción de sí mismos cuanto menos de otros, ¿es la mejor manera de explicarlo? Una competición sin meta, una guerra sin vencedores ni vencidos. Sólo procesos naturales en ejecución.
Si no es la mejor manera de explicar los procesos naturales, ¿es la mejor manera de explicar los procesos sociales, humanos? Obsérvese que vuelvo a la analogía para comparar un ámbito y otro. Separar el objeto observado del lenguaje que lo describe es el esfuerzo más loable (para mí, subjetivamente) del discurso científico. Sin embargo, es el principal escollo para comprender cómo funciona la naturaleza ficcional humana.
Antropormofizamos el mundo. Geologizamos lo humano.




domingo, 9 de noviembre de 2014

Juan Ramón Jiménez: LAS IDEAS. La luna blanca quita al mar el mar.

(15 de junio)
La luna blanca quita al mar
El mar, y le da el mar. Con su belleza,
En un tranquilo y puro vencimiento,
Hace que la verdad ya no lo sea,
Y que sea verdad eterna y sola
Lo que no lo era.
                            Sí.
                                 ¡Sencillez divina
que derrotas lo cierto y pones alma
nueva a lo verdadero!
¡Rosa no presentida, que quitara
a la rosa la rosa, que le diera
a la rosa la rosa!


Juan Ramón Jiménez: Diario de un poeta recién casado 
(1916)

Al grano: ¿en qué radica la verdad del objeto?
Juan Ramón Jiménez ubica en su viaje de novios toda una fase de transformación y descubrimiento personal. Ese descubrimiento íntimo de su relación con Zenobia transforma su delirio, antes conflictivo y pomposo, ahora sencillo, armónico, desnudo. El fruto, lo que viene a llamarse "poesía pura".
Al grano: la "luna blanca" (símbolo de belleza, de pureza, de misterio, de feminidad) consigue hacernos percibir tres dimensiones del objeto "mar" (yo interpreto):
  • Mar1: El significante.
  • Mar2: El significado.
  • Mar3: El referente. 
Estas dimensiones de la percepción (comunicación) no son definitivas. Por lo pronto, es difícil adjudicar en la sistaxis del enunciado qué mar pertenece a cada "mar". Esto quiere decir: cuál de los tres es el auténtico mar dado por la luna.
En la siguiente serie, tanto el mar como la luna han sido asumidos por el término "rosa". Esto es que la luna no funciona como un objeto distinto, sino como una dimensión más (yo interpreto):
  • Rosa1: El ser (idea, ideal).
  • Rosa2: El significante.
  • Rosa3: El significado.
  • Rosa4: El referente.
De nuevo, no está adjudicado en la sintaxis qué dimensión corresponde con cada "rosa". Si alguno quiere decantarse tendrá que analizar la parte interior del poema, los versos centrales. Yo, de momento, me contentaré con señalar la marca de distinción que tiene la "rosa no presentida". 
En esa sorpresa, hemos de descartar el significado (pues el significado supone un conocimiento previo). Sin significado, difícilmente podemos llegar a conocer el referente. El ser, quedaría totalmente inalcanzable. Pero es ese quitar el significado, esa percepción del significante puro, donde se encuentra la auténtica verdad de la percepción, del lenguaje y la supuesta realidad que se contempla. 
El significante (vivido como nuevo, no como memoria -significado-) quita al referente (significante previo o suposición de objeto) su significado y le da el ser.

¡Rosa2 no presentida, que quitara
a la rosa4 la rosa3, que le diera
a la rosa2,3,4 la rosa1!

Esta metafísica del ser no es otra cosa que la reconquista (una vez más) de ese "mundo invisible" que es el idealismo platónico. 
Y esto no tendría por qué tener más importancia que la de un juego retórico, de no ser porque tantas personas anhelamos vivir en ese mundo, el de las ideas, y mientras más incuestionado mejor. Por descabellados que sean esos ideales, esas entelequias que luego querrán imponerse unos a otros mediante leyes escritas o mediante la violencia de los cuerpos.
Y lo incómodo viene cuando se recuerda que ese mundo real es inaccesible, que los referentes también son psicológicos. Toda verdad hace que "la verdad" ya no lo sea. La belleza del significante es prioritaria. Y si lo que conocemos queda ficcionado por lo que estamos conociendo, y si la verdad es la ausencia de presentimiento, a qué imponernos recuerdos y sistemas, perennes, caducos.
Alguien vive en el mundo real; esta idea es un acto de fe incuestionable. Los que vivimos en el mundo de las ficciones, ¿cómo responder al que cree que sigue viviendo en sus recuerdos y en sus ideas?
Si, sencillez, divina tú...