sábado, 8 de junio de 2013

Maurice Ravel: LA VALSE


El siglo XIX tiene que acabar. Es un imperativo Kantiano. Es un imperativo bíblico. Es una súplica lo más humana posible. Habrá quien piense aún. Dirá cosas como que el siglo era un deseo del destino, que todas las épocas anhelaban el decimononismo; no sére yo. El siglo XIX fue sólo un paréntesis: un paréntesis más en el mismo saco de paréntesis revueltos con que está escrita la Historias. La Historias, sí, del arte, la política, la ciencia, la religión, la economía y todas esos cotilleos culturetas que prentendes ser positivistamente UNA.
¿Pero por qué cuesta tanto que se acabe? ¿Qué tiene el puñetero siglo que ha calado tanto en la médula de nuestras gentes? Aunque lo supiera que me corten la cabeza si llego a explicarlo. ¿Alguien ha oído hablar del siglo XX, alguien se ha parado a escucharlo? Y estas cosas que pasan en el siglo XXI, esta manera de crear, esta manera de viajar, de escribirnos y escribirme. ¿No sentís el futuro ardiendo en vuestras venas?
Trabajo en las aulas, delante de los pupitres en fila y me idigno -hacinados pupilos picotean píldoras enciclopédicas que les pedimos vomitar-. Me muevo por los caminos, trazados sobre mapas de colores y me indigno. Oigo jaleo en el Congreso y me indigno -¡qué asco ese lamerse y relamerse los costados!- profundamente. Que haya quien crea que las noticias son la realidad. Que haya quien crea que lo científico es la realidad. Que haya quien crea en los grandes templos del dinero y la oración y la materia. Sociedad, sociedad, ¡cuánto me rodeas y qué poco te interesas!
Siglo XIX, ¿acaso has sido bello?
Tú, que descubriste el concepto dinosaurio, ¿no piensas extinguirte? Gigante que bailas tu contundente vals con tu ridículo, patético y visceral cerebro.
Me tienes harto. Hemos tardado cien años y pico en sacudirnos tu pestilente humanidad (¡qué sabrían esos humanos de lo humano!) con todos los caos y monstruosidades posibles. ¡Cien años! Mascullando los dientes caídos de lo posmoderno.
Ya está bien. A escupirlos y a otra cosa.
Solo un pasito para dar testimonio de la paradójica y alegre desesperación que es esta vida ahora en lo Real.

Personas que bailan La Valse, de Maurice Ravel:


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