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Tesela y mosaico. Debido la naturaleza fractal de los objetos, su condición aparece como paradójica. ¿Qué objeto no está hecho de otros elementos, también objetos, que lo componen? Igualmente, ¿qué objeto no es un elemento para una composición aún más compleja? Los objetos son nítidos a nuestra concepción, pero sus límites son ilusorios. Entonces, ¿cómo definirlos?
Y aquí entra el componente más complejo: el lenguaje. La mayoría de los objetos vienen acompañados de su nombre (cada palabra es otro objeto). En la mayoría de los sustantivos, esa dualidad no nos presenta problemas: distinguimos el objeto y su palabra. ¿Qué ocurre con las demás palabras, verbos, adjetivos, sustantivos abstractos? ¿Dónde está el objeto? El texto, pues, es el mosaico que convierte los objetos en partes de otros textos. Y la realidad, creemos, es algo distinto al resultado del texto.

Rápidamente olvida el ojo que la imagen que percibe no es el objeto mismo. El niño, que dibuja como puede, rápidamente ve en esas pocas líneas, en esas pocas manchas, su casa, su padre, su madre. Pero en la palabra, la relación entre significado y significante es arbitraria. En cada momento comunicativo esa relación está tentada de despegarse de la convención, de la memoria. Los significados son seres en fuga. Pero creemos más en ellos que en los objetos mismos, que en las palabras mismas. Idolatramos fantasmas.

Una persona es creativa, no dudemos de eso. Una persona tiene intención. Crea objetos. Esos objetos son el resultado de lo que esa persona es, de su momento. Pero esa persona que percibe el objeto creado, antes, durante y después de la creación, ¿no se ve afectada por el objeto? Así pues, su propia creación la está creando. Hablamos de los autores, pero sólo tenemos sus obras. Y no tenemos sus obras, sino nuestras lecturas.

Una persona es un objeto, en el sentido de que es algo, que puede ser percibido. En la psicología del espejo, el ser humano es capaz de percibirse a sí mismo. Como observador se juzga, como objeto es juzgado. La mirada lo construye. La mirada es el efecto de una construcción. En la mirada que se observa a sí misma, ¿quién observa a quién? Su momento es un bucle infinito.
La evidencia imposible. A diferencia de la fe, que cree ciegamente en algo que jamás será sensual, la experiencia más auténtica es aquella en la que lo imposible aparece ante nuestros ojos, nuestras manos. ¿Quién no quiere ser testigo de un milagro? Y ahora, esa percepción cuánto es de la realidad, cuánto del deseo. ¿En qué momento aprendimos a distinguirlos?
Nuestro saber, nuestra memoria, tiene que renunciar a sus leyes y sus códigos para dar cuenta del momento. Es lo contrario de lo que está acostumbrada a hacer. Tiene que separar memoria de percepción, percepción de objeto, objeto de sujeto. Mientras que está acostumbrada a creer, que sus recuerdos son hechos, que su imaginación es la realidad.
Imágenes desde Wikipedia y Wikiart
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