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No creo que se pueda ni se deban hacer comentarios sobre el Himno de la alegría de Beethoven. ¿Qué más habría que decir? Es una obra a la que sólo podemos acercarnos, entregarnos, una y otra vez, cuando sea, en los momentos que sean, y dejar que nos enseñe o nos transforme.
Aún así, pienso que toca hacer este comentario, y ha de ser así, incumpliéndome a mí mismo, posibilitándome una rebeldía imposible.
Lo haré tangencialmente: a través de esta secuencia de "Immortal beloved". La película puede resultar más o menos interesante, pero esta secuencia del Himno de la alegría es magistral. Nos da, por supuesto, una visión personal, pero que nos ayuda a comprender mejor esta música. No creo que nos distorsione ni nos aleje del mensaje.
Veamos los elementos de la secuencia: las estrellas (el Padre), el padre (junto con el goce, la violencia, la autoridad...), los hermanos (la humanidad), Beethoven (el yo, ¡magnífico!, el yo escapando por la ventana de casa), el bosque (aquí se puede poner lo que se quiera), la laguna (algo de útero, algo de sexo, algo de equilibrio, algo de paz), y otra vez las estrellas: lo universal.
Cómo no ver en esta música la carrera misma de la humanidad: huyendo del padre odiado y corriendo para amar al Padre. Y en esa carrera podemos situar lo que queramos: la ambición, la política, la guerra, el pensamiento, la filosofía, el arte, la ciencia... todo el esfuerzo humano que se estorba y se apoya en sí mismo para trascender, siempre a punto de culminar sin conseguir culminar nunca. Hasta que el absurdo nos lleva al sosiego de la risa y la alegría.
Porque sí, todos estos sones, alegres o quejosos, gozosos, marciales, religiosos, solemnes, explosivos... no son el meollo de la cuestión. Que no. ¿Piensas tomarte en serio esta música? Bah. Amigo, suelta esa seriedad y divirtámonos con ella. ¿No ves que en el fondo es una melodía simple, infantil, insignificante? Podemos hacer con ella lo que queramos, sin temor a recriminaciones. ¿A qué ese empeño del hombre en recriminar y en sacralizar? Así es el universo, algo tan sutil como una cancioncilla, un canturreo que no se puede olvidar; y por más que sobre ella levantemos un edifcio enorme con nuestros empeños, seguirá sonando en el idioma de lo absurdo, lo trivial, lo insignificante... hasta que comprendas que es hermoso.
Tememos aquello a lo que estamos obligados, y nos obligamos a ese temor, y con ese afán luchamos y tropezamos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo. Si tan solo aprendiéramos a dejarnos flotar en la eternidad.
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Precioso, simplemente precioso.
ResponderEliminarSara M.
Música en la sinfonía misma, Palabra en su comentario, y yo le agrego la versión cinematográfica-documental impecable de la BBC: https://www.youtube.com/view_play_list?p=E751A6DBE6F4C32E
ResponderEliminarSinestesia completa.