Siguió otro periodo de absoluta insensibilidad; fue breve, porque al volver de nuevo a la vida noté que no se había producido ningún descenso perceptible del péndulo. Podía haber durado mucho tiempo, porque sabía de la existencia de demonios que observaban mi desmayo y que podían haber detenido el péndulo a su voluntad. Al volver en mí, me sentí enfermo..., oh, indeciblemente enfermo y débil, como después de un prolongado ayuno. Aun en la agonía de esas horas, la naturaleza humana ansiaba alimento. Con un penoso esfuerzo extendí el brazo izquierdo todo lo que me permitían las ataduras, y me apoderé de los pocos restos que las ratas habían dejado. Mientras que me llevaba una porción de alimento a los labios, pasó por mi mente un pensamiento de alegría apenas nacida..., de esperanza. Pero ¿qué tenía yo que ver con la esperanza? Fue, como he dicho, un pensamiento que apenas se había conformado... El hombre tiene muchos así, que jamás concluyen. Sentí que era de alegría, de esperanza, pero también sentí que había perecido en el momento mismo de hacerse. En vano luché por perfeccionarlo, por recobrarlo. El prolongado sufrimiento casi había aniquilado todas mis facultades mentales ordinarias. Yo era un imbécil, un idiota.
Edgar Allan Poe: El pozo y el péndulo; 1845.
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El prisionero como símbolo de la propia condición humana atrapada en este mundo, en su propio cuerpo, es un elemento recurrente en la literatura occidental. El péndulo explícitamente se configura como el tiempo, que se agota, llevándonos a una muerte inexorable. A partir de ahí podemos interpretar como queramos los otros elementos del relato, asociándolos con el devenir de nuestras propias vidas. Sólo algunos:
El alimento. Aquí, el alimento aparece como un autoengaño de nuestra biología; pero más, de "nuestra naturaleza humana". Algo que nos permita estar dispuestos para la muerte haciéndonos creer que podemos escapar. Tomar nuestros actos, nuestro lenguaje, como alimento, igual que hemos visto otras veces, supone entonces utilizar esos símbolos como venda, como ilusión, para poder huir de lo insoportable. Alcoholismos delirantes. No parece una manera muy apropiada de darle sentido a nuestros actos.
Las ratas. Podemos interpretarlas como la sociedad, o como nuestros propios pensamientos; y supongo que admitirá otras lecturas. Son numerosas. Comen de nuestro mismo plato, pero sólo esperan poder devorarnos a nosotros mismos. Desde el pozo... (y sin embargo luego será su propia voracidad la que nos libere del péndulo, ¿cómo interpretar eso?)
Los demonios que observan. También este elemento permite muchas asociaciones (desde las Parcas a los demonios de Descartes), si probáramos con cada una también tendríamos lecturas interesantes. Pero lo que más me inquieta es su capacidad para detener el péndulo, para moldear nuestro castigo. Al situarlos en el coro de la Inquisición, y liberados por el ejército francés, podemos leer en ellos el fanatismo y los delirios curados por la razón; pero viendo cómo acabó la Revolución Francesa y el ejército napoleónico, también cabe la ironía. El sueño de la razón...
La estupidez. Reconocernos como estúpidos. ¿Por buscar alimento? ¿Por no poder entender el alimento? ¿Por creer en la esperanza? ¿Por no poder creer? ¿Por resignarse? ¿Por luchar? Somos idiotas transitorios, o bien es esa nuestra condición, intentando constantemente pensar que no lo somos. No está nada claro.
El pozo. Otro gran símbolo, tópico donde los haya. Sólo diré: "el vaivén de la luna nos castiga por haber escapado del pozo".
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