Hoy quisiera defender mi derecho a encerrarme en una biblioteca a estudiar. A alimentarme sólo del peso de los sabios. A no ser mortal. A ser un puro lector de significantes.
¿Aspiro al imposible? ¿Aspiro el imposible?
Vosotros, hombres contundentes, hombres de acción, hombres que sabéis y confiáis en vuestro saber. Aquellos que tenéis la mirada fija. Los que aún no habéis sido heridos por los ojos del fantasma.
Aquel que busca la gloria encuentra su perdición.
Borís Godunov es una ópera que llegó a mí muy lentamente. Incluso hoy aún no ha terminado de llegar. En estos días, en los que siento desvanecerse mi memoria, ya no puedo decir a cuento de qué está conmigo. Recuerdo que me conquistó desde la primera melodía del soberbio prólogo. Sin saber nada de la historia fui encontrado en su música piezas fascinantes. Y poco a poco hoy día dejo que se me vaya descubriendo.
He encontrado en YouTube la siguiente escena. Perfecta para el día de hoy, esta escena de la primera versión de 1869, basada en un drama de Pushkin de 1825, que desarrolla el ascenso, reinado y caída del zar Borís Godunov (1551-1605); representada en pleno 2010.
- De la música quisiera destacar la tensión con que viaja de un sentimiento a otro, de un matiz a otro, de un estilo a otro. Esa melodía que se va tensando en el coro hasta estallar en un grito de desesperación perfectamente medido.
- De la puesta en escena, me encanta el final, cuyo simbolismo es fácil de comentar.
- Del diálogo... tened paciencia y atended frase por frase. Cada gesto es un hipervínculo a los temas que tanto nos acucian.
- De los personajes, todos los críticos valoran la importancia de este pobre idiota. Desahuciado por todos, pero cuya voz se escoge para cerrar la obra.
También yo, pobre idiota, me hundo en la locura de nuestro común discurso: la cultura.
Modest Mussorgsky: Borís Godunov. Acto 4, escena 1 (versión de 1869)
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