domingo, 11 de abril de 2010

LOCUS AMOENUS: Garcilaso de la Vega

Corrientes aguas puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
yo me vi tan ajeno
del grave mal que siento
que de puro contento
con vuestra soledad me recreaba,
donde con dulce sueño reposaba,
o con el pensamiento discurría
por donde no hallaba
sino memorias llenas de alegría.



No quisiera a nadie ahorrarle el trabajo que supone analizar esta obra maestra; pero no puedo dejar de apuntar ciertas claves. Esta estancia trata sobre el poder curativo de la belleza. Una idea muy en consonancia con el neoplatonismo de la lírica renacentista. Pero lo importante es que es un belleza basada en la transformación.
Los juegos de simetría que vemos en los seis primeros versos buscan otorgar dinamismo a algo en esencia estático: los árboles. No es inoportuno asociar los árboles con el sufrimiento de una estructura inmóvil. Precisamente, el mito de
Apolo y Dafne viene a llamarnos la atención sobre esto. Las paradojas del orgullo y la gloria nos vuelven rudos y estáticos como a un árbol. No es casual que Dafne sea un elemento tan recurrente en poesía.
En este poema, el alivio del “grave mal” se debe al “discurrir” del pensamiento. Los árboles estáticos se miran en las corrientes aguas. La imagen devuelta es una hiedra que camina, como un nuevo río sobre la inmovilidad de los árboles. Entre ambas imágenes: la “fresca sombra” me recuerda a la “
noche dichosa” de San Juan de la Cruz, y las querellas de los pájaros nos llevan precisamente a la pasión amorosa. ¿La paronomasia “sombra - sembráis” guarda algún otro juego?
Atiéndase a que el “grave mal” es el mal de la pérdida. Hay también una contraposición entre el “yo me vi tan ajeno”, y el sentimiento de completud: “lleno de fresca sombra” y “llenas de alegría”. Según interpretemos el valor de la sombra, así tendremos una lectura u otra. En cualquier caso, alegría y frescor supone la “leve bondad” anhelada, y que podemos relacionar con un pensamiento que discurre como el agua limpia.
En definitiva, la belleza de este poema no consiste simplemente en crear un
paisaje perfecto y completo. Es un paisaje curativo porque el dolor y la alegría se tensionan en una dinámica de transformaciones. Donde hay deseo, hay dolor. Donde hay alegría, ¿hay deseo o es allí donde el deseo quiere movernos?

3 comentarios:

  1. Bonito poema, con esas palabras que describe ese paisaje. Mmm... Un lugar cristalino... ¿Donde lo encontraste?

    ResponderEliminar