lunes, 31 de agosto de 2015

Personificación: ZÓCALO, de Adonis

Maya, la noche no tiene lengua, con todo no para de contar tus sueños.
La noche afirma que la eternidad tiene un perfume que va de su cuello al tuyo.
Tú eres alumno de la naturaleza y, en cambio, eres tú quien la ha creado.
Tu arte es canto en la garganta de la materia.
En tu casa-museo antropológico, las estatuas andan, hablan, se callan, sueñan.
Ponen los labios en el laúd de la historia, son peldaños de una escalera hacia lo invisible.
Mesa en el festín donde el sol extiende su dorada vestidura.

ADONIS: Zócalo, poema 65 (2013)
Traducción de Clara Janés, Vaso Roto Ediciones

Homonimia: "Maya" es aquí una elocución compleja. La referencia más directa es a la extinta civilización del Yucatán (o a la etnia persistente); pues el libro parte del último viaje de Adonis por México. La traductora relaciona esta Maya con Layla, la amada del loco Machnún, protagonistas de un poema árabe ("Necesito exaltación para unir May a los mayas. Necesito vagabundeo en profundidad", poema 2). Además, Maya es la palabra sánscrita que da nombre a la imagen ilusoria, convirtiéndose en uno de los conceptos fundamentales del hinduismo; y además, se propone como madre de Sidharta Gautama Buda.

Tú: ¿Quién es realmente el apelado en la segunda persona. Es acaso Maya, retomando el vocativo que a lo largo del libro es uno de sus muchos estribillos recurrentes. Es un ser amado por el poeta, pues la primera alusión es a través del perfume en el cuello. O es una manera de hablar de sí mismo, como tantas veces en los poemas. Acaso un tú de uso impersonal que vale para cualquier persona, como se está acostumbrando hoy por hoy el idioma castellano. Tú eres tú, lector concreto y preciso del momento del poema.   

Sujeto: Dado que la noche no tiene lengua, la elocución de su lenguaje carece de materia ilusoria. Sin embargo, parece dar a entender que los sueños (¡qué más ilusorio!) son el resultado del relato de la noche. Acaso sean los sueños, la ilusión de nuestros sentidos y nuestro pensamiento, los que nos fabrican la noche y le hacen hablar.
¿Quién crea a quién? El hombre va generando el mundo con su descripción lingüística; pero habla de un mundo anterior a él y con cuya materia ha sido creado él ¿y su lenguaje? Tema recurrente de la metafísica y la mística. Tenemos aquí rápidas alusiones a lo "invisible", al borde de lo "inefable". 

Concreto y abstracto: Es el sueño el punto tangencial entre la materia y el sentido, el cuerpo y el alma, la realidad y el lenguaje. La dicotomía se despliega en el poema como una sinuosa escala: "noche" y "lengua", "eternidad" y "perfume", "garganta"/"cuello" y "materia" (uno en relación al lenguaje, otro al cuerpo erótico; éste borde exterior de la carne, aquél borde del vacío interior), "laúd" e "historia"...

La noche y el sol: El poema teje como una "malla" de dialécticas: lo sensual y lo esencial, el sujeto y el objeto, lo espiritual y lo material... La noche sea acaso una imagen femenina y el sol una imagen masculina para teñir todos estos juegos de conceptos en profundo erotismo (el amor aquí no está nombrado explícitamente, queda inefable, invisible). 
Por otro lado, la noche tiene el valor (el perfume) de la gran madre, la eternidad; mientras el sol da concreción a las cosas desde su propia invisibilidad. 
No olvidemos el viejo versículo del Cantar de los cantares: "Me ha introducido en la sala del festín / y el mantel que extendió sobre mí fue de amor" (capítulo 2, versículo 4).

Metáforas y metonimias: Noche / lengua - contar - sueños. Cuello - garganta - materia / canto. Labios / peldaños. ¿Qué es la mesa?: pudieran ser los labios, pudiera ser la historia, la escalera, lo invisible o algo no dicho. En cada caso el sol cobra un significado distinto, ¡y también los labios! Atrévanse a enunciar las distintas combinatorias.

El museo antropológico: Cada cual es una suerte de museo de su vivencia en forma de memoria. Cada recuerdo aislado como en un fotograma haría de nosotros no menos cosas, estatuas, que las cosas. Somos una sucesión de estatuas. Pero al mirar una foto reconocemos que esos seres estáticos no son estatuas; aún en el estatismo resalta el ánimo de la persona. Igualmente admiramos la dificultad de convertir en expresión vívida la materia de una estatua. La persona es algo. 
Todo esto dicho no de los cuerpos, sino de las palabras, tiene su analogía. Somos diccionarios... pero la palabra estática y la persona ¡qué lugar ocupa el punto de su diferencia!

Personificación: Los labios son de esas estatuas. Con sus actos, sus silencios y sus sueños, ponen besos o palabras. Así hacemos: al hablar sobre las cosas las nombramos, ponemos nombre a las cosas, que es como darles labios para que sean ellas mismas, las palabras, las cosas, las que hablen o besen, siendo nosotros el objeto de su canto o su amor, sus sueños.


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