jueves, 3 de diciembre de 2009

Li Bai: Poema báquico


Hay entre las flores un jarro de vino
del que he de beber solo, pues no están mis amigos.
A la luna brillante dirijo mi brindis;
luego invito a mi sombra: ya somos tres.

La luna, sin embargo, no sabe beber,
y mi sombra no hace más que imitarme.
Al menos por ahora, la sombra y la luna serán mi compañía.
¡Hay que divertirse en esta primavera!

Mientras canto, la luna sigue bailando.
Cuando danzo, mi sombra se derrama.
Mientras siga despierto disfrutaremos juntos;
cuando ceda a la embriaguez, cada cual se irá por su lado.

Seamos así siempre, amigos libres de pasiones;
en el gran río de estrellas tenemos una cita.


Li Bai (también Li Po, Li Tai Po), 701-762. Poeta de la dinastía Tang.


 
El vino es uno de los temas emblemáticos de la poesía, y lo es aún más en la tradición china. Y todavía más en el caso de Li Bai, quien confunde autor y personaje en la leyenda de su perpetua embriaguez. El vino es el símbolo del conocimiento misterioso, de la verdad revelada. Para la tradición oriental, el vino es la esencia liberadora, que permite al pensador liberarse y olvidarse de las ilusiones del mundo: vaciarse para llegar al Nirvana budista o al Tao ancestral. Así podemos conectarlo también con el poema de Shuhayd.
No se utiliza el vino como una simple satisfacción hedonista, ni para alejar la tristeza; ni siquiera para aliviar la soledad, como parecería dar a entender este poema. el vino es el símbolo de sabiduría, de la intimidad, de la conexión con la verdad de uno mismo. Como cita Georges Margouliès: «La ebriedad no está en el vino; es el gozo del paisaje lo que penetra el corazón y se manifiesta a través del vino».
Teniendo esto en cuenta, deberíamos entender bien la legendaria muerte de Li Bai, ahogado en el río Yangzi, cuando quería abrazar el reflejo de la luna.


Enlaces de interés:
  • Una página que reúne traducciones de este poema, es realmente estupenda.

  • Un comentario del poema por Gonzalo Vadivia Dávila.

  • Un artículo sobre la figura de Li Bai, por Gotardo J. González.

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