domingo, 16 de junio de 2013

La narración: TRANCE, de Danny Boyle

Algunos aún se sorprenden cuando me oyen afirmar que en una historia (en una película, en una novela) el argumento no es, ni de lejos, lo que más me interesa. El argumento, los giros argumentales, el desarrollo... el final, la resolución... no son más que vehículos para la narración misma, donde lo que se cuece realmente es algo muy distinto: la relación de sensaciones, ideas y vivencias que se ponen en juego, se ponen en función. Ahora, por fin tengo un ejemplo que aborda nítidamente, argumental y precisamente eso: la historia es superficial, no requiere coherencia, ni la verosimilitud es más o menos creíble.

En Trance, la narración no está al servicio de la historia, ni de presuntos personajes, con un carácter definido, ni los hechos ni las motivaciones son las que son, ni tienen que ser alguna más en concreto que otra. Eso sí, no por eso desaparece la narración: es pura narración.
Por supuesto, bebe directamente (no por la metáfora, que se puede rastrear en muchos títulos anteriores, sino por la dinámica narrativa) de la tan celebrada Inception (Origen) de Nolan; y en esta temporada hemos disfrutado de una construcción que nos venía preparando en Dans la maison (En la casa) de François Ozon. La mente es un espacio, cuya arquitectura se compone de ideas, vivencias, recuerdos, fantasías, y estructurado por unas lógicas que no son ni físicas ni verosímiles, sino personales. Ese espacio es tanto un paraíso, como un hogar, como una prisión, como un infierno. Podríamos decir que lo es sucesivamente, alternando según los distintos momentos, pero no sería exacto. Podríamos decir que lo es todo al mismo tiempo, y tampoco sería preciso. Hay un elemento distribuidor, como calles y pasillos que hace posible la narración (o tal vez al revés: la narración hace posible que no implosione todo).
La narración es inevitable (el argumento, la trama, es inevitable). Construir una buena narración, una historia atractiva, es muy difícil. Precisamente porque conectar con la narración personal que cada uno llevamos dentro, o de la que estamos hechos, es casi una proeza. Eso es lo que trabaja Trance, en primer lugar. Cómo conectar con cada persona en concreto, sabiendo además que cada persona está compuesta por muchas máscaras, muchas historias, personajes, proyecciones, fantasmas, que intevienen en el drama. Así de simple y así de heroico: conectar con el otro.
Y una vez establecida la conexión qué. Qué, ¿cuál va a ser la siguiente decisión? ¿Vas a por la proeza del olvido o vas a por la proeza del seguir adelante y salir?

La narración es la mujer.
Lo que estos (este personaje) construye ante sí, su narración personal es la narración de la mujer: su fantasma de la mujer. El hombre se ha inventado una historia para comprender la realidad que tiene delante: la mujer. Pero la mujer real es la narradora. La palabra viene de la voz de la mujer. Y entre la narración construida por el hombre, su hogar, su casa, y la impertinente voz de la mujer, la realidad, media un abismo también de violencia. Escuchar "realmente" a la mujer, la inteligencia de una narración capaz de entrar en la casa del hombre, destrozarla, convertirla en algo libre y dispuesto a olvidar y dispuesto a amar, no los viejos fantasmas, sino la realidad. Ese sí que es el ideal de la mujer para el hombre. Sólo la mujer puede salvarlo de sí mismo.
¿Recordáis que Teseo el héroe y Minotauro el monstruo-rey han de ser sublimados por el amor de Ariadna? El amor de Ariadna es el hilo de oro para salir del laberinto. Pero también es amor poner al monstruo delante del héroe que lo venza, y poner al héroe delante de su monstruo. La decisión que toma Teseo al salir del laberinto es el olvido.
¿Recordáis las grandes hazañas de los masculinos Áyax, Aquiles, Ulises? Su narración no es obra del muy sincero Homero, sino de la 0h musa que canta por él.
Beatrice, la donna angelicata que libera a Dante del infierno mostrado, narrado, por Virgilio.
Scheherezade, la fuente incesante de narración, de belleza, de magia, capaz de llevar el perdón al más violento de los reyes-hombres. Con historias de amor.
En la temporada pasada, tuvimos el privilegio de contemplar The Artist de Hazanavicius. También ahí nos avisa de cómo, sin la voz de la mujer, el artista se convierte en eso, arte, retórica vacía, sin ese toque humano de la realidad, que es un baile.

En definitiva: en Trance no estamos ante la ilusión de un principio y un final (a freír viento el planteamiento-nudo-desenlace). No estamos ante personajes concretos con su fabulada historieta. Es un momento. Ese instante de liberación, de decisión. La magistral construcción de un vacío que atrapa al espectador que se deja seducir por la voz libre de la mujer.

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1 comentario:

  1. Después de 8 años de cine, empiezo a ver esos detalles. Destaco la escena final representando la libertad, el hombre liberado por la mujer, teniendo que tomar una decisión crucial, una opción que marcará toda su vida. Y...¿cómo prepararse para la libertad?, ¿quién quiere sentirse en la piel del capo (Vicent Cassel) en ese momento crucial?

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