Qué hubiera sido de esta obra sin el título "del nuevo mundo" (tal vez la lectura más correcta sería "desde el Nuevo Mundo"; pero la primera opción está más abierta a interpretaciones). Sin duda, la popularidad de esta sinfonía se debe a una suma de factores fácilmente identificables.
Nueva York en 1890 |
La primera razón es que, si no me equivoco, es la primera obra sinfónica que hace referencia a la cultura estadounidense, y este valor mediático seguro que, desde el inicio, ha dado un fuerte impulso a esta sinfonía. Derivada de ahí tal vez venga la segunda razón: Jonh Williams (reconocible en Tiburón, Stars Wars, etc). Posiblemente, mucha de la épica que atribuímos a esta obra se deba al influjo de haber oído antes, aunque sin darnos cuenta, en televisión o en las películas, este tipo de sonoridad.
La tercera razón es más cuestionable: el nudo de estilos. Esta es una obra totalmente clásica. No creo que podamos ver nada innovador para su época; ahora bien, recoge los mejores elementos de su momento: formas clásicas, rigor constructivo propio de Brahams (su tutor musical), romanticismo post-wagneriano, introducción de ritmos y motivos populares... Todo dando como resultado una pieza fácilmente legible.
La cuarta es el propio subtítulo.
Ahora viene el capítulo personal. Esta es la obra que me inició a mí en la música clásica, cuando tenía diez años. Con ella me imaginaba grandes paisajes, sobre los que cabalgaban animales nobles y volaban heroicos pilotos. Más adelante, me di cuenta que esta obra también era la puerta de entrada para otros, independientemente, a la música clásica. Así, ese "nuevo mundo" es posiblemente el mundo sinfónico, y no es casual que sea esta pieza y no otra la que nos abra el camino.
Más adelante, al escuchar esta sinfonía, imaginaba el surgir de un nuevo mundo: la violencia de los astros, la colosal geología, el ritmo lento de la vida, la evolución, la cultura, las civilizaciones, la esperanza... pura épica. Aún después, cuando comprendí lo americano del subtítulo, imaginaba el espíritu colonizador y emprendedor del que se enorgullecía el estadounidense de finales del siglo XIX. Hacía surgir de la música a los primeros descubridores, las travesías oceánicas y las incursiones continentales; veía a los primeros colonos intentando establecer las incipientes villas, y casi las oía crecer poco a poco; el brotar de la cultura, las ambiciones, la guerra (la Guerra de Independencia, el conflicto con los nativos, la Guerra de Secesión), y también la llegada de nuevos sueños con los inmigrantes que contemplaban extasiados los primeros rascacielos de Nueva York. Y así, el nuevo mundo era el siglo XX, el que iba a ser el siglo del superhombre (y también esta música parece profetizar las contradicciones de ese siglo, como si la historia no tuviera diferencias en ese sentido).
Soy un poco reacio a proponer una "lectura" de las obras musicales; pero esta obra es tan conocida, tan personal para tanta gente, que no creo que nadie se moleste por sugerir mi propio punto de vista (aunque sólo fugaces apuntes).
- Adagio - Allegro molto. Clara forma sonata: Introducción, exposición (temas A y B), desarrollo, reexposición y coda. Ya la introducción es impactante, y no será el primer guiño al sinfonismo beethoveniano. En cuanto a los temas, lo que vemos es que claramente juega a la confusión, hasta el punto de que lo que realmente parece el segundo tema (en flautas brillantes) es en realidad una síntesis entre el tema A y B. Precisamente este movimiento nos prepara (nos enseña a leer) lo que va a ser la sinfonía: una derivación constante del motivo básico, una simplificación del tema A, que se repite una y otra vez.
Además, lo más característico es la constante reducción de las melodías a células de motivos que se repiten y derivan, buscando forzar el límite, recogiendo la tradición barroca, los conflictos beethovenianos y anticipando esa deconstrucción que tanto se alaba en La consagración de la Primavera de Stravinsky (y ahora que pataleen los académicos). A lo que vamos a asistir es a un constante devenir de motivos que se enredan unos con otros y se mezclan con pretendidos sentimientos. Y también, no lo olvidemos, por un juego de posición de los timbres (grupos instrumentales) por ocupar nichos emotivos: metal, timbales, cuerdas, madera cada uno se aferra por momentos a un motivo y lo exprime al máximo.
De ahí, el poder arrebatador de la coda, que termina con un auténtico torbellino de tensión al reducir el motivo a un obsesivo efecto sonoro, casi ruido, que se despliega por separado en cada rupo instrumental (como en la Sinfonietta de Janaceck) - Largo. Forma lied, A B A, en el que cada parte está separada por una referencia explícita al tema del primer movimiento. Es más, la famosa melodía que domina este largo, no es más que una derivación del motivo principal del primer movimiento.
Me gustaría destacar que tengo inevitablemente asociada esta melodía a un perro con una maleta que se marcha de casa, un anuncio televisivo que marcó época. Una prueba de lo mediatizado de esta obra.
Por cierto, ¿soy el único que nota en el final un guiño a las gaitas fúnebres irlandesas? Muchos comentan el tono de espiritual negro del tema, pero no encuentro ninguna referencia a este matiz, que para mí es evidente. - Scherzo - Molto vivace. El más nítido de todos los movimientos, el que más me gustaba de chico, y en el que más reconocía la "música del oeste". Sin duda, el que mejor refleja la herencia del "jovialismo violento" beethoveniano. Al final, una vez más, vemos cómo se impone el motivo principal del primer movimiento, anticipando ya lo que va a venir.
- Allegro con fuoco. Una vez más, forma sonata. Tras una rápida introducción, que muchos reconocerán, aparece el contundentemente simple tema princial de este movimiento. En el desarrollo vuelven a aparecer los temas de movimientos anteriores, el largo y el scherzo. Hasta llegar a la reexposición, en la que da cuenta de todo el trabajo de transformación constante de motivos y el valor de los instrumentos (cuerdas, metal, flautas, madera, timbales...) cada uno con un valor expresivo (lírico, épico, trágico, narrativo... telúrico).
Y, a continuación, una de mis codas preferidas todo el repertorio musical. Se levantan como dos titanes en conflicto el tema principal del último movimiento, y el motivo principal del primer movimiento (y toda la sinfonía). Una vez más tenemos un conflicto dialéctico, que yo describo así: un tema rotundo que pretende ser definitivo (el del cuarto movimiento) frente a un motivo que se ha quedado en lo esencial, que ha perdido su brillo y es casi tan sólo una idea. Y este conflicto trágico, se hunde y se levanta (muy al gusto de Dvorak) para terminar alzándose en una síntesis brillante, ambos motivos encajan a la perfección. Pero lo realmente magistral es justo el final, el último sonido, en el que, sobre la ampulosidad del metal que se esfuma, se divisa el sonido débil, limpio y ligero de la flauta. Y así termina.
Para una descripción mejor de esta sinfonía remito a los comentarios de Leiter's Blues y Yolanda Sarmiento, propuestos por Músicoclásico. Muy interesante también la entrevista que ofrece ésta última página.
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