domingo, 27 de diciembre de 2009

D. Aronofsky: THE FOUNTAIN


Es muy difícil hablar brevemente sobre esta película, una de las pocas en las que la lírica visual se impone a la narrativa; y donde la narrativa sigue el orden de las ideas, de los símbolos, y no de los hechos. Sin olvidar el empuje energético de la música de Clint Mansell.

Es más fácil explicar por qué la he escogido para estas fechas. La "fuente" explica el final. Sigo con la simbología del invierno y del año que se acaba. Algo acaba, algo empieza. En fin, el surtido de tópicos al respecto es, tal vez, interminable.

Pero además, si admitimos eso de que el tiempo y el espacio son conceptos irreales (como apuntan algunas teorías), nuestro principio y nuestro fin son otros, otra cosa. Hay algo que me limita, pero mi límite está en muchas partes, en muchos momentos, en múltiples leyes que acotan mi singularidad.

Entonces, ¿cuánto a mi alrededor está acabado? Lo que tengo delante lo percibo con unos límites ilusorios. Y entre esos límites he de rastrear algo más verdadero, que me permita entenderlo. De eso creo que trata (entre otras interpretaciones) esta película: cómo asumir lo que en esencia es inacabado o inacabable.


«Haya en el firmamento de los cielos luminarias para separar el día de la noche, y servir de señales a las estaciones, los días y los años; y luzcan en el firmamento de los cielos para iluminar la tierra»

(Génesis, 1, 14-15)

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jueves, 24 de diciembre de 2009

QUINO: la originalidad


Es curioso que sea precisamente en la noche más larga del año cuando se celebre la gran festividad del Nacimiento. Luego, será en la noche más corta cuando se idolatre el fuego de la destrucción del pasado:la Noche de San Juan (el joven). Cuando llega el invierno, la esperanza nos adivina una nueva oportunidad para que surja algo distinto, otra noticia, un ser nuevo (que nos redima).

Sin emabargo, ¿quién imagina realmente la dificultad de salir de lo malo conocido? Nuestra sociedad (por hablar en términos suaves) se confabula para que cada cual siga siendo lo que siempre ha sido, lo que se supone que debe ser. Es más, garantizamos que las nuevas criaturas serán tal y como está previsto, como el fondo de nuestro ser desea que sea para nosotros. E insisto: para nosotros.

Generaciones enteras se consideran, una tras otra, libres, llenas de rebeldía, innovadoras. Espejismos que le llevan hacia lo que sus orígenes les han marcado como siguiendo un camino de baldosas amarillas. Sólo unos pocos consiguen salirse de la senda, transitar las regiones inexploradas, la guarida de los dragones.

Y ya sabemos cómo tratamos a quienes miran hacia atrás en la caverna...


¡¡Feliz Navidad!!


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lunes, 21 de diciembre de 2009

Piazzolla: OBLIVION



Creo recordar haber entendido, en alguna revista o en alguna entrevista, que veían activarse las mismas zonas del cerebro cuando una persona rememoraba un acontecimiento o cuando imaginaba unos hechos futuros. Lo cierto es que no sé si lo recuerdo o me lo estoy inventando. Memoria y deseo están unidos: pensar que recordamos lo que somos y no lo que nos gustaría haber sido es una ingenuidad. Y después de tantas historias, dónde realmente empieza la mía.
Más claro que el recuerdo parece el olvido: el lugar en el pensamiento al que no se nos permite acceder. ¿Realmente Piazzolla quería musicar el olvido? No sé si la necesidad de olvidar, el desconcierto de no haber olvidado o la desazón de ser el objeto de un olvido. Querer olvidar es empeñarse en recordar, como esa garúa (##), esa fina lluvia que envuelve de frío hasta lo más profundo... el recuerdo se adhiere como si fuera el olvido.
Platón decía que el alma al nacer olvida todo lo del mundo y debe poco a poco volver a recordar. Eso es el aprendizaje, un volver a encontrar lo que ya estaba pero habíamos olvidado: Borges, Shakespeare, Ende, Li Bai, Miguel Ángel... llevan siglos ahí, y ahora los recuerdo como si siempre hubieran estado conmigo. Nací en la cuna de la ignorancia, moriré amortajado por el olvido.
Oblivion es una música melancólica, cargada de nostalgia. El bajo puntea su ritmo de tango como si pulsara el corazón. Las cuerdas respiran un aire de niebla que va y viene; pasean por el mar, ondulan, y algún rizo arremolina el paso fugaz de ecos extraños. Y sobre ellos, el bandoneón con su fraseo entrecortado, ágil, tal vez irracional. ¿Quién sabe de qué habla? Pero lo más sobrecogedor es su parte central, de una melodía nítida, sencilla y cadenciosa. Las cuerdas imponen su ley y son abrazadas por el bandoneón. Es ahí donde el olvido, o el recuerdo, se vuelve algo maravilloso, donde la tristeza se torna un placer, donde el mundo, a pesar de todo, se sabe hermoso. Y, como suele suceder con Piazzolla, la música va dejándose caer en una profunda tristeza.
Olvídate, un nuevo momento nace en este instante. No ha oído nada del mundo, el olvido lo envuelve como una tibia matriz. ¿Quién sabe qué recordará? ¡Qué hermoso será verlo tejer como una corona su memoria entre las flores!

¡Feliz solsticio de invierno!

domingo, 6 de diciembre de 2009

J. L. Borges: La biblioteca de Babel

El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco[1]. Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza uniforme y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letras MCV perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice "Oh tiempo tus pirámides". Ya se sabe: por una línea razonable o recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Este dictamen, ya veremos, no es del todo falaz.)

Jorge Luis Borges: La Biblioteca de Babel (en Ficciones)


"El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, tal vez infinito, de Galerías exagonales..." Ya he colocado arriba un enlace para poder leer el texto completo; pero también podéis acceder a una versión digital de Ficciones.
Una vez más, sigo recopilando argumentos que apoyen la labor del comentario de texto; a pesar de que, como veremos, "no es del todo falaz" la idea de que los libros nada signifiquen en sí.
Borges ha deshilvanado el concepto de cuento o de relato para crear algo así como artículo de ficción, exposición ficticia, que a fin de cuentas sólo podríamos llamar "ficción borgiana". ¿Quién como él puede en un sólo párrafo entrecuzar tantas alegorías de tantas cosas: ciencia, política, psicología, religión, filología...
Entrar en el universo Borgiano es entrar en un laberinto en el que puedes encontrar cualquier cosa, lo más inesperado. Y nunca entrarás dos veces en el mismo laberinto, aunque lo hagas desde el mismo relato: éste es sólo la puerta. Intentar aclarar todas las lecturas posibles nos llevaría horas y horas (tal vez lo haga, con el tiempo, a través de los comentarios).
Me voy a limitar a colocar aquí algunos enlaces sobre la estructura del universo y la teoría de la información. En otras ocasiones hemos hablado de la multiplicidad de lecturas y del universo como entrecruzamiento de isotopías.

(Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admita la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor.
Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?)

Jorge Luis Borges: La Biblioteca de Babel (en Ficciones)
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jueves, 3 de diciembre de 2009

Li Bai: Poema báquico


Hay entre las flores un jarro de vino
del que he de beber solo, pues no están mis amigos.
A la luna brillante dirijo mi brindis;
luego invito a mi sombra: ya somos tres.

La luna, sin embargo, no sabe beber,
y mi sombra no hace más que imitarme.
Al menos por ahora, la sombra y la luna serán mi compañía.
¡Hay que divertirse en esta primavera!

Mientras canto, la luna sigue bailando.
Cuando danzo, mi sombra se derrama.
Mientras siga despierto disfrutaremos juntos;
cuando ceda a la embriaguez, cada cual se irá por su lado.

Seamos así siempre, amigos libres de pasiones;
en el gran río de estrellas tenemos una cita.


Li Bai (también Li Po, Li Tai Po), 701-762. Poeta de la dinastía Tang.


 
El vino es uno de los temas emblemáticos de la poesía, y lo es aún más en la tradición china. Y todavía más en el caso de Li Bai, quien confunde autor y personaje en la leyenda de su perpetua embriaguez. El vino es el símbolo del conocimiento misterioso, de la verdad revelada. Para la tradición oriental, el vino es la esencia liberadora, que permite al pensador liberarse y olvidarse de las ilusiones del mundo: vaciarse para llegar al Nirvana budista o al Tao ancestral. Así podemos conectarlo también con el poema de Shuhayd.
No se utiliza el vino como una simple satisfacción hedonista, ni para alejar la tristeza; ni siquiera para aliviar la soledad, como parecería dar a entender este poema. el vino es el símbolo de sabiduría, de la intimidad, de la conexión con la verdad de uno mismo. Como cita Georges Margouliès: «La ebriedad no está en el vino; es el gozo del paisaje lo que penetra el corazón y se manifiesta a través del vino».
Teniendo esto en cuenta, deberíamos entender bien la legendaria muerte de Li Bai, ahogado en el río Yangzi, cuando quería abrazar el reflejo de la luna.


Enlaces de interés:
  • Una página que reúne traducciones de este poema, es realmente estupenda.

  • Un comentario del poema por Gonzalo Vadivia Dávila.

  • Un artículo sobre la figura de Li Bai, por Gotardo J. González.