jueves, 28 de mayo de 2009

Marco Aurelio: Meditaciones

Nunca estimes como útil para ti lo que un día te forzará a transgredir el pacto, a renunciar al pudor, a odiar a alguien, a mostrarte receloso, a maldecir, a fingir, a desear algo que precisa paredes y cortinas. Porque la persona que prefiere, ante todo, su propia razón, su divinidad y los ritos del culto debido a la excelencia de ésta, no representa tragedias, no gime, no precisará soledad ni tampoco aglomeraciones de gente. Lo que es más importante: vivirá sin perseguir ni huir. Tanto si es mayor el intervalo de tiempo que va a vivir el cuerpo con el alma unido, como si es menor, no le importa en absoluto. Porque aun en el caso de precisar desprenderse de él, se irá tan resueltamente como si fuera a emprender cualquier otra de las tareas que pueden ejecutarse con discreción y decoro; tratando de evitar, en el curso de la vida entera, sólo esto: que su pensamiento se comporte de manera impropia de un ser dotado de inteligencia y sociable.
En el pensamiento del hombre que se ha disciplinado y purificado a fondo, nada purulento ni manchado ni mal cicatrizado podrías encontrar. Y no arrebata el destino su vida incompleta, como se podría afirmar del actor que se retirara de escena antes de haber finalizado su papel y concluido la obra. Es más, nada esclavo hay en él, ninguna afectación, nada añadido, ni disociado, nada sometido a rendición de cuentas ni necesitado de escondrijo.
Venera la facultad intelectiva. En ella radica todo. Para que no se halle jamás en tu guía interior una opinión inconsecuente con la naturaleza y con la disposición del ser racional. Esta, en efecto, garantiza la ausencia de precipitación, la familiaridad con los hombres y la conformidad con los dioses.
Desecha, pues, todo lo demás y conserva sólo unos pocos preceptos. Y además recuerda que cada uno vive exclusivamente el presente, el instante fugaz. Lo restante, o se ha vivido o es incierto; insignificante es, por tanto, la vida de cada uno, e insignificante también el rinconcillo de la tierra donde vive. Pequeña es asimismo la fama póstuma, incluso la más prolongada, y ésta se da a través de una sucesión de hombrecillos que muy pronto morirán, que ni siquiera se conocen a sí mismos, ni tampoco al que murió tiempo ha.
 
Marco Aurelio: Meditaciones III, 7-10.

Pronto tropezamos otra vez ante un texto claramente estoico. Mientras muchos aún flotan en la nube del mágico triplete del Barça, nosotros viajamos a Roma para encontrar otro mundo, que mira desde otra perspectiva el humo de la fama y los afanes.
Durante mucho tiempo hubo de fascinarme e incomodarme el misterio de las relaciones entre Marco Aurelio y Cómodo, donde muchos marcan el principio del fin del Imperio Romano. Este fantasma araña también mi percepción de la docencia. ¡Cómo palabras aparentemente tan sabias pueden calar tan poco en el vivir inmediato! ¡Incluso en mí mismo!
Hay dos buenas maneras de comentar este texto. Una, desde un análisis filosófico, podría buscar las conexiones de estas ideas con las diferentes escuelas filosóficas, y cómo otros pensadores contradicen o han superado estos planteamientos. Pero, más importante, cuánto de enseñanza viable podemos sacar aún hoy de este texto. Así podrían hacerlo alumnos desde segundo de bachillerato. Otra manera simplemente puede trabajar críticamente el contenido del texto, asociándolo con su propia experiencia, su ética habitual, la moral de su entorno, los actos predominantes… Así cualquiera.
Aquí os coloco un enlace de Wikipedia donde podemos acceder al texto original en griego. ¡Todo un lujo de nuestros tiempos! (Hoy, como decía Buda, “es difícil ser estúpido”).

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