Aun entre los pensadores más sosegados, pocos hay que alguna vez no se hayan sorprendido al comprobar que creían a medias en lo sobrenatural —de manera vaga pero sobrecogedora—, basándose para ello en coincidencias de naturaleza tan asombrosa que, en cuanto meras coincidencias, el intelecto no ha alcanzado a aprehender. Tales sentimientos (ya que las creencias a medias de que hablo no logran la plena fuerza del pensamiento) nunca se borran del todo hasta que se los explica por la doctrina de las posibilidades. Ahora bien, este cálculo es puramente matemático en esencia, y ahí nos encontramos con la anomalía de que la ciencia más rígida y exacta se aplica a las sombras y vaguedades de la especulación más intangible.
Primer párrafo de El misterio de Marie Roget, de Edgar Allan Poe (1842)
Es un hecho asombroso, y casi nunca apreciado en la medida en que lo merece, cuan fácil y frecuentemente hasta personas de vigorosa inteligencia producen, bajo esas constelaciones psicológicas, las reacciones de una imbecilidad parcial; y quien no sea demasiado presumido podrá observarlas en sí mismo cuantas veces quiera. ¡Y qué decir cuando una parte de los procesos del pensar en cuestión adhiere a motivos inconscientes o reprimidos! De buena gana cito las palabras de un filósofo, quien me escribe: «He empezado a anotar los casos, vivenciados por mí mismo, de errores manifiestos, de acciones impensadas para las que uno busca motivos con posterioridad (y de una manera harto irracional). Aterra, pero es típica, toda la estupidez que sale a la luz de ese modo». Y considérese además que la creencia en espíritus y fantasmas, y en almas que retornan, con tantos apoyos donde apuntalarse en las religiones a que todos nosotros estuvimos apegados al menos en la infancia, en modo alguno ha sido sepultada en todas las personas cultas, y ello hasta el extremo de que muchas de estas, racionales de ordinario, hallan compatibles con la razón las prácticas espiritistas. Y aun quien se haya vuelto positivo e incrédulo acaso perciba, abochornado, con cuánta facilidad regresa a la creencia en espíritus si en él se conjugan emoción y desconcierto.
Sigmund Freud: El delirio y los sueños en la «Gradiva» de W. Jensen. III (1907)
(2006, Amorrortu Editores, IX, página 59-60)
El problema intertextual
De entrada, es difícil considerar, ante la similitud de ambos planteamientos, que Freud no tuviera en cuenta el párrafo de Poe, y más viendo con qué liberalidad utiliza el fundador del psicoanálisis el recurso de las citas. Si observamos la redacción misma del primer enunciado, las coincidencias son más que recurrentes: "aun entre los pensadores más sosegados" por "hasta personas de vigorosa inteligencia", "creían a medias" por "imbecilidad parcial", "pocos hay que alguna vez" por "cuán fácil y frecuentemente", "basándose para ello en coincidencias" por "bajo esas constelaciones psicológicas".
Precisamente, el mismo Poe nos advierte del cuidado con el que hay que tratar esas coincidencias, meramente coyunturales, que el intelecto se ve tentado a unir en relaciones causales-consecutivas. Eso mismo nos tienta ahora al considerar las palabras de Freud como una cita oculta (deliberadamente o no) lo que pudiera ser mera coincidencia. Por eso resulta aún más sospechosa la advertencia con que este se protege: "casi nunca apreciado en la medida en que lo merece". Muy hábil, porque predispone al lector a no buscar precedentes y, en el caso en que, como nosotros, los encontrara, devaluar su profundidad.
¿Qué postura adoptar, entonces, ante nuestras suspicacias? Precisamente, el relato de Poe consiste en un juego de espejos entre la realidad y la ficción, contorsionando las relaciones de paralelismo a diferentes niveles. El texto de Freud es a su vez otro juego de cajas chinas entre diferentes citas, relaciones y textos, por los que entra y sale como en el juego de serpientes y escaleras, tomando como columna fundamental la novelita de Jensen. Todos esos juegos de espejos enmascaran la auténtica intención de los autores, si es que la hubiera y si es que hubiera sólo una.
Positivismo vs. Pensamiento mágico
A partir de la lectura de estos fragmentos, yo mismo avancé un paso más en la hipótesis que estos dos autores señalan.
- 1ª fase: Tal vez por influjo del "logos" clásico, fue el sueño de la Ilustración confiar que la razón, el conocimiento científico, la educación positivista, erradicarían la superstición del pensamiento humano. No tardó la historia en demostrar de las formas más variadas, hermosas o terribles, que la confianza en la razón es una forma más de pensamiento mágico.
- 2ª fase: Poe y Freud vienen a señalar aquí que la razón está separada de otras formas de pensamiento, y no hay influencia de una en las otras. Poe separa incluso distintas ramas racionales que no se conocen entre sí y no consiguen coordinarse para corroborar una percepción adecuada de la realidad. Freud, ya sabemos, sitúa la lógica racional en una estancia totalmente separada de la lógica emocional.
- 3ª fase: Esta es la vuelta de tuerca que propongo, y que se me puede aplicar a mí mismo como a muchos otros ejemplos de nuestro entorno. Consiste en considerar que todo el esfuerzo de conocimiento positivo, científico, objetivo, riguroso, no está tanto al servicio de una descripción efectiva de la realidad, sino al de investir al sujeto pensante de una "autoridad" indiscutible sobre el fragmento de pensamiento mágico que habrá de proponer y al que de ninguna manera está dispuesto a renunciar. Dicho de otro modo: el acrecentamiento y perfeccionamiento del discurso racional propio busca hacer convincente la posición irracional personal. Desglosado en un ejemplo baladí sería: «Dado que todo, todo y todo esto que sé y que digo, está perfectamente corroborado por la literatura científica, los datos cruzados y positivos, la articulación de las distintas leyes lógicas de las ciencias... dado que mi saber no es mío, sino que pertenece al correcto proceder de investigación y análisis de la realidad... entonces (por paralelismo análogo) creedme si os digo que (y aquí ya vale cualquier delirio) "la verdad no existe", "el rosa es relajante", "Urano es un peligro potencial" o "viviríamos mejor sin la injerencia política de naciones extranjeras"».
Bien digo que, estando avisados de esta tercera postura, cómo no vigilar este despliegue en mi propio discurso. Fácilmente lo vemos en nuestro entorno cotidiano, cuando nos extrañamos de los absurdos empecinamientos de personas que consideramos instruidas. Obsérvese cómo nuestro querido don Quijote podría acercarse a este modelo de hombre cuya inmensa cultura está al servicio de una locura muy concreta. Cuando yo era adolescente, academizado en el ámbito de la "1ª fase", me resultaba asombroso, inconcebible, que la misma Alemania que hiciera brotar los mejores ejemplos de filosofía, música, pintura, ciencia, fuera a la vez la cuna del nazismo, y aún más cuando tenemos en cuenta la fusión que hicieron de brutalidad, cientificismo, esoterismo y nacionalismo. La política de hoy día, levantada sobre el "triunfo" de una educación universal ya en varias generaciones, sigue siendo ejemplo de ello, no ya en el discurso político, sino en cómo personas "sensatas", "instruidas" pierden el tiempo enredándose en esas locuras, pensando que esos delirantes están escuchando su sensatez y conocimiento.
Ironía del estilo
¿Pero qué sucede cuando el propio emisor del discurso racional, avisa, con toda la racionalidad que pueda desplegar en su discurso, del fracaso del discurso racional?
No voy ni a empezar a analizar ni comentar el estilo de Freud. Sería, en muchos sentidos, meterse en camisa de once varas. Baste leer la obra propuesta para darse cuenta del malabarismo retórico del que es capaz Freud. Pero, además, resulta que el conjunto del párrafo al que pertenece el fragmento es especialmente sutil y endiablado. Desplegar su comentario es tarea de un seminario, no de un discursito bloguero.
Tampoco es que el relato de Poe sea liviano, pero presenta más asideros y parece más inocuo.
Justo después de avisarnos de los peligros de dejarnos llevar por las coincidencias, Poe nos propone un relato ficticio paralelo a un suceso real. Poe resuelve, en un París ficticio, a través de Dupin, el caso que no pudo ser resuelto en la Nueva York real. Pero inmediatamente, vuelve a avisarnos de que no nos dejemos llevar por las coincidencias, y que la solución del caso ficticio no tiene por qué coincidir con el caso real. ¿Ironía?
¿Y en qué sentido desplegar la ironía? Bajo una argumentación de lógica de probabilidades se esconde un claro juego de desautorización: lo que se da por creíble en Dupin (ficticio) no se dé por creíble en Poe (real). Por otro lado, si recordamos el primer relato de Dupin, el desarrollo del caso de la calle Morgue es un ejemplo destinado a ilustrar unas reflexiones teóricas, no al revés. En este segundo relato pudiera ser igual: el caso de investigación es el mero soporte para introducir un planteamiento teórico sobre el pensamiento analógico y la lógica de probabilidad. Esto sería actuar por paralelismo sobre un texto que nos invita a desconfiar de los paralelismos.
Porque ¡¿cómo entender, después de todo lo explicado, el fragmento final del relato?!:
Nada más difícil, por ejemplo, que convencer al lector corriente de que el hecho de que el seis haya sido echado dos veces por un jugador de dados, basta para apostar que no volverá a salir en la tercera tentativa. El intelecto rechaza casi siempre toda sugestión en este sentido. No se acepta que dos tiros ya efectuados , y que pertenecen por completo al pasado, puedan influir sobre un tiro que sólo existe en el futuro. Las probabilidades de echar dos seises parecen exactamente las mismas que en cualquier otro momento, vale decir que sólo están sometidas a la influencia de todos los otros tiros que pueden producirse en el juego de dados. Esta reflexión parece tan obvia que las tentativas de contradecirla son casi siempre recibidas con una sonrisa despectiva antes que con una atención respetuosa. No pretendo exponer aquí, dentro de los límites de este trabajo, el craso error involucrado en esta actitud; para los que entienden de filosofía no necesita explicación. Baste decir que forma parte de una infinita serie de engaños que surgen en la senda de la razón, por culpa de su tendencia a buscar la verdad en el detalle.
En este párrafo, Poe está actuando como un auténtico trilero del discurso. Su crítica se vuelve magistral en un rizar el rizo del irónico sentido.
No es el único ejemplo de construcción irónica en el relato. Esta obra consiste en un constante cotejo de diferentes textos explicativos, que denuncian unos de otros su fracaso a la hora de interpretar la realidad. Y entre tanta parrafada, Poe va deslizando sutilmente enunciados aparentemente universales y teóricos. Uno de ellos es este:
En el raciocinio, no menos que en la literatura, el epigrama obtiene la aprobación inmediata y universal. Y en ambos casos se halla en lo más bajo de la escala de méritos.
¿Ironía? Todo ese tedioso cotejo de párrafos queda validado por el mérito que por contra le atribuye esta frase o bien es un toque de aviso para la atención irónica. A continuación ofrezco, para terminar, el repertorio de aforismos que podríamos entresacar de las distintas exposiciones del relato. Que cada cual saque las conclusiones que considere oportunas.
➢«La verdadera pregunta en casos como estos no es tanto "¿qué ha ocurrido?" sino "¿qué hay en lo ocurrido, que no se parece a nada de lo ocurrido anteriormente?"»
➢«La masa popular sólo considera profundo aquello que está en abierta contradicción con las nociones generales».
➢«Uno de los errores en investigaciones de este género consiste en limitar la indagación a lo inmediato, con total negligencia de los acontecimientos colaterales o circunstanciales».
➢«La experiencia ha demostrado, como lo demostrará siempre la buena lógica
➢que una parte muy grande, quizá la más grande de la verdad, surge de lo que se consideraba marginal y accesorio».
➢«Allí, en la posada al borde del camino o bajo el follaje de los bosques, se entrega sin otros testigos que sus camaradas a los desatados excesos de la falsa alegría, doble producto de la libertad y el ron».
Conclusión provisional: Cualquier sentido es un fracaso de la razón.
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