domingo, 6 de junio de 2010

CÉSAR VALLEJO: El veneno y la culpa

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Quedéme a calentar la tinta en que me ahogo
y a escuchar mi caverna alternativa,
noches de tacto, días de abstracción.

Se estremeció la incógnita en mi amígdala
y crují de anual melancolía,
noches de sol, días de luna, ocasos de París.

Y todavía, hoy mismo, al atardecer,
digiero sacratísimas constancias,
noches de madre, días de biznieta
bicolor, voluptuosa, urgente, linda.

Y aun
alcanzo, llego hasta mí en avión de dos asientos,
bajo la mañana doméstica y la bruma
que emergió eternamente de un instante.

Y todavía,
aun ahora,
al cabo del cometa en que he ganado
mi bacilo feliz y doctoral,
he aquí que caliente, oyente, tierro, sol y luno,
incógnito atravieso el cementerio,
tomo a la izquierda, hiendo
la yerba con un par de endecasílabos,
años de tumba, litros de infinito,
tinta, pluma, ladrillos y perdones.

24 de Septiembre de 1937.

¿Adónde nos llevan las palabras de César Vallejo? El primer impacto nos sacude con una sensación convulsa de ternura, energía y libertad. El lenguaje se presenta abierto y difícil, lleno de posibilidades. Pero con paciencia, comprobamos que Vallejo sigue habitando esa prisión suya hecha de culpa y redenciones. Observémoslo:
  • El tiempo se confunde. Los polos día y noche están mezclados en el ocaso. Vallejo se ha “quedado” en un “todavía”. ¿Cuál es ese “instante” del que “eternamente” “emerge”, pero no quiere salir? En este sentido, no nos puede pasar desapercibida la periodicidad de las fechas clave de César Vallejo: otoño y primavera de 1917-1918, 1927-1928, 1937-1938.
  • Los polos se confunden. Día y noche, sol y luna, lo concreto y lo abstracto, el lenguaje y la abstracción, la madre y el hijo, el castigo y el perdón, lo sagrado y lo voluptuoso. Su escritura no es “terapéutica”, sino que está empapada de la misma turbulencia de sus pasiones. En César Vallejo sí que podemos decir que todo en él es sexualidad. Y que le corroe.
  • La acumulación. Si atendemos a las tres enumeraciones, veremos que en las tres se parte de elementos que apuntan a la dialéctica poética (comunicativa) y se vuelven en otros que apuntan a la pasión. Dos conjuntos se me antojan especialmente claves: “voluptuosa, urgente” y “ladrillos y perdones”. Pero la acumulación en sí también es interesante: de hecho el poema del día siguiente (“La paz, la avispa, el taco, las vertientes”) no es más que una gran enumeración. ¿Qué pasó ese verano, cuando César Vallejo vuelve de España y empieza a producir estos poemas, casi sin parar, luego en otoño; especialmente en este Septiembre? Rebrotaba su crisis deca-anual, esta vez definitiva. Y sabemos que la sentenció, no con estos poemas, sino con la obra teatral La piedra cansada.
  • ¿Y quién es yo aquí? Parece que con este poema, César Vallejo ha vuelto a su posición original: "Los heraldos negros". Una vez más se hunde en ese delirio mesiánico, en el que asume la culpa de todo el sufrimiento que le rodea. Efectivamente, él con su pasión provoca la tragedia, pero no la ve en su pasión, sino en el derrotero social. Con el comunismo quisiera salvar a sus hermanos. ¿Hasta qué punto él siente a España, que se divide, como a su “madre-patria”? A través de él ha de hallarse el perdón, porque en definitiva, suya es la culpa. Es sólo una hipótesis: “Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡yo no sé!”
Para nosotros, reduzcamos el sujeto del poema a su mera voz lírica, como hicimos en el caso de Walt Withman. Sigamos jugando a ver qué sale.
El lenguaje se sitúa a medio camino entre la ideterminación de lo real y lo universal de lo abstracto, como el alma platónica atrapada entre dos mundos. La palabra piedra no puede definir la piedra concreta; y tampoco podemos encontrar ningún ejemplo perfecto del universal “piedra”. Y si encima, nos dejamos llevar por ese margen de error y creamos la metáfora, la realidad se nos vuelve difícilmente accesible, tanto en la dirección de lo indeterminado como la de lo universal. ¡Pero si el lenguaje es constantemente metáfora y metonimia!
Traduttore-traditore. Hablar consiste en un constante traicionar la realidad. Y sin embargo, para el sujeto no hay otra realidad que la realidad del lenguaje. Y si hablo de mí mismo, me traduzco y me traiciono. Y si para colmo, yo no soy más que lenguaje e intento hablar de ese lenguaje que soy, hablar con el lenguaje... ¡es imposible! Soy innombrable, ¿divino?
Es fácil caer en el delirio mesiánico. Lo difícil es sacar de ello algo productivo. En la división está la clave. No es el mundo en devenir de la materia, ni el mundo nítido de las ideas. En la propia condición “pecadora”, “traidora”, “dividida”, es donde podemos encontrar el ser del sujeto. El perdón, entonces, es algo distinto a anular el pecado. Sería más bien reconocerlo. ¿Qué tipo de mundo está construyendo mi pecado?
El pecado es mi origen, y sin embargo...
¡he aquí al hombre! (se mueve)
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Y ahora, algunas páginas sobre César Vallejo:
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1 comentario:

  1. Me alegra que hayan mencionado mi trabajo sobre el Amauta, César Vallejo.
    Julia Muzzopappa

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