domingo, 14 de octubre de 2012

CUADROS DE UNA EXPOSICIÓN: Sinestesia de la recepción.

En retórica, se entiende por sisnestesia el enunciado que confunde distintos sentidos sensoriales en un mismo objeto, como mirada dulce, caricia brillante, aroma gris o una áspera sombra. También se puede hablar de sinestesia cuando se le atribuyen sensaciones perceptivas a un término abstracto que, por su definición de abstracción, debería carecer de ellas: como una rugosa esperanza empapada de dudas deslumbrantes, o una simple añoranza azul.
En psicología o neurología (no le tengo claro) se habla de sinestesia cuando la imagen de la percepción se construye confundiendo información de distintos sentidos. Así, si alguien siente un color cuando oye, o bien diría que oye los colores, sin duda es sinestésico. De hecho, la capacidad sinestésica de las personas se está aprovechando para suplir las deficiencias de sordos o ciegos físicos, pero cuyo cerebro está perfectamente capacitado para construir un paisaje perceptivo completo.
Ahora bien, aunque haya casos de personas que hayan demostrado una sinestesia patente y continuada, sospecho que es algo totalmente común; pues, a fin de cuentas, ¿qué sabrá el cerebro de cuán separadas están las fuentes de información que le llega? Es más, diría que pensar en sí es en definitiva un acto sinestésico. Que el batiburrillo de neuronas borrachas de química y electricidad produzcan un paisaje de cualquier tipo, ¿no es una sinestesia? Toda reflexión, toda decisión, toda percepción es ya una proceso de traducción de sentido.
Y como ejemplo, propongo un repaso a las diferentes sinestesias que han ido contruyendo la célebre Cuadros de una exposición, cuya autoría se atribuye principalmente al compositor ruso Modest Mussorgsky.

  1. El pintor: Viktor Hartmann. La primera fase corresponde a la transformación de una percepción o una idea en una imagen visual. Y lo digo así por no separar pintura y fotografía. Evidentemente, el pintor no copia la realidad; sino que plasma en una imagen la composición visual de un pensamiento o sentimiento abstracto. Igualemente, en mi opinión, la fotografía no reproduce la realidad, sino que intenta capturar la sensación de un momento o un paisaje. En ambos casos, la imagen está al servicio de la idea, o de la pasión.
    Ya sea un salto leonino sobre el instante, ya sea un meticuloso proceso de composición y retoque, hemos de imaginarnos al artista volcado sobre sus sentimientos. El encuadre, la cantidad de luz o de pintura, la saturación, la armonía... son traducciones de la pincelada de pasión que en cada momento vive, cargada con todo el bagaje de recuerdos, ideas y cultura que le otorgan una no menos verdadera materia.
  2. El museo. Es interesante que nos fijemos en una exposición imaginaria de la obra de Hartmann. Por supuesto, esa colección conmemorativa existió; pero no porque tuviera lugar en un lugar y un momento concreto de la historia, sino porque así se construyó en cada uno de los que pasearon por la obra del pintor, incluido el pintor mismo. Cada cual elaboraría un orden, una estructuración y una experiencia distinta a la relación de unos cuadros con otros. Cada cual haría su colección a partir de la idea que le sugiriera: las imágenes se tornan ideas y las ideas componen una disposición.
    Modest y Viktor eran amigos. Compartían además su interés por encontrar (o construir) la esencia de "lo ruso", en ese nacionalismo tan "pintoresco" del diecinueve. Y aquí hay una prueba más de esa sinestesia cultural que es el pensamiento humano. Probablemente, lo que hoy identificamos como "ruso" le debe más a estos autores que al revés. La idea de nación es la musealización de las sinestesias de unos pocos y geniales amigos.
  3. El músico: Modest Mussorgsky. Bien, ya tenemos la selección y el orden de cuadros. Y ahora nos encontramos con la genial transposición de una imagen a una pieza musical. Ya no será el sentimiento original del pintor, ni la intención del coleccionista, y casi ni la del músico en su recepción, sino la del músico en su creación. Prueba de ello es lo plástico que son estas piezas de Mussorgsky: se ven. El músico no describe el cuadro del pintor, sino que crea un nuevo objeto partiendo de los sentimientos, fantasías e ideas que le brotan tanto en la percepción del cuadro como en la propia composición musical.
    Si volviéramos a comparar los cuadros con las piezas musicales, habrá quien pregunte ¿y de dónde sale ese dinamismo, ese poder casi narrativo, partiendo de imágenes estáticas? ¿Imágenes estáticas? diría yo. Y cualquier pintor se pondría a explicar las tensiones armónicas de líneas y colores. Y al músico tal vez no le cueste admitir que toda esa imaginería musical no es más que una ilusión; que todo se reduce a ritmo y acordes y a tensión tonal. ¡Paparruchas! En todo caso lo que hay es una pasión en constante sinestesia.
  4. El sinfonista: Maurice Ravel. Llega el tercer genio en cuestión (que además parece ser que padeció realmente sinestesia neurológica). Transforma los apuntes musicales de Mussorgsky (que muchos dudarían en aceptar que son obras de piano), escritos exclusivamente con ritmo (armónico, melódico) y deduce de ahí todo un paisaje tímbrico de sonidos perfectamente estructurados en el sistema de la orquesta sinfónica occidental. Y después de escuchar a Ravel, uno tiene serias dudas de que realmente la instrumentalización pudiera ser de otra manera (lo cual es ridículo). En cualquier caso, se trata una vez más de una traducción mental. Que un trino pertenezca a una trompeta o a la cuerda, es tanto como decir que el azul le cuadra más a lo dulce y el amarillo a lo agrio o que la letra "e" suena marrón frente a la "o" que es negra.
    En realidad, cada uno lo que hace es orquestar a su manera el paisaje que tiene delante. Esto nos debería hacer dudar de hasta qué punto cada uno de nosotros es un instrumentista toncando en la misma orquesta, o hay tantas orquestas diferentes como instrumentistas, espectadores, creadores o instrumentos. Esto dejaría la idea de nación muy muy lejos, mal que le pese a Modest y a Viktor, y mal que haya quien tenga "lo ruso" como una evidencia delante de sus ojos, sus oídos y su lengua.
  5. El comentarista: Abraham etc (donde etc designa a cualquier otro que en algún momento haya hecho comentario o análisis de algo de esto). Mi experiencia con Modest, con Viktor, con Maurice y con la sinestesia o con "lo ruso" no se corresponde con lo aquí expuesto. El orden es muy distinto. En primer lugar, en mi infancia la URSS estaba aún muy presente. Luego empecé a escuchar música: me imaginaba escenas de películas de ciencia ficción o de fantasía escuchando esta obra. Luego me dio por mirar los títulos de los cuadros. Luego estudié. Estudié algo de música, algo de historia, algo de política, algo de ciencia... Por último conocí los cuadros del pintor. Y ahora me da por escribir esto. En fin, imaginen la cantidad de "Cuadros de una exposición" han pasado por mi cabeza en relación a esta obra. Se transforma. Cada vez es una distinta. Y yo la trato aquí como si fuera una la misma.
    Podría ir cuadro por cuadro, señalarles la relación con mis sentimientos, o los que yo imagino los sentimientos del autor. Podría analizar las diferencias (y las diferencias sentimentales, pues) entre la imagen del pintor, la del músico y la del sinfonista. Podría relacionarlo con "lo ruso", con los nacionalismos actuales, con toda una teoría de la música o bien engarzarla con una idea global de sinestesia. Esta obra es tan mía como de cualquiera de ellos, por más que mi autoría no responda a la obra que compuso cada cual. Y mañana seré un autor diferente haciendo de ésta una obra distinta. Otra vez sonido, otra vez idea, otra vez palabra.
  6. El lector. Y tú, "-hipócrita lector-, -igual a mí-, ¡mi hermano!", harás de las tuyas. Tomarás estas ideas como mías, pero tuyas, las sancionarás. Las pondrás arriba o abajo de los cuadros, quitarás algunas, pondrás la que más te guste junto a la mejor luz. Harás tu propio trabajo de musealización. Pero, ¡ojo!, no con mis ideas, sino con tus sentimientos en el instante que aparecen por tu delante te hacen brotar. Y así crearás una obra nueva según sea tu paisaje preferido.
    Si eres cocinero, tal vez hoy cocines un "salmon a la promenade". O bien, pasarán mis agudas observaciones (esto es estrictamente una sinestesia) sin pena ni gloria. O si eres un fanático capaz serías de hacer de esta exposición un movimiento religioso. Un nuevo objeto digno también de comentario. Lo que es seguro es que los cuadros de esta música ya no volverán a ser los mismos (lamento si eres de los que disfrutan escuchando la misma melodía una y otra vez). Esta obra expone a las claras una constante refundación; y si es así en esta obra, ¿cómo no en las demás?
Al menos una extraña paciencia te ha llevado hasta aquí. Eso ya es una valiosa sinestesia: sentimiento transformado en tiempo o en palabra ("tiempo", "paciencia", "sentimiento"). Sea como haya sido tu lectura, adivino que ha sido un acto en el que tu momento se ha transformado en pensamiento, sentimiento o idea. ¿Y cómo es eso posible? ¿Será que cada ser, su física, su química, su forma, no es sino una sinestesia de su momento?
En fin. Veo que me he alargado bastante. Ahora tocaría el proceso de revisión, porque no dudo de que se me han colado desesperantes erratas, faltas ortográficas, imprecisiones. Y por más que retoque algo en otro momento, no voy a corregir. Porque asumo que tú ya tienes una idea de en qué orden y en qué normas debería enmarcarse mi texto. Confío en que tú sabrás hacer sinestesia de mis errores.
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