viernes, 9 de agosto de 2013

DESFUNDACIÓN, de Alejandra Pizarnik

 
 Desfundación

Alguien quiso abrir alguna puerta. Duelen sus manos aferradas a su prisión de huesos de mal agüero.
Toda la noche ha forcejeado con su nueva sombra. Llovió adentro de la madrugada y martillaban con lloronas.
La infancia implora desde mis noches de cripta.
La música emite colores ingenuos.
Grises pájaros en el amanecer son a la ventana cerrada lo que a mis males mi poema.

Alejandra Pizarnik: Extracción de la piedra de locura (1968)

 Llevo un curso escribiendo bajo el título de puertas abiertas, y de un plumazo esta muchacha me desmonta los esquemas.

Reclusión. Impregna este poema un toque de implosión, como una botella de klein que se cierne sobre sí misma. Dentro y afuera se colapsan, pero no llegan a anularse. En el mismo título, concepción y desecho, institución y abandono, se aprietan en un mismo acto, en un mismo instante, se abrazan sin aunarse.
Concreción. La imprecisión del "alguien" está fuertemente cargada de un sujeto concreto. Es cierto que también pudiera ser ella, pero por alguna razón, ese alguien del "su" es un alguien externo muy concreto y bien sabido. No es un cualquiera. También sucede así con la puerta, pero en menor medida. Todo esto es una impresión, y no sé cómo justificarlo.
Acto. Las manos son su propio acto: apresar huesos, son prisión de huesos.Y ese es el acto desfundacional. El cumplimiento de su propia promesa de incumplimiento, la desrealización de deseo. Abrazo, escritura, nominación, pérdida, vacío.
Totalidad. El todo, ese cuco intruso que expulsa los detalles hermanos, y se hace con el nido, y vuelve un pensamiento en el único pensamiento posible. La noche. Y en la noche no hay más que lucha y sombra. Y todo lo dicho es lucha y sombra, y lo por decir. El todo, mi enemigo mortal. Ese vil sustituto que ocupa los huecos del amante ausente.
Lamento. El llanto es el pensamiento mismo. La naturaleza. El tiempo. La memoria. La obsesión. La tragedia. La vida. Que atraviesa. El repiqueteo del instante en los oídos. Y todos los recuerdos convertidos en ese instante lágrima lluvia. El instante trágico está apretado con todos, impregnando de tragedia que lucha por realizarse la memoria, sin que lleguen a aunarse los instantes, pero es tal la tragedia: está atrapadamente abierta en un nudo trágico.
Cuna-sepultura. Todo este poema podría ser un parto: el momento de la concepción, un despertar. Sin embargo, es un momento de muerte. El lugar sin adentros, puro afuera prisión, es una matriz cripta noche. Implorar es aquí lo opuesto al deseo. Lo opuesto a la obligación también. Lo opuesto al grito. Y aquí aparece ella, "mis". Hay cierto cariño en este "mis". Mucho dolor.
Falso respiro. El penúltimo verso supone un salto. Está despersonalizado. Un desvío de mirada fugaz hacia la cultura, hacia lo social, hacia las miradas de las personas tranquilas, que no habitan la tragedia (lo sabe: existen; no son ella). Y esta ingenuidad devuelve a la música el mismo punto del llanto y la lluvia y la infancia que implora, pero sin saber. No es simplemente que los colores no le pertenezcan. La música es además una fuerza física sin intención: emite, no implora, no martillea, no lucha, no quiere.
Encadenamiento. Cada verso parece surgir por un pequeño desplazamiento del anterior. Del querer abrir va al opuesto: la prisión de manos. Del dolor de las manos a la noche, de la madrugada a la lluvia, del martilleo de las gotas a la infancia insistente (la música y el color es un paréntesis de visión de conjunto; pero apunta al gris de los pájaros). Y así desemboca en el juego lógico final. 
Proporción. Pero la lógica queda trastocada, y es difícil imaginar dónde queda realmente el poema y dónde sus males. El enunciado lógico es inapelable; pero su estructura está, como he dicho antes, implosionada. Es el amanecer la ventana cerrada, que vuela, sin color, llevándose el poema. Pero ella es la ventana, no el interior ni el exterior, en puro acto de cierre. Los males parece volar grises por el amanecer, pero los males son la ventana (¿ella es entonces un interior que mira a través de sus males cómo su poema se va?).
Desfundación. Que el instante se lleve lo nuevo y deje el ahora sumido en el siempre (un siempre que es desde el origen, sin futuro) es un sinsentido muy fuerte en mi manera de ver o de pensar el acto (aquí el poema). El acto, el instante, es para mí el fundador de lo nuevo, que dará al traste con lo ya sido e impone una nueva estructura en el ser. Pero aquí es al revés, esa misma fuerza fundacional consigue desproveer el instante de su novedad. Abrir una puerta, captar el instante, escribir un poema, atrapar la palabra, consigue desvelar la tragedia de su ingenua capa de color, arrancarla y mostrar su auténtica estructura de siempre. Un siempre terrible.
Porque el poema, que es el acto de amor, pertenece a un afuera que vuela y amanece.

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