También nuestro lobo estepario cree firmemente llevar dentro de su pecho dos almas (lobo y hombre), y por ello se siente ya fuertemente oprimido. Y es que, claro, el pecho, el cuerpo no es nunca más que uno; pero las almas que viven dentro no son dos, ni cinco, sino innumerables; el hombre es una cebolla de cien telas, un tejido compuesto de muchos hilos. Esto lo reconocieron y lo supieron con exactitud los antiguos asiáticos, y en el yoga budista se inventó una técnica precisa para desenmascarar el mito de la personalidad. Pintoresco y complejo es el juego de la vida: este mito, por desenmascarar el cual se afanó tanto la India durante mil años, es el mismo por cuyo sostenimiento y vigorización ha trabajado el mundo occidental también con tanto ahínco.
Hermann Hesse: El lobo estepario, "Tractat del lobo estepario".
Si la vida de Harry Haller no parece una vida recomendable, es fácil concluir que el libro de El lobo estepario tampoco es una lectura recomendable. Sus descubrimientos los siento como inquietantes y descorazonadores, más parciales e interesados que verdaderos. Llevan a Hermann Hesse a delirar, a perderse, en unos juegos ya irreales (posiblemente El juego de los abalorios), paradójicamente al servicio de su yo.
Partiendo del fragmento seleccionado, podemos comentar algunas ideas llamativas:
- La multiplicidad del alma, la unidad del yo. Precisamente, el "yo" surge por la necesidad de unificar la tensión de pensamientos propios, tal como vemos la unidad de nuestro cuerpo. sin embargo, esto es efectivamente una ilusión. Pero no podemos obviar esa ilusión, pues es un ingrediente más de nuestra complejidad. Lo que Harry Haller libera es la fantasía de poder adoptar cientos de "yos" posibles. Eso sí, sin perder la identidad... sigue siendo "él" el que vive todos esos yos. El "otro", realmente cuenta poco.
- Un tejido compuesto de muchos hilos. Esta es de mis metáforas preferidas, y sustenta la convicción en el comentario de texto (en latín: textum = tejido). Somos textos, igual que los objetos del mundo son textos, escritos unos encima de otros, como palimpsestos. Por supuesto, son realidades complejas, pero no inabarcables, sino susceptibles de ser analizadas, comentadas y (sobre todo) comprendidas.
- La oposición alma-cuerpo. Y la transposición razón-pasión, espíritu-instinto... Realmente es una visión simplista de las cosas; aunque en contextos determinados puede funcionar eficazmente. Pero Hermann Hesse, a pesar de que aparentemente dice liberarse de esa dicotomía, sigue rebelándose contra ella como si fuera una realidad. Si realmente no es tal, a qué oponerse. Lo que quiere realmente Hesse es liberar el cuerpo (la pasión, los instintos) de la opresión del alma (la razón, la moral), para que sea el cuerpo quien mande (como un niño, pero aún un "yo", aún más único y enorme). Atiéndase a que Hesse aún concibe las almas "dentro" del cuerpo.
- La oposición Oriente-Occidente. Aún puede comprobarse en muchas personas. La desconfianza en el saber occidental no es inocente, sino que refleja una desconfianza de lo aprendido en la escuela, de la autoridad. Cuando escucho ese desapego por la ciencia occidental, lo que siento es realmente un desapego a la autoridad que nos dice cómo son las cosas. En cambio, el gusto por el saber oriental se viste como con un disfraz de niño olvidado, marginado, con tonos esotéricos, místicos, intangibles... verdades ocultas. Los que caen en este juego rara vez citan la ética racional de Confucio, sino las hermosas construcciones místicas de budistas, taoístas, sintoístas... Hay mucha verdad en Oriente. Hay mucha verdad en Occidente.