Mientras leía iba efectuando numerosas comparaciones con mis propios sentimientos y mi triste situación. Encontraba muchos puntos en común, y, a la vez, curiosamente distintos, entre mí mismo y los personajes acerca de los cuales leía y de cuyas conversaciones era observador. Simpatizaba con ellos y en parte los comprendía, pero yo no estaba intelectualmente formado; no dependía de nadie ni estaba vinculado a nadie. «La senda de mi partida estaba abierta», y nadie lloraría mi desaparición. Mi aspecto era espantoso y mi estatura gigantesca. ¿Qué significaba esto? ¿Quién era yo? ¿Qué era? ¿De dónde venía? ¿Cuál era mi destino? Constantemente me hacía estas preguntas a las que no hallaba respuesta.
Mary W. Shelley: Frankenstein o el moderno Prometeo;
Capítulo IV
En estos párrafos, Mary Shelley pone en boca del monstruo sin nombre unos comentarios de texto de tres obras: Las tribulaciones del joven Werther, de Goethe; Vidas paralelas de Plutarco; y El paraíso perdido de Milton. Concretamente, estas palabras se refieren a la primera de ellas, y se sirve de una cita del poema de su marido Percy Shelley "Sobre la mutabilidad".
En muchas ocasiones he visto a alumnos y profesionales suplicar por unas directrices claras para hacer un comentario de texto. Bueno, pues en este ejemplo no se puede decir más claro lo que hay que hacer.
Ahora bien, echemos por tierra tanta claridad didáctica y atendamos a lo problemático de estas directrices. El comentario de texto viene a poner en relación al que lee tanto con lo que lee como con el mundo en el que se enmarca (mundo real y sentimental de autor, personaje y lector). Pero quién es quién, y quién soy yo, es una premisa que no viene a resolver el ejercicio del comentario, sino a remover el dedo en la llaga.
Porque el personaje construido por Mary Shelley también es bien contundente en esto. El monstruo sin nombre es el producto del ensamblaje de muchos cuerpos. Es además el efecto de una ambición y un deseo inhumano de su creador, del cual está separado, y del que nada queda en su memoria ni en su deseo ni en sus sentidos. Es un cuerpo viejo y un espíritu nuevo. Y como espíritu, también es el resultado de una amalgama de textos, de opiniones, de experiencias y recuerdos. El monstruo es, en una palabra, un monstruo.
¿A quién pues atañe la identidad con la que se relaciona lo que lee? Porque el monstruo que lee al Wether ya está hecho de esa lectura y está ya inmediatamente leyéndose a sí mismo. Y al notar la similitud y la diferencia entre ambos personajes, se hace a sí mismo un ser dividido que es y no es él mismo. Y por el otro lado, ¿con qué mundo va a relacionar su lectura que no sea su propio conocimiento y su propia lectura? Una vez más un mundo que no es él, pero del que sólo conoce lo que es él.
Si somos seres corporales, hechos de trozos de materia del mundo tomados de aquí y allá, y luego desechados y arrojados, y somos recuedos y memorias, y relatos de otros seres, cuerpos, relatos y memorias... y si al mirarnos, nos observamos, nos pensamos, nos recordamos y relatamos, somos inmediatamente el efecto de ese nuevo pensamiento... debemos deducir o bien que estamos inevitablemente inacabados o bien que somos los desesperados Tántalos o Saturnos de nosostros mismos, de nuestra identidad o al menos de aquello que creemos ser.
O bien construirnos como modernos Prometeos, capaces de escurrir cualquier deber.
En un comentario de texto, en toda empresa filosófica o científica, o económica o vital, esperamos con orgullo las soberanas conclusiones, las ideas rotundas que den sentido a nuestros descubrimientos. Pedestales de saber nuevo donde erigir todo el conjunto de nuestro saber. De nuestro ser. Pero no es difícil darse cuenta de que toda conclusión, como texto que es, como objeto, es inmediatamente susceptible de otro comentario de texto (gloriosa caterva de comentaristas de comentaristas que venimos siendo, barro de barro, sombra de sombras).
Y aunque siga siendo útil, y provechoso, y deseable, todo método, rigor y claridad expresiva en la elaboración de nuestras ideas; a fin de cuentas, lo que no deberíamos perder de vista, es el vertiginoso movimiento de esa ola y su inminente clausura en la que se ve arrebatada esta monstruosa canallada del ser.
-La serie completa de comentarios de Frankenstein en este blog:
- El fantasma.
- El saber.
- El deseo.
- El comentario de texto.
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