Mas, para entender mejor todas estas cosas, es preciso saber que la psique está realmente unida a todo el cuerpo, y que no se puede decir con propiedad que esté en alguna de sus partes, con exclusión de las otras, porque el cuerpo es uno y, de alguna manera, indivisible en razón de la disposición de sus órganos, que están todos tan relacionados entre sí que, cuando alguno de ellos es arrancado, todo el cuerpo se vuelve defectuoso; y porque la psique es de una naturaleza tal que no tiene ninguna relación con la extensión, ni con las dimensiones u otras propiedades de la materia de la que está compuesto el cuerpo, sino sólo con todo el entramado de sus órganos. De lo anterior se deriva que de ningún modo podría concebirse la mitad o un tercio de la psique, ni qué extensión ocupa, y que no se vuelve más pequeña porque se mutile alguna parte del cuerpo, sino que se separa completamente de él cuando se disuelve la trabazón de sus órganos.
René Descartes: Las pasiones del alma.
Primera parte. Artículo 30: "Que el alma está unida
a todas las partes del cuerpo conjuntamente".
Sin duda, la traducción más literal de l'ame sería "el alma". Sin embargo, debido al lastre religioso que arrastra este término en nuestro idioma, he preferido llevármelo a mi terreno. Y tampoco creo más apropropiado traducirlo por "pensamiento", "mente", o incluso "yo". La idea de l'ame cartesiana encaja perfectamente con la idea clásica del ánima: lo que nos mueve, lo que nos anima, en esa visión del ser humano como un complejo mecanismo autómata y pensante. Pero prefiero volver a la idea de psique aún más antigua, como aquello que habilita lo que realmente soy, cuanto estructura estas partes de la realidad en la que me ubico: mi estructura capaz de dar cabida a las pasiones corporales, a las formas de la percepción, de la cultura, del momento. memoria, decisión y de cualquier otro daimon.
Si lo que soy, si mi psique no se ubica aquí o allí, sino en la estructura conjunta y en funcionamiento de todos los elementos de mi cuerpo, entonces he de atender a qué es aquello que he decidido que es mío (mi cuerpo) y qué no. Y digo bien "aquello". Lo que me distingue del resto de los objetos (con sus partes) de la realidad no es una frontera nítida y tajante, como debiéramos deducir de nuestra piel y sus puertas. Como pienso mías mis manos, así mi ropa, mis objetos, mi casa, mi país... ¿en mí se ubican o me ubico en todos ellos? Tal y como Descartes lo describe: la información puesta en juego por mi hígado me hace pensar y ser. El alcohol y la grasa me hacen pensar y ser. El calor y la estufa. El plástico del teclado con que escribo. Y luego nos quejaremos de las filosofías holísticas y del pensamiento colectivo... pero no parece difícil acabar ahí por este camino, por más que aclaremos una y otra vez que la psique no "está" en ese lugar.
Pero el lugar al que nos conduce el otro polo, nuestras partes, es aún más inquietante, tal vez tabú, de ahí el esfuerzo eufemístico por describir el todo. Pero si algo nos enseña el lenguaje es que en la realidad hay partes. Hay objetos distintos y separados unos de otros, y en cada objeto podemos observar también partes distintas y separables. Y en efecto, ¿qué parte de mí podría no separar y no sustituir por un sustituto adecuado? Mi pierna, mi riñón, mi memoria... partes en constante transformación como lo que soy ¿no? Pero ¿cómo conjugar esta disposición con la idea de que siempre soy el mismo? Porque, en efecto, "de ningún modo podría concebirse la mitad o un tercio de la psique". ¿Cómo es esto? ¿Qué me permite decir que siempre estoy enteramente yo en cualquiera de mis partes? Cuando también concluyo que la frontera de mi pais no me sujeta, ni me sujetan las paredes de mi casa, ni mi piel me encierra como sujeto del todo.
Si mi higado me hace pensar y ser, si el texto que tengo delante me hace pensar y ser, si mi ropa o mis recuerdos, pero no soy, no estoy, realmente ninguno, ni en ninguno de ellos por separado... ¿cuál es el lugar exacto de mi ser y mi pensamiento?
Si soy un momento en la estructura del mundo, también soy la decisión que tomo sobre qué partes del mundo se ponen en juego (y en relación a otros momentos) y si se interpretan como propias o ajenas. Y esa decisión vene tomada desde los elementos parciales (físicos, biológicos, psicológicos, verbales) que en ese momento vengan (¿desde el caos?) a intervenir. Incluyendo la noción de "todo" como parte del discurso humano y por tanto como parte de la realidad. Incluyendo aquellos elementos que descartamos como irreales, pero reales en la posición que ocupan en nuestra estructura (psíquica).
Y aún queda por sumar lo que desconozco. No lo que no imagino, sino aquello que siento como incertidumbre, como ignorancia cierta. ¿Eso es sumar? El lenguaje define a los sumandos, y no los conocemos todos ni terminamos de conocer del todo sus límites. Pero los límites son evidentes: delante de mi contemplo cientos miles de no-yo. Lo que soy y lo que pienso ha de terminar en mi piel y ha de terminar en mi muerte.
Pero, ¡ah!, el lenguaje se me escapa. Lo cogí prestado como los elementos de mi cuerpo, y lo dejaré en otro lugar de donde lo tomara igualmente. Difícil llegar a saber qué soy entre tanto. Pero concluyan conmigo, al menos, que sólo soy un trozo de mí mismo.
En cuanto a la opinión de los que piensan que el alma recibe sus pasiones en el corazón, de ningún modo debe ser tenida en cuenta, ya que sólo está basada en que las pasiones hacen sentir en él alguna alteración; y es sencillo observar que si esta alteración se siente como en el corazón es merced a un pequeño nervio que desciende del cerebro hasta él; al igual que el dolor se siente como si se produjese en el pie, y vemos los astros como en el cielo merced a su luz y a los nervios ópticos: de suerte que no es más necesario que nuestra alma ejerza sus funciones en el corazón para sentir en él sus pasiones de lo que es que el alma esté en el cielo para ver los astros.
René Descartes: Las pasiones del alma. Primera parte.
Artículo 33: "Que el asiento de las pasiones no está en el corazón".
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