sábado, 30 de marzo de 2013

Símbolos: LA PALOMA, de Rafael Alberti


Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.

Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo,
que la noche la mañana.
Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama).

Rafael Alberti: Entre el clavel y la espada (1940)

Me descorazona pensar que la mayoría de los trabajos y las labores del hombre consiste en mover objetos de sitio, como si la humanidad en su conjunto estuviera construida por pequeños sísifos. Ese es en parte mi fantasma. Pero lo terrible es comprobar cómo el pensamiento humano se convierte en un mero juego de trileros, moviendo de aquí para allá los conceptos, apartando unos, recuperando otros.
Si creemos en la física, difícilmente podemos creer en el movimiento, porque tiempo y espacio serían las ilusiones emergentes de un proceso de tensiones caóticas que son de verdad las que trabajan. Los objetos no se mueven (diríamos incluso que los objetos no son físicos, sino resultado del lenguaje). Algunos dirán, los objetos se mueven y yo los veo; nosotros diríamos, son sólo imágenes que desfilan ante el paseo que es nuestra mirada.
¿Y el pensamiento? El hombre no se mueve con el cuerpo, como objeto. ¿Qué hace con su pensamiento? Pues en la mayoría de los casos, mover conceptos. Sin embargo, las posiciones mismas no las cambia. La estructura del pensamiento suele permanecer inalterable, y aún más mientras más compleja es esa estructura. La historia del pensamiento es un decir diego donde se decía digo, y así sucesivamente.
Veámoslo, si os parece bien, en un largo y fatigoso recorrido por los símbolos recopilados en este poema. Sé que me salto una de mis costumbres: no comentar textos propios del temario de instituto; pero este poema está tan tratado por internet que bien merece un respiro. En cualquier caso, si tu interés es algo distinto a ver desfilar letras y conceptos, te sugiero que abandones ya esta tarea.
Entendemos por símbolos aquellos objetos que representan alguna idea, o sistema de ideas u organizaciones sociales o psicológicas, totalmente o en gran parte distintos al objeto mismo. En relación al lenguaje, los símbolos serian sustantivos, verbos y en menor media adjetivos y adverbios, cuyo significado se desplaza del usual y se convierten en emblema de otro tipo de relaciones convencionales (el uso tradicional o convencional es lo que distingue el símbolo de la metáfora). Pero con el lenguaje sucede que la palabra ya es simbólica de por sí: es convencional y arbitraria. No hay relación física alguna (qué trabajito cuesta que algunos comprendan esto) entre significante y significado, pero sí cultural. Los llamados símbolos ya están contruidos por otros no (usualmente) llamados símbolos.
Repasemos, pues, los símbolos que propone Rafael:
  • La paloma: tradicionalmente, la paloma ha venido siendo en la literatura occidental un símbolo del amor (era, de hecho, el emblema clásico de Afrodita). Como otras aves (tórtola, alondra...), su ritual de cortejo y anidación era ideal para la metáfora erótica (además de las reminiscencias al pajarito sexual). Pero también, y es un significado no muy lejano, venía siendo usado como símbolo del Espíritu Santo cristiano: así se interpreta en el mito de Noe, en la concepción de María o en el bautismo de Jesús. Es precisamente la imagen de la paloma volviendo con una rama de olivo (es el olivo el antiguo símbolo de la paz, tal y como lo refleja el mito ateniense, por su presencia en todas las regiones del Mediterráneo) tras el diluvio el que ha llevado a la confusión. Por otro lado, la paloma como "rata del aire" tal vez dé lugar a otro tipo de simbolización relacionada con los excesos y la hipocresía urbana, pero esto son conjeturas.
  • Norte y sur: La simbología más estricta viene como la referencia polar para orientación (también orientarse tiene ese mismo sentido: "norte" significa realmente la izquierda de oriente, que es la referencia más clara). Así, el norte se asocia con elementos positivos, frente al sur. A esto ayuda la disposición geográfica y social de los países, por lo común, ricos al norte y los pobres al sur. Por supuesto, esto último es un tópico; pero en Europa y en España bien que se le saca partido a este tópico (y por aquí habría mucho que hablar). Además, habría que sumarle la asociación frío y oscuridad en el norte y calor y luz en el sur: racionalidad en el norte, apasionamiento en el sur (¿no ven aquí una asociación de valores contradictorios?).
  • Trigo y agua: Estrictamente, estos dos símbolos no se costruyen por oposición, como los anteriores.
    El trigo se asocia con la diosa Ceres (Deméter), la fecundidad de la tierra agrícola. En cierto modo es el salto "civilizado" del hombre en relación con la Madre Tierra. El trigo es el estado primario del pan, el alimento, trabajado. Y todo esto, al final nos lleva a la extraña relación que el hombre tiene con su cuerpo. El cuerpo del hombre. Curiosamente, el pan y el trigo (el maíz en América) es el elemento básico de la economía, y el valor del trigo y el pan se levantó como primera referencia económica.  Y la economía es el sudor de la frente del hombre, su pan, su cuerpo.
    El agua es un símbolo prácticamente universal de vida y espiritualidad. Es un símbolo de pureza, de virtud y de limpieza. Sin embargo, al menos en Occidente, la naturaleza humana culmina con la sustitución del agua por el vino (así en Dionisos y en Cristo): se pasa de un culto natural a un culto misterioso, de un conocimiento inocente y apegado a la naturaleza, a otro conocimiento trascendente y metafísico.
    La relación más lógica sería relacionar el trigo con el vino. Pero no sé qué tiene que ver la lógica con todo esto.
  • Mar y Cielo: El mar es el caos, el principio, el final y la muerte. El cielo es el lugar de lo divino y lo sagrado. Los abismos oscuros son para el mar; los reinos maravillosos, para el cielo. La dialéctica cielo y mar la trabaja Juan Ramón Jiménez hasta (y desde y por y entre) la saciedad en su Diario de un poeta recién casado. Separados tan solo por la línea del horizonte, difícilmente podríamos saber quién da el azul a quien; pero el cielo tiene un atributo que asegura su nitidez frente a la inseguridad del mar: el Sol. El cielo nocturno y las estrellas suelen confundirse con los brillos de las aguas; no así el sol, del que siempre se destaca su diferencia entre la poderosa estructura puntual en el cielo y la estela múltiple de su reflejo en el mar al atardecer. Por eso el cielo siempre es el cielo y el mar, en cambio, también es la mar.
  • Noche y mañana: Su dicotomía es parecida a la anterior. La noche es oscura y peligrosa (pasional como el sur), mientras que la mañana es segura y luminosa. En la noche reina la luna inconstante, las incontables estrellas con sus mitos e historias, los sueños. En la mañana se impone la belleza de la aurora y el señorío del sol. La noche (oscura del alma) se asocia con la ignorancia y el pecado (la vida misma), y la mañana con el conocimiento y la iluminación (la trascendencia). La mañana es la hoz de oro que separa a los amantes en su lecho. Pero curiosamente, aunque tendemos a asociar la mañana como ese terrible despertar a lo real (lo social, el trabajo, las obligaciones), el vino y los borrachos se sitúan en la noche (y ya hemos dicho que el vino está más asociado con esa trascendencia de la verdad).
  • Estrellas y rocío:  Aquí dejamos los símbolos cosmogónicos (nos alejamos de otros simbolismos de las fecundas estrellas) y retomamos la simbología erótica. De paso, retomamos la tradición poética, con la que daba inicio el poema. Estrellas y rocío son metáforas tópicas de los ojos y las lágrimas. Por supuesto, ambas están ligadas a la noche; pero esta vez, la noche suele verse como ese espacio que cobija a los amantes (irónicamente, la triste atmósfera de su dolor). No es casualidad que estrella y rocío sean emblemas de las vírgenes andaluzas. Por otro lado, siguen asociando esa relación entre el cielo y el suelo (véanse las anunciaciones de Fra Angelico para corroborar ese juego entre las floridas estrellas de techo y suelo). Destellos de luz entre la oscuridad reinante como gotas de agua pura que el cielo nos regala.
  • Calor y nevada: El calor es símbolo del amor, de la pasión, del fuego de los sentimientos. El frío es la ausencia, la soledad, la apatía, el desdén. Calor, el rojo de las encendidas mejillas de las jóvenes; nevada, su blanca e inocente piel. Calor de rosa y nieve de azucena, tal como dictaba Garcilaso. Pero además, me gustaría acordarme del calor (o el fragor) de la batalla junto al frío de la separación y la muerte (Europa, España, 1940). El escalofrío del amor y el escalofrío de la locura del hombre que arde en extraños e intolerables deseos.
  • La falda y la blusa no son símbolos; todo lo más, prendas inconfundiblemente femeninas. Es la única marca auténticamente femenina del poema. Y por supuesto, ropa y mujer difícilmente se separan del erotismo: falda para las nalgas y piernas, blusa para los pechos y brazos. Sabido es el humano rasgo evolutivo que ha exaltado los pechos de la mujer tanto como sus nalgas. Son sus emblemas eróticos. Como lo es también la civilizada prenda que juega a ocultar o realzar su naturaleza. Porque cualquier prenda en la mujer es un velo que bien puede tomarse como reclamo o como censura. Cultura, censura, deseo y mujer.
  • Corazón y casa: Tampoco estos símbolos son estrictamente opuestos.
    El corazón es el símbolo de los sentimientos y las pasiones. Así actúe el corazón al dictado de lo que sentimos, o sea el corazón quien dicte. Y si es el centro vital, los sentimientos son el centro de la vida del hombre, su raíz. Y, sin embargo, difícilmente se podría haber escogido víscera más muscular y corporal, básica, que el corazón.
    La casa es el cuerpo y la familia. Porque el cuerpo es la casa del alma, siendo esta los sentimientos, el corazón. Porque la casa a la que uno pertenece es su familia, sus apellidos, su pueblo, su escuela. ¿El cuerpo es la casa del corazón? En efecto, ¿cuál es realmente el cuerpo del hombre? (quien me lee dirá que la casa es la memoria) ¡Realmente la paloma tiene razones para estar confundida!
  • La mujer: ¿La mujer es un símbolo?
  • Tú: Tú es el lector. Aquí es la mujer porque dice "tu blusa", "tu falda", "tu corazón". ¿Tú eres acaso la casa de la paloma?, tú, sí tú, tú mismo. ¿Tú eres, pues, ineludiblemente una mujer? Pero, no olvidemos, si tú es el lector, también es el poeta, porque cómo no va a ser el escritor el lector de su propio texto (cómo no vas a ser tú, lector, el poeta de este texto). El tú, y los pronombres, un asunto complicado.
  • La orilla y el sueño: En la poesía pastoril, petrarquista, renacentista, encontramos a las ninfas y a las pastoras durmiendo tranquilas y hermosas en la orilla de los cristalinos arroyos. O bien son los poetas, los que se asoman a la orilla y languidecen a través de sus sueños, sus lamentos, sus canciones, sus poemas. Sin embargo, aquí quien duerme es la paloma. ¿Y qué significa dormir? Es pausar, es morir, es desaparecer; o bien es acudir a esa orilla de la cristalina y corriente verdad de los sueños (el vino).
  • La cumbre y la rama: Debería ser "la rama de una cumbre"; ya está todo trastocado. Porque también debería ser la paloma quien duerme (porque suponemos que ese vuelve a ser el verbo elidido, mala costumbre esta de la suposición, poco amorosa es) en la rama, pero eres tú. ¿Quién se va por las ramas, quién se encumbra, quién pierde el norte?, sino tú, el poeta, tú Rafael, tú humano, tú hombre, tú mujer. Pero la mujer o el poeta deberían dormir en la orilla (así lo insinúa el poema y la tradición poética), y ser la paloma, el amor, quien lo haga entre las altas y caóticas ramas (será una) de los árboles.
Y si has llegado hasta aquí, con devoción y paciencia, te doy mi enhorabuena. Si llegas saltándote todo lo anterior, tal vez hayas sido más inteligente (pero no te tomes ser inteligente como una ofensa: no hay ironía ni juicio moral). Porque, ¿qué ha sido todo lo anterior sino un paseo por los símbolos? ¿Y en qué ha consistido este paseo sino en ver desplazarse un término por otro?: el lugar que ocupaba la belleza lo ocupa la rosa, y la rosa puede ser la imagen de la amada, y la amada una paloma, y la paloma los sentimientos, el amor, y el amor, a fin de cuentas, biologicista tú, pura química.
Un viaje no puede ser un mero desplazamiento, porque los cuerpos, de verdad, de verdad, no se mueven. Un viaje implica una transformación: nuestra posición tiene que haber cambiado. De lo contrario sólo ha habido un ver pasar imágenes, en una dirección como podría ser en otra. Y sin embargo, si nuestra vida es un viaje, es porque está pautada de transformaciones (si irreversibles o no, ese es otro asunto). O el hombre vive contemplando estático un desfile de imágenes.
¿Y qué sombra habrá de cambiarme? ¿Qué paisaje puedo tener delante que no sea un despliegue de imágenes que son en realidad sombra de mi mirada? Y esa mirada ¿no es también una sombra? Ningún objeto, ningún concepto, ni ninguna idea, ninguna palabra tranforma, en la medida en que son sombras de otras sombras. Símbolos de símbolos.
Pero la transformación es una realidad. Tú mismo puedes corroborar eso con tus propias transformaciones. Y si has sido sujeto y objeto de transformación, ¿cómo es eso posible? ¿Qué ha cambiado, cuando dices "he cambiado"? No pueden ser los objetos, ni los símbolos, nada en las imágenes, que son las mismas y tan intercambiables como antes. Amigo, tal vez en el exilio, sabes, que posiblemente lo simbólico sea otra cosa.




4 comentarios:

  1. Peregrina paloma imaginaria
    que enardeces los últimos amores;
    alma de luz, de música y de flores
    peregrina paloma imaginaria.

    Vuela sobre la roca solitaria
    que baña el mar glacial de los dolores;
    haya, a tu peso, un haz de resplandores,
    sobre la adusta roca solitaria...

    Vuela sobre la roca solitaria
    peregrina paloma, ala de nieve
    como divina hostia, ala tan leve...

    Como un copo de nieve; ala divina,
    copo de nieve, lirio, hostia, neblina,
    peregrina paloma imaginaria...

    Ricardo Jaimes Freyre

    ResponderEliminar
  2. "Son", dice, "como de paloma tus ojos". Ya dijimos la ventaja grande que hacen las palomas de aquella tierra a las de ésta, señaladamente en esto de los ojos, y como se ve en las que llamamos tripolinas, parece que les centellean como un vivo fuego y echan de sí sensiblemente unos rayos de resplandor; y ser así los de la Esposa, es decille lo que los enamorados a las que aman dicen comúnmente: que tienen llamas en los ojos y que con su vista les abrasan el corazón.

    Fray Luis de León

    ResponderEliminar
  3. Yo lo interpreto asi: la paloma se refiere al autor. Confundió la falda con la blusa, porque la mujer solo queria sexo, el, el hombre (identificado como la paloma) quería amor, confundió que ella solo quería sexo... su corazón nunca fue su casa

    ResponderEliminar