–Estás pensando en algo, querida, y eso hace que te olvides de hablar. No puedo decirte en este instante la moraleja de esto, pero la recordaré en seguida.
–Quizá no tenga moraleja –se atrevió a observar Alicia.
–¡Calla, calla, criatura! –dijo la Duquesa–. Todo tiene una moraleja, sólo falta saber encontrarla.
Y se apretujó más estrechamente contra Alicia mientras hablaba. A Alicia no le gustaba mucho tenerla tan cerca: primero, porque la Duquesa era muy fea; y, segundo, porque tenía exactamente la estatura precisa para apoyar la barbilla en el hombro de Alicia, y era una barbilla puntiaguda de lo más desagradable.
Sin embargo, como no le gustaba ser grosera, lo soportó lo mejor que pudo.
–La partida va ahora un poco mejor –dijo, en un intento de reanudar la conversación.
–Así es –afirmó la Duquesa–, y la moraleja de esto es... «Oh, el amor, el amor. El amor hace girar el mundo.»
–Cierta persona dijo –rezongó Alicia– que el mundo giraría mejor si cada uno se ocupara de sus propios asuntos.
–Bueno, bueno. En el fondo viene a ser lo mismo –dijo la Duquesa, y hundió un poco más la puntiaguda barbilla en el hombro de Alicia al añadir–: Y la moraleja de esto es "Cuida el sentido y los sonidos cuidarán de sí mismos"
«¡Qué manía en buscarle a todo una moraleja!», pensó Alicia.
–Me parece que estás sorprendida de que no te pase el brazo por la cintura –dijo la Duquesa tras unos instantes de silencio–. La razón es que tengo mis dudas sobre el carácter de tu flamenco. ¿Quieres que intente el experimento?
–A lo mejor le da un picotazo –replicó prudentemente Alicia, que no tenía las menores ganas de que se intentara el experimento.
–Es verdad –reconoció la Duquesa–. Los flamencos y la mostaza pican. Y la moraleja de esto es: «Pájaros de igual plumaje hacen buen maridaje».
–Sólo que la mostaza no es un pájaro –observó Alicia.
–Tienes toda la razón –dijo la Duquesa–. ¡Con qué claridad planteas las cuestiones!
–Es un mineral, eso pienso–dijo Alicia.
–Claro que lo es –asintió la Duquesa, que parecía dispuesta a estar de acuerdo con todo lo que decía Alicia–. Hay una gran mina de mostaza cerca de aquí. Y la moraleja de esto es...
–¡Ah, ya me acuerdo! –exclamó Alicia, que no había prestado atención a este último comentario–. Es un vegetal. No tiene aspecto de serlo, pero lo es.
–Enteramente de acuerdo –dijo la Duquesa–, y la moraleja de esto es: «Sé lo que quieres parecer» o, si quieres que lo diga de un modo más simple: «Nunca te imagines a ti misma no ser de otro modo que lo que pudiera parecer a otros que lo que seas o pudieras haber sido no fuera de otro modo que lo que habría parecido a los demas ser de otro modo. ».
–Me parece que esto lo entendería mejor –dijo Alicia amablemente– si lo viera escrito, pero tal como usted lo dice no puedo seguir el hilo.
–¡Esto no es nada comparado con lo que yo podría decir si quisiera! –afirmó la Duquesa con orgullo.
–¡Por favor, no se moleste en decirlo de una manera más larga! –imploró Alicia.
–¡Oh, no hables de molestias! –dijo la Duquesa–. Te regalo con gusto todas las cosas que he dicho hasta este momento.
–Quizá no tenga moraleja –se atrevió a observar Alicia.
–¡Calla, calla, criatura! –dijo la Duquesa–. Todo tiene una moraleja, sólo falta saber encontrarla.
Y se apretujó más estrechamente contra Alicia mientras hablaba. A Alicia no le gustaba mucho tenerla tan cerca: primero, porque la Duquesa era muy fea; y, segundo, porque tenía exactamente la estatura precisa para apoyar la barbilla en el hombro de Alicia, y era una barbilla puntiaguda de lo más desagradable.
Sin embargo, como no le gustaba ser grosera, lo soportó lo mejor que pudo.
–La partida va ahora un poco mejor –dijo, en un intento de reanudar la conversación.
–Así es –afirmó la Duquesa–, y la moraleja de esto es... «Oh, el amor, el amor. El amor hace girar el mundo.»
–Cierta persona dijo –rezongó Alicia– que el mundo giraría mejor si cada uno se ocupara de sus propios asuntos.
–Bueno, bueno. En el fondo viene a ser lo mismo –dijo la Duquesa, y hundió un poco más la puntiaguda barbilla en el hombro de Alicia al añadir–: Y la moraleja de esto es "Cuida el sentido y los sonidos cuidarán de sí mismos"
«¡Qué manía en buscarle a todo una moraleja!», pensó Alicia.
–Me parece que estás sorprendida de que no te pase el brazo por la cintura –dijo la Duquesa tras unos instantes de silencio–. La razón es que tengo mis dudas sobre el carácter de tu flamenco. ¿Quieres que intente el experimento?
–A lo mejor le da un picotazo –replicó prudentemente Alicia, que no tenía las menores ganas de que se intentara el experimento.
–Es verdad –reconoció la Duquesa–. Los flamencos y la mostaza pican. Y la moraleja de esto es: «Pájaros de igual plumaje hacen buen maridaje».
–Sólo que la mostaza no es un pájaro –observó Alicia.
–Tienes toda la razón –dijo la Duquesa–. ¡Con qué claridad planteas las cuestiones!
–Es un mineral, eso pienso–dijo Alicia.
–Claro que lo es –asintió la Duquesa, que parecía dispuesta a estar de acuerdo con todo lo que decía Alicia–. Hay una gran mina de mostaza cerca de aquí. Y la moraleja de esto es...
–¡Ah, ya me acuerdo! –exclamó Alicia, que no había prestado atención a este último comentario–. Es un vegetal. No tiene aspecto de serlo, pero lo es.
–Enteramente de acuerdo –dijo la Duquesa–, y la moraleja de esto es: «Sé lo que quieres parecer» o, si quieres que lo diga de un modo más simple: «Nunca te imagines a ti misma no ser de otro modo que lo que pudiera parecer a otros que lo que seas o pudieras haber sido no fuera de otro modo que lo que habría parecido a los demas ser de otro modo. ».
–Me parece que esto lo entendería mejor –dijo Alicia amablemente– si lo viera escrito, pero tal como usted lo dice no puedo seguir el hilo.
–¡Esto no es nada comparado con lo que yo podría decir si quisiera! –afirmó la Duquesa con orgullo.
–¡Por favor, no se moleste en decirlo de una manera más larga! –imploró Alicia.
–¡Oh, no hables de molestias! –dijo la Duquesa–. Te regalo con gusto todas las cosas que he dicho hasta este momento.
Lewis Carroll: Alicia en el país de las maravillas (1865);
Capítulo IX: "La historia de la falsa tortuga".
¡Esa manía de desplazar el contenido de un texto (¡el contenido de un texto!) hacia un enunciado presuntamente aplicable en la conducta o la realidad (realidad moral)! La palabra no "tiene" contenido (lo que parecería, llamaríamos, creeríamos, "significado"); sino que es un significante susceptible de ser asociado con otros en realciones arbitrarias
(arbitrario quiere decir "no necesariamente forzado", pero no necesariamente forzado implica que "de hecho", nunca es forzado, y quiere decir esto tanto como en otros contextos quisiéramos que dijera otra cosa).
Aunque le asignemos a un texto un significado unitario, y nos lo creamos, no por eso será así (en el sentido de ser únicamente), ni siquiera en nuestro propio pensamiento. El lenguaje seguirá estableciendo múltiples asociaciones, incluida nuestra creencia, a pesar de nuestra creencia.
Estás pensando en algo, querida, y eso hace que te olvides de hablar. El lenguaje en su continuo o discontinuo asociar significantes y grupos de significantes ya asociados. El pensamiento sería una interrupción de/en ese discurrir; el pensamiento consciente que toma una sola asociación y la cree unívoca (cuando siguen funcionando todo tipo de relaciones paradigmáticas en ausencia o presencia creando sus alternativas cadenas sintagmáticas). I can't tell you just now what the moral of that
is, but I shall remember it in a bit.
El amor permite que cada cual piense en sus propios asuntos (leemos: arbitrariamente).
Compruebe su discurso. Examine cuánto de suyo, es decir, cuánto de inusiatadamente arbitrario encuentra en cuanto de suyo creía, y cuánto es un trocito de otro arbitrio tan arbitrario como el suyo. Pero, ¡cuidado!: el experimento puede morder.
Flamenco, pica, mostaza, mineral, vegetal.Todo enunciado moral, debe pasar por un tratamiento de desplazamiento metonímico. Después, se le someterá a un segundo proceso de sustitución metafórica. Por último, golpéese con esencia de ironía al gusto. Revisión de funciones activas.
No es necesario que se haga conscientemente: el lenguaje lo hará, en cualquier caso, sin tener en cuenta ninguna opinión.
El yo, esa resistencia a aplicar otra asociación que la estrictamente aplicada de antemano, es, por supuesto, una asociación posible... pero no la única funcionando.
Never imagine yourself not to be otherwise than what it might appear to others that what you were or might have been was not otherwise than what you had been would have appeared to them to be otherwise.
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