Inscripción para el sepulcro de Domínico Greco
Esta, en forma elegante, oh peregrino,
de pórfido luciente dura llave,
el pincel niega al mundo más süave
que dio espíritu a leño, vida a lino.
Su nombre, aún de mayor aliento dino
que en los clarines de la Fama cabe,
el campo ilustra de ese mármol grave.
Venéralo, y prosigue tu camino.
Yace el Griego: heredó Naturaleza
arte, y el Arte estudio, Iris colores,
Febo luces, si no sombras, Morfeo.
Tanta urna, a pesar de su dureza,
lágrimas beba y cuantos suda olores
corteza funeral de árbol sabeo.
Luis de Góngora (1614)
La estructura del texto va encofrando distintos ensimismamientos. En el centro queda la propuesta más humana y trascendente:
"Venéralo y prosigue tu camino"
El primer cuarteto y el último terceto tratan los entretenimientos de la materia consigo misma. Unos materiales hablan con otros, se reverencian unos a otros, se homenajean. A través de la presunta metonimia, lo que tenemos es al propio pincel actuando (negando al humano ya muerto su acción), a la propia urna sepultura (llave) llorando. Humanizada la condición material del hombre en sus objetos.
La parte central se debe a lo divino. En el cuarteto, el lenguaje y la historia. En el terceto, los dioses. Una vez más, se ha trasmutado todo: es la Naturaleza la que imita al arte, y recoge lo que el pintor ha creado como innovación. Ciertamente, si algo tiene la pintura del Greco es esa extraña transustanciación de sus colores y sus formas. Son los dioses quienes surgen del poder creativo del hombre.
Y en el centro de todo, la frase ya citada: la sencilla, áspera y trágica condición humana. La apelación al tú, breve, al lector, dura.
Contrasta la sencillez de esa frase con el gongorismo otorgado a los cajones materiales periféricos. Sus hipérbatos, sus encabalgamientos, llevan el lenguaje y la lectura casi al nivel de las Vanguardias. También tenía el Greco su toque de siglo XX. Porque las grandes figuras saben situarse fuera del tiempo.
Saben situarse en la dimensión personal.