sábado, 31 de marzo de 2018

Narcisismo: LA ZORRA Y EL CUERVO

Todas las gentes tienen que la color de las vuestras péñolas et de los ojos et del pico et de los pies et de las uñas, que todo es prieto, et por que la cosa prieta non es tan apuesta como la de otra color, et vós sodes todo prieto, tienen las gentes que es mengua de vuestra apostura, et non entienden cómo yerran en ello mucho; ca como quier que las vuestras péñolas son prietas, tan prieta e tan luzia es aquella pretura, que torna en india, como péñolas de pavón, que es la más fremosa ave del mundo; et como quier que los vuestros ojos son prietos, cuanto para ojos, mucho son más fremosos que otros ojos ningunos, ca la propriedat del ojo non es sinon ver, et porque toda cosa prieta conorta el viso, para los ojos, los prietos son los mejores, et por ende son más loados los ojos de la ganzela, que son más prietos que de ninguna otra animalia.
Otrosí, el vuestro pico et las vuestras manos et uñas son fuertes más que de ninguna ave tanmaña como vós. Otrosí, en el vuestro buelo avedes tan grant ligereza, que vos non enbarga el viento de ir contra él, por rezio que sea, lo que otra ave non puede fazer tan ligeramente como vós. Et bien tengo que, pues Dios todas las cosas faze con razón, que non consintría que, pues en todo sodes tan complido, que oviese en vos mengua de non cantar mejor que ninguna otra ave. Et pues Dios me fizo tanta merçet que vos veo, et sé que ha en vos más bien de cuanto nunca de vos oí, si yo pudiesse oír de vos el vuestro canto, para siempre me ternía por de buena ventura.
Et señor conde Lucanor, parat mientes que maguer que la entençión del raposo era para engañar al cuervo, que sienpre las sus razones fueron con verdat. Et set çierto que los engaños et damños mortales siempre son los que se dizen con verdat engañosa.
Et desque el cuervo vio en cuantas maneras el raposo le alabava, et cómo le dizía verdat en todas creó que asíl’ dizía verdat en todo lo ál, et tovo que era su amigo, et non sospechó que lo fazía por levar de’l el queso que tenía en el pico, et por las muchas buenas razones quel’ avía oído, et por los falagos et ruegos quel’ fiziera porque cantase, avrió el pico para cantar. Et desque el pico fue avierto para cantar, cayó el queso en tierra, et tomólo el raposo et fuese con él; et así fincó engañado el cuervo del raposo, creyendo que avía en sí más apostura et más complimiento de cuanto era la verdat.

Don Juan Manuel: El Conde Lucanor, ejemplo quinto.

Parte I: de cómo engañar con la verdad.
La moraleja de esta fábula suele prevenir sobre el peligro de los halagos y la adulación. Pero en el texto de don Juan Manuel aparece desarrollada también la otra perspectiva, esto es, propone un ejemplo de cómo persuadir, de cómo adular, de cómo seducir eficazmente. "Antes se pilla a un mentiroso que a un cojo", por lo que la mejor manera de engañar es diciéndolo con verdades. Esta es una obra para la educación de príncipes, y desentraña el arte de la estrategia y la negociación: cómo defenderse de la persuasión, pero también cómo persuadir.
Arte mayor es engañar con la verdad. Suele la mentira servirse de un texto ficticio que, por ignorancia del receptor, es tomado como cierto. El grado más extendido es el de persuadir con la ficción estrictamente, es decir, utilizar objetos de ficción, que se saben ficticios, cuentos, películas, novelas, narraciones, poemas, teatro... mezclar en ellos burlas y veras, de modo que, o bien se toma el texto como inocente y divertido, sin malicia, o bien la supuesta profundidad del texto le otorga autoridad. En el primer caso, el texto sin malicia sirve como caballo de Troya que persuade de alguna idea o forma de pensar. En el segundo, la lógica ficcional se asumirá como auténtica verdad, no en el suceso ficticio sino en su moral subyacente.
El equilibrio entre ambas opciones de ficción se encuentra en la fábula: un relato aparentemente ingenuo pero respaldado por una moraleja profunda y esgrimido por autores respetados. El colmo, pues, es precisamente esta fábula, que avisa del peligro de las fábulas, y cómo su supuesta enseñanza puede estar más haciendo pasar la moral por verdad que enseñándonos la realidad del mundo. La moraleja habla de cómo funciona la ficción humana, y la fábula nos debiera recordar que la moral es, de hecho, una ficción.

Parte II: del narcisismo.
El encomio del zorro tiene dos partes: una, enumerar las características del cuervo como virtudes, la segunda, demandar el canto del cuervo. Para todo lector, la ironía, más o menos cómica, parte de conocer de entrada el horrible graznido de este ave y su consecuente simbolismo (el graznido como elocución terrible, no ya otros simbolismos asociados al cuervo). 
Hay una diferencia importante entre la versión de Esopo y la de don Juan Manuel. El castellano propone que todos los demás están equivocados y que también lo están en su valoración del graznido. El griego, en cambio, lamenta el graznido del cuervo como una falta real en la perfección del ave. En ese sentido, la versión de Esopo es más pura en cuanto a esa técnica de persuadir con la verdad.
En ambos casos, la debilidad del cuervo consiste en el narcisismo: la atribución propia de un discurso o unas sensaciones de belleza, perfección e invulnerabilidad. Atiéndase bien a esa disyuntiva que no es tal: en unos casos el discurso provoca las sensaciones, pero también en otros las sensaciones se vuelcan adoptando un discurso. Curiosamente, el seductor, aparca su propio narcisismo elaborando un discurso en pro del narcisismo del otro; sería la posición del Tartufo y la falsa humildad. Ahora bien, en ambos casos, el objetivo es uno mismo.
En una versión, el cuervo adopta un discurso de belleza como espejo. Como Narciso, diría: "cómo no va a ser ese mi rostro". Al más mínimo indicio, el narcisismo asume como prueba de su propia perfección cualquier ilusión de belleza. En la otra versión, el narcisismo anula la falta, para recomponer una ilusión de todo. En la defensa de la pseudo-no-falta, el queso caerá. Son dos procesos complementarios: 1) la asunción de todo lo hermoso para sí, 2) la anulación de la falta.
El texto de Esopo pone además una idea interesante. El narcisismo y el entendimiento están reñidos. En la medida en que el narcisismo se aferra a un discurso –robado– como inamovible, difícilmente podrá entender con él el devenir de la realidad. Pero he aquí que el zorro, al servicio también de su propio narcisismo, pues tanto confía en su astucia, es capaz de usar el entendimiento conociendo precisamente cuán ciego es el narcisismo. La fábula no es sólo un aviso contra el narcisismo del cuervo, sino también contra el narcisismo del zorro, que podría llegar a pensar que su astucia triunfará siempre: "1) todas las inteligencias son mías, y 2) carezco de estupidez".  
Esto es: el entendimiento, en la medida en que genera también discurso, construirá un nuevo narcisismo, el narcisismo del texto, el narcisismo de ese discurso, que pretenderá tanto explicar la verdad (zorro) como ser entendido (cuervo). Así pues, la fábula nos avisa de cuál es el tercer peligro del que hay que avisarse: la ingenuidad de nuestra propia intención (el queso), que no es tanto nuestra como del discurso aprendido, adoptado. Y la prueba de esta presunta lectura es, paradójicamente, cómo nadie al leer esta fábula desconfía del queso.

Un cuervo robó a unos pastores un pedazo de carne y se retiró a un árbol.
Lo vio una zorra, y deseando apoderarse de aquella carne empezó a halagar al cuervo, elogiando sus elegantes proporciones y su gran belleza, agregando además que no había encontrado a nadie mejor dotado que él para ser el rey de las aves, pero que lo afectaba el hecho de que no tuviera voz.
El cuervo, para demostrarle a la zorra que no le faltaba la voz, soltó la carne para lanzar con orgullo fuertes gritos.
La zorra, sin perder tiempo, rápidamente cogió la carne y le dijo:
- Amigo cuervo, si además de vanidad tuvieras entendimiento, nada más te faltaría realmente para ser el rey de las aves. 

Esopo. 


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