domingo, 3 de abril de 2011

EL CANTO DEL CISNE: Saint-Saëns

Se denomina "canto de cisne" a la última obra de un compositor o cualquier tipo de artista. Esto se debe a la leyenda clásica en la que el cisne, antes de morir, canta una melodía acorde con su elegante aspecto. En este blog hemos comentado algunos "cantos de cisne": La flauta mágica de Mozart, los cuartetos de Beethoven, Inteligencia Artificial de S. Kubrik, La reina india de Purcell, incluso el discurso de Roy en Blade Runner.

El cisne no canta. No puede producir más sonido que una respiración cargada. ¿Por qué entonces esta leyenda? Lo primero que se me viene a la cabeza es que los griegos, no podían admitir que una formas tan apolíneamente elegantes no estuvieran también compensadas con el mejor de los cantos. Y como las sacerdotisas de Artemis guardaban su virginidad, los cisnes guardaban la belleza de su canto para entregársela a Apolo en el momento de su muerte, su apotheosis.

Decir que no existe el canto del cisne es como no poder unir belleza y muerte. Y tal vez sea esa la causa del mito. En la imagianción el ave más hermosa encuetra su canto más hermoso en el momento de la muerte. O es decir, que sólo a través de la muerte se consigue cantar la belleza. El cisne, en el momento de su muerte, consigue hacer de su constante silencio, el perfecto canto a la muerte.

El verdadero canto de cisne es aquella obra que silencia a todas las demás. A veces es la última, otras no. Pero parece que cuando es al final, toda la vida parece tener más sentido.




En cuanto a la obra de Saint-Saëns. No debemos olvidar que El carnaval de los animales es una obra de humor, paródica, irónica, incluso cínica. Muchos ven aquí una de las melodías más hermosas de todos los tiempos, y sin duda lo es. Lo que Camille consigue es reírse de todos estos románticos patéticos y melancólicos que alcanzan el éxtasis cada vez se aúna ese meloso timbre de belleza y de muerte, y se sube una nota más, y se alarga un compasito más. ¡Oh, la muerte, oh, oh!
No hace falta tomarse tan en serio la belleza para disfrutarla o para que surta efecto. Y seguirá siendo belleza. No sé a quién no le gusta esta pieza. A mí siempre me ha encantado. Probablemente, con esta particular broma, Saint-Saens ha dado el mayor de los gustos a aquellos que viven obsesionados con los patos, perdón, con el pathos.

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