miércoles, 18 de noviembre de 2009

Frustración y deseo; cuerpo y espíritu. PUCCINI

Es llamativo como el propio director de la orquesa ha frenado en seco la música (una fúnebre coda realmente elegante) para dar rienda suelta a los aplausos. ¿Qué aplauden? Una pieza musical archiconocida, una ejecución perfecta... pero también el simbolismo de esta aria.

En pocos poemas se nos muestra tan claramente el apego al goce, la ilusión magnífica de la imagen femenina. La madre deslumbrante que nos ha sido arrebatada. La angustiosa sensación de que la vida ya está perdida. Y sin una palabra podemos realmente percibir el gesto de lamento, el alma dividida, el pulso de la pasión, la melodía arrebatadora; pocas arias son tan melancólicas como esta... el goce del placer perdido.

Ese es nuestro origen, y el origen de la conciencia. Nuestro verdadero parto al ser.

Mario Cavaradosi:
Y brillaban las estrellas,
Y olía la tierra,
Chirriaba la puerta del huerto,
Y unos pasos rozaban la arena...
Entraba ella, fragante,
Caía entre mis brazos...
¡Oh, dulces besos! ¡Oh, lánguidas caricias,
Mientras yo, tembloroso,
Sus bellas formas desataba de los velos!
Se desvaneció para siempre mi sueño de amor...
La hora ha pasado...
¡Y muero desesperado!
¡Y muero desesperado!
¡Y jamás he amado tanto la vida!
¡Tanto la vida!

Giacomo Puccini: Tosca,
con libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa

* * *

Giacomo Puccini: Turandot,
con libreto de Giuseppe Adami y Renato Simoni


El príncipe desconocido:
¡Que nadie duerma! ¡Que nadie duerma!
¡También tú, oh Princesa,
en tu fría habitación
miras las estrellas
que tiemblan de amor y de esperanza...!
Pero, mi misterio está encerrado en mí.
¡Nadie sabrá mi nombre! No, no.
Sobre tu boca lo diré
Sólo cuando la luz brille.
¡Y mi beso fulminará el silencio
Que te hace mía!

Voces en la ciudad:
Nadie sabrá su nombre...
¡Y nosotros, ay, deberemos morir, morir!

El príncipe desconocido:
¡Disípate, oh noche! ¡Tramontad, estrellas! ¡Tramontad, estrellas!
¡Al alba venceré!
¡Venceré! ¡¡Venceré!!

Y he aquí el deseo de la luz brillando entre la inquietud de la noche.

En oposición o como continuación del sentimiento del aria anterior, por el mandato de la terrible princesa todos hemos de permanecer despiertos, mientras no se resuelva el misterio. El deseo permanece en tanto lucha por averiguar lo indescifrable. De esa manera, aún sabiendo que la culminación será imposible, la madre irrecuperable y que la muerte inevitablemente dejará incompleta la búsqueda, así triunfa la esperanza. El incómodo mal que nos lleva a la victoria, a la verdad.

También aquí el sentido de la música se envuelve de triunfalismo y confianza. Los tonos severos de la ley principesca se tornan claros y optimistas para conducir al tenor. A diferencia del aria anterior, la música ahora parece empujarse a sí misma y envolverse a un tiempo en una gasa mágica, como de cuento.

Y la música no cesa. Su deseo se impone sobre el goce del público.


2 comentarios:

  1. Algunos apuntes musicales sobre "E lucevan le stelle":

    -En cuanto a la melodía, es llamativo comprobar que su dibujo es ciertamente parecido al de “nessun dorma”, su otra gran aria. Así pues, hemos de ver aquí, tal vez, el impulso más personal de Puccini.

    -La estructura está claramente dividida en dos: 1º) melodía en clarinete y recitativo del tenor; 2º) melodía en tenor. Es muy interesante comprobar la relación de cada parte con el texto, y el valor que adquiere cada variación. La melodía se repite dos veces en cada parte, pero no exactamente igual.¡Muy interesante! Al principio la melodía en el clarinete se oculta debajo del tenor como una hermosa mujer en sus vestidos...

    -Es muy interesante escuchar cómo se enlaza la melodía en el clarinete entre el primer recitativo del tenor, pues es como si se leyeran dos textos a la vez o de manera intercalada: la primera parte en el tenor y al mismo tiempo las palabras de la segunda parte en el clarinete. ¡Qué asombrosas asociaciones resultan!

    -En la primera parte, cada instrumento ofrece una sensación distinta. La melodía queda en el clarinete. Las cuerdas aportan un ritmo cadencioso, como de respiración entrecortada (un recurso muy característico de la música clásica). Sorprendentemente la voz humana comienza en un ritmo monocorde y fúnebre que suele reservarse a la percusión. En la segunda parte, la cuerda acompaña a la melodía en el tenor mientras que lo que antes realizaba la cuerda ahora lo realiza el viento.

    -No comento la cadencia final (muy interesante también), porque enlazaría con el siguiente número de la ópera (lo cual no deja de ser una nueva veta de análisis y reflexión).

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  2. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
    Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles “lo siento”, “perdóname”, “por favor”, “gracias” y todas las palabras de amor que conoces.
    Nadie te recordará por tus pensamientos secretos.

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