domingo, 20 de octubre de 2013

GUSTAV KLIMT: El beso

Gustav Klimt: "Los amantes" (El Beso) 1908-1909


Klimt es una de las más transitadas puertas de salida del siglo XIX y, aunque hay mucha gente allí encerrada aún, mirando el arte del siglo XX recordamos al bohemio vienés. En orden inverso, los que hemos crecido bebiendo cultura pop, es después que descubrimos a Klimt, en algún momento. Reconozco en esta pintura el Art Nouveau, el Arts and Crafts, pero también mucho del gesto naif y de la pintura psicodélica, y ya Mondrian y hasta Pollock. Y por supuesto, este Beso convertido en un icono de la reproducción en masa, se ha hecho casi un meme, un elemento significante al servicio de otros significantes. Es probablemente una de las láminas más saloneadas de la historia de la pintura; a saber de qué añoranza sea emblema.

Primeras impresiones. Vale, contamos con que "bonito" no es el adjetivo más apropiado; "bonito" queda para el atún y para la "clase bien" decimonónica. Este cuadro es fuerte, poderoso, inquietante. Tres golpes generales me sacuden de entrada (en su momento, y ya no puedo obviarlos): 1.- La contundencia de los tres colores de fondo, preñados de adornos y detalles, pero para mí son grandes masas de color homogéneas; 2.- Sensación fálica, tal vez consecuencia (o causa) inmediata de esa cromatización continua; 3.- El precipicio y el techo: los personajes no parecen torcidos por sí mismos, sino obligados por el límite superior, al mismo tiempo que en el inferior sobra espacio y vacío, objetivamente es un bucólico altar, pero subjetivamente es un abismo enorme, que los alza, los constriñe y los amenaza. Y junto a todo esto habría que asumir, cuartamente, el abrazo que los une, pero eso, paradójicamente, es ya más racional.

Los detalles. Si encuadramos cualquier fragmento, de cualquier tamaño, en cualquier orientación, el resultado nos da ya un cuadro completo. Recorriendo la trama de los fondos, las telas, el suelo, encontramos los mismos motivos en los que luego se obsesionarán tantos pintores de la abstracción del siglo XX. Pero si cogemos cada gesto, los notaremos cargados de una gran expresividad sensual y sentimental: los pies, el cuello, las manos, incluso el horizontal y simétrico hieratismo del rostro de la mujer; y en cada gesto hay una historia que no tiene por qué cuadrar con la postura del conjuto. 
Ver este cuadro es bucear en un mar espeso, apartando en cada brazada las sensaciones que nos atrapan y quisieran ahogarnos por sí mismas. Estar ahí sí es estar en el beso. No es la representación del beso idealizado, plácido, buenista. Es el momento de amor, en los sujetos, con toda su carga (que desborda lo sensual, como si lo sensual no diera a basto) de violencia, deseo, frustración, posesión y abandono. La esperanza y el dolor que hay en el beso que el amor nos entrega en cada detalle de la realidad. Así, considero más apropiado su título original: "Los amantes".


Y luego, lo impertinente que es aquí interpretar. Cada cual puede argumentar su historieta, bien académica, bién anecdótica, bien iconográfica. Pues sí, cada cual se acomode en la suya; pero qué poco encaja ninguna con este cuadro. A pesar de ese abrazo, cuánto se resiste al afán totalizador. Porque el que quiera aportar su interpretación será desmentido por los detalles. Pero ningún detalle parece ignorar el conjunto en el que se encuentra.