En otros tiempos (en Dante, por ejemplo) debió de haber sido un acto creador y revolucionario el concebir las obras de arte de manera que permitieran su experimentación en distintos niveles. Ahora no. Sería reforzar el principio de redundancia, que es la principal aflicción de la vida moderna.
En otros tiempos (tiempos en que no abundaba el gran arte), debió de haber sido un acto creador y revolucionario el interpretar las obras de arte. Ahora no. Decididamente, lo que ahora no precisamos es asimilar nuevamente el Arte al Pensamiento o (lo que es peor) el Arte a la Cultura.
La interpretación da por supuesta la experiencia sensorial de la obra de arte, y toma a ésta como punto de partida. Pero hoy este supuesto es injustificado. Piénsese en la tremenda multiplicación de las obras de arte al alcance de todos nosotros, agregada a los gustos y olores y visiones contradictorios del contorno urbano que bombardean nuestros sentidos. La nuestra es una cultura basada en el exceso, en la superproducción; el resultado es la constante declinación de la agudeza de nuestra experiencia sensorial. Todas las condiciones de la vida moderna su abundancia material, su exagerado abigarramiento se conjugan para embotar nuestras facultades sensoriales. Y la misión del crítico debe plantearse precisamente a la luz del condicionamiento de nuestros sentidos, de nuestras capacidades (más que de los de otras épocas).
Lo que ahora importa es recuperar nuestros sentidos. Debemos aprender a ver más, a oír más, a sentir más.
Nuestra misión no consiste en percibir en una obra de arte la mayor cantidad posible de contenido, y menos aún en exprimir de la obra de arte un contenido mayor que el ya existente. Nuestra misión consiste en reducir el contenido de modo que podamos ver en detalle el objeto.
La finalidad de todo comentario sobre el arte debiera ser hoy el hacer que las obras de arte y, por analogía, nuestra experiencia personal fueran para nosotros más, y no menos, reales. La función de la crítica debiera consistir en mostrar cómo es lo que es, incluso qué es lo que es, y no en mostrar qué significa.
10.
En lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte.
En otros tiempos (tiempos en que no abundaba el gran arte), debió de haber sido un acto creador y revolucionario el interpretar las obras de arte. Ahora no. Decididamente, lo que ahora no precisamos es asimilar nuevamente el Arte al Pensamiento o (lo que es peor) el Arte a la Cultura.
La interpretación da por supuesta la experiencia sensorial de la obra de arte, y toma a ésta como punto de partida. Pero hoy este supuesto es injustificado. Piénsese en la tremenda multiplicación de las obras de arte al alcance de todos nosotros, agregada a los gustos y olores y visiones contradictorios del contorno urbano que bombardean nuestros sentidos. La nuestra es una cultura basada en el exceso, en la superproducción; el resultado es la constante declinación de la agudeza de nuestra experiencia sensorial. Todas las condiciones de la vida moderna su abundancia material, su exagerado abigarramiento se conjugan para embotar nuestras facultades sensoriales. Y la misión del crítico debe plantearse precisamente a la luz del condicionamiento de nuestros sentidos, de nuestras capacidades (más que de los de otras épocas).
Lo que ahora importa es recuperar nuestros sentidos. Debemos aprender a ver más, a oír más, a sentir más.
Nuestra misión no consiste en percibir en una obra de arte la mayor cantidad posible de contenido, y menos aún en exprimir de la obra de arte un contenido mayor que el ya existente. Nuestra misión consiste en reducir el contenido de modo que podamos ver en detalle el objeto.
La finalidad de todo comentario sobre el arte debiera ser hoy el hacer que las obras de arte y, por analogía, nuestra experiencia personal fueran para nosotros más, y no menos, reales. La función de la crítica debiera consistir en mostrar cómo es lo que es, incluso qué es lo que es, y no en mostrar qué significa.
10.
En lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte.
(1964)
Susan Sontag: Contra la interpretación.
Desde luego, debemos atender a los peligros de la interpretación, tal como dice Susan Sontag. Interpretar es dejarse llevar por el valor metafórico del lenguaje y crear, alegóricamente, un texto paralelo al de la obra de arte. Ese nuevo texto producto de la interpretación habla de un mundo que ya no es el mundo de la obra analizada, ni tampoco el mundo “real”. Hace tiempo comentamos que interpretar equivale a “deformar” (traduttore-traditore). Creo que el peligro viene al dar por hecho que nuestra interpretación es “verdadera”, como si la conectáramos con dogmas. A eso se le llama “encorsetar”.
Ahora bien, para mí, expresiones como “alejar el arte de la cultura” o “no buscar lo que significa una obra”, no puedo conectarlas con mis puntos de vista. Susan Sontag defiende la obra de arte como una experiencia sensorial, una vivencia, más que como un objeto de reflexión. Viene a levantarse contra los excesos de la hermenéutica, que estaba alcanzando por entonces esa prepotencia dogmática en sus exégesis.
Pero es que una obra de arte es precisamente la transformación de una experiencia en cultura. Si una vivencia tiene algo de artístico, es porque acarrea todo un proceso de reflexión, consciente o inconsciente, que nos une con la cultura. Un comentario de texto consistiría en hacer consciente, verbal, razonado, explicable, todo ese proceso. Y crear un nuevo texto.
Por tanto, ¿cómo no atender al significado? ¿Se puede decir lo que una cosa es sin atender a qué significa? Claro, el problema viene al tener que definir “qué es el significado”. Nuestra experiencia personal forma parte del significado. Por tanto, nuestros comentarios no pueden aspirar a una pretendida objetividad. Hay que ser rigurosos, pero también en la forma en que anudamos sujeto y objeto, lo objetivo y lo subjetivo.
Nuestro trabajo al comentar un texto ha de ser trascendente. Negar la trascendencia es obviar la esencia del lenguaje. Y trascender significa llevar el objeto, la experiencia, de un mundo a otro. A saber, un comentario de texto debe establecer puentes entre, al menos, cinco mundos (cinco textos): 1) el de la obra (el texto, propiamente dicho), 2) El del autor, 3) el del comentarista, 4) el del comentario (segundo texto producido), y 5) el pretendido “mundo real” (que habría de ser el común a todos). Los cinco se duplican en cuanto aparezca el lector del comentario.
Y lo más interesante es conectar, integrar ese conjunto de significantes y significados, tal vez provisionales, contradictorios, hasta llegar a un conjunto de significantes insignificables. Encontrar aquello a lo que no podemos dar significado, el enigma, la incógnita, ese es tal vez el principal objetivo. Hablar de lo inefable, aunque a alguno le moleste esta expresión.
En definitiva el arte viene a ser el gran comentario de texto, el verdadero trabajo que conecta la cultura con la vivencia y hace que las vivencias se conecten con la cultura. La hermenéutica es una ayuda, y una interferencia. Y tenemos que trabajar con eso. El significado, a fin de cuentas es también una ayuda y una interferencia. Es lo que hay.
Ahora bien, para mí, expresiones como “alejar el arte de la cultura” o “no buscar lo que significa una obra”, no puedo conectarlas con mis puntos de vista. Susan Sontag defiende la obra de arte como una experiencia sensorial, una vivencia, más que como un objeto de reflexión. Viene a levantarse contra los excesos de la hermenéutica, que estaba alcanzando por entonces esa prepotencia dogmática en sus exégesis.
Pero es que una obra de arte es precisamente la transformación de una experiencia en cultura. Si una vivencia tiene algo de artístico, es porque acarrea todo un proceso de reflexión, consciente o inconsciente, que nos une con la cultura. Un comentario de texto consistiría en hacer consciente, verbal, razonado, explicable, todo ese proceso. Y crear un nuevo texto.
Por tanto, ¿cómo no atender al significado? ¿Se puede decir lo que una cosa es sin atender a qué significa? Claro, el problema viene al tener que definir “qué es el significado”. Nuestra experiencia personal forma parte del significado. Por tanto, nuestros comentarios no pueden aspirar a una pretendida objetividad. Hay que ser rigurosos, pero también en la forma en que anudamos sujeto y objeto, lo objetivo y lo subjetivo.
Nuestro trabajo al comentar un texto ha de ser trascendente. Negar la trascendencia es obviar la esencia del lenguaje. Y trascender significa llevar el objeto, la experiencia, de un mundo a otro. A saber, un comentario de texto debe establecer puentes entre, al menos, cinco mundos (cinco textos): 1) el de la obra (el texto, propiamente dicho), 2) El del autor, 3) el del comentarista, 4) el del comentario (segundo texto producido), y 5) el pretendido “mundo real” (que habría de ser el común a todos). Los cinco se duplican en cuanto aparezca el lector del comentario.
Y lo más interesante es conectar, integrar ese conjunto de significantes y significados, tal vez provisionales, contradictorios, hasta llegar a un conjunto de significantes insignificables. Encontrar aquello a lo que no podemos dar significado, el enigma, la incógnita, ese es tal vez el principal objetivo. Hablar de lo inefable, aunque a alguno le moleste esta expresión.
En definitiva el arte viene a ser el gran comentario de texto, el verdadero trabajo que conecta la cultura con la vivencia y hace que las vivencias se conecten con la cultura. La hermenéutica es una ayuda, y una interferencia. Y tenemos que trabajar con eso. El significado, a fin de cuentas es también una ayuda y una interferencia. Es lo que hay.
Apuntes sobre Hermenéutica de la obra de arte:
- La hermenéutica del lenguaje y los conflictos de interpretación, de Andrea Victoria Álvarez.
- Erótica y Hermenéutica, o el arte de amar el cuerpo de las palabras, de Jorge Larrosa.
- Experiencia estética y razón práctica en la hermenéutica literaria de H. G. Gadamer y H. R. Jauss. Tesis doctoral de Lourdes Otero León, dirigida por el Dr. Sixto J. Castro, de la Universidad de Valladolid.
- La "interpretosis" como problema político y como enfermedad, de Nicolás Mathov.
- Foucault: una política de la interpretación, de Eduardo Grüner.
- Hermenéutica y erótica de la obra de arte: Diez miradas virginales. Resultado de un proyecto de innovación docente coordinado por Ramón Román Alcalá, en la Universidad de Córdoba.
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