domingo, 18 de octubre de 2009

R. Scott - R. Hauer: Blade Runner



Esta película del maestro Ridley Scott, y en particular este monóligo ideado por el propio actor Rutger Hauer, ha marcado a toda una generación. Abrió definitivamente un camino en el cine de ciencia-ficción, cogiendo el testigo, eso sí, de clásicos como 2001, de Kubrick, o Metrópolis de Fritz Lang.
Sobre esta escena podíamos estar parloteando páginas y páginas. Cada palabra, cada detalle, cada movimiento podría llevarnos por derroteros sorprendentes. Esta escena parece realmente un cruce de caminos dialéctico, donde se encuentran estilos, doctrinas, filosofías, incluso cuestiones científicas. No es extraño. Todos sabemos el poder de esta encrucijada.
Dejo aquí algunos apuntes sobre los tres elementos que personalmente más me impresionan de la escena.



Es toda una experiencia vivir con miedo. ¿Cuál es la diferencia entre una mano que nos empuja a morir y una mano que nos muestra el camino inexorable de la muerte? Desde el principio vivimos sometidos a nuestras pasiones, como urgentes animalillos. A ellas nos aferramos como a un clavo ardiendo. Y en nuestra ignorancia creemos poder separar el amor del miedo, la ira de la diversión... Si miramos bien, todas las pasiones se enredan. No es tan fácil separar goce y angustia, el odio, en definitiva, el miedo. Anhelamos la libertad, pero el ser humano no podrá ser libre mientras siga siendo esclavo de sus propias pasiones.

TDK. El mismo brazo que tememos, que nos muestra nuestra vida pendiente de un clavo ardiendo, de repente nos alza, poderoso, magnánimo, y nos eleva hasta el lenguaje: ese hermoso replicante creado por el hombre. Una vez allí contemplamos una verdad que no está en el discurso mismo, sino que brilla misterioso detrás de él, lo ilumina. Un nuevo mundo. La belleza. No la belleza de las apariencias donde todo se une en una ilusoria armonía; sino la belleza misteriosa de una singularidad que reconocemos, pero que sabemos irrepetible.

Lágrimas en la lluvia. Ciertamente, todas nuestras palabras se pierden en el discurso, en el gran discurso del mundo. Así nuestras pasiones, nuestros problemas mundanos, nuestros pensamientos y opiniones, se enredan, se diluyen, se pierden. Pero desde el lenguaje vemos que eso somos: un singular tramado de recuerdos irrepetibles, efímeros, que con nosotros desaparecerán. Y si ya estamos diluidos, sin nuestras pasiones, sin nuestro discurso, sin todo lo que está ya perdido... ¿qué queda, qué somos, qué soy? He ahí el ser, interrogante.


Una vez más, dejo algunos enlaces que pueden resultar interesantes como acercamiento a este hito de la historia del cine.
  • La decisión de Roy. Un interesante artículo que compara el papel de los replicantes en la novela original de Phillip K. Dick y en la película de Ridley Scott.
  • Una rápida visión de conjunto.
  • Un estudio de género en un libro sobre lenguaje cinematográfico.
  • Un guión didáctico con interesantes puntos de partida junto con algunas exóticas interprentaciones.
  • Una pequeña reflexión sobre arte y memoria.
Finalmente, coloco un enlace a youtube para que estalle la impactante música de Vangelis de los créditos finales.



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